28 noviembre 2013

Más Kolkata, la playa de Mandarmoni y hete aquí que nos vamos pa las montañas

Germán sigue haciendo fotos, así que me toca seguir escribiendo.

Si tuviese que inventar un sistema para favorecer a los más privilegiados de mi pueblo creo que empezaría copiando el sistema de castas hinduista: no se me ocurre una fórmula mejor para que los más desfavorecidos acepten su papel con absoluta resignación y se porten bien buscando una próxima reencarnación más benévola. Es perfecto.
Ello es aún más cierto si uno nace hombre, lo cual puede contribuir a explicar por qué faltan al menos 30 millones de mujeres indias en este país.

La gente que nos atiende está contenta con nosotros porque les tratamos mejor que sus paisanos (que a veces ni siquiera consideran la posibilidad de dedicarles un 'please' o un 'thank you'). A algunos les choca un poco que seamos tan majetes, porque les han educado para considerar a los extranjeros como si perteneciesen a una casta superior. Alguna vez contestamos a sus 'Good morning Sir' con otro 'Good morning Sir', lo cual se supone que no toca y aún les desconcierta más. A mi también me desconcierta que me llamen Sir, dicho sea de paso; es un serio aviso de que antes o después me van a acabar llamando Lord Bloch.

Aunque al principio pueda incomodarnos, lo cierto es que con el paso de los días tantas atenciones y servilismos nos hacen sentir importantes y acaban acrecentando nuestro ego, de forma que cada mañana hacemos mil flexiones en ayunas para compensar.

Tanta gente servicial/servil y la caza de propinas que a veces tan nobles sentimientos llevan asociados provocan a menudo efectos contrarios a los deseados, porque a veces uno prefiere no tener al camarero rondando alrededor de la mesa para servirle más arroz, que no le llamen a la habitación a las 8 de la mañana para decirle que ya está abajo el taxi que ha pedido para las 9 o que no vengan a media tarde a la habitación de uno -que se está duchando- para desearle buenas tardes, dejarle dos caramelos de toffee y preguntarle si quiere una botella de agua.
Algo parecido nos sucedió en el complejo de bungalows Eco Villa de la localidad playera de Mandarmoni, donde se me ocurrió la brillante idea de darle una propina a uno de los vigilantes. Esa misma noche descubrimos que ese vigilante era el mismo que hacía la ronda nocturna a partir de las 12h haciendo sonar un silbato, actividad que reforzó alrededor de nuestro bungalow en agradecimiento por nuestra contribución durante toda la madrugada. Todavía no sabemos si tocaba el silbato para ahuyentar a los cacos, a los perros o a los malos espíritus, pero sí sabemos que llevaba a cabo su tarea con gran diligencia.

Entre las costumbres más simpáticas de los indios están algunas joyas como saltarse las colas a la torera, anunciar los precios de las cosas acabando con la palabra 'only' o balancear grácilmente la cabeza como quien dice no al tiempo que se abren y cierran los ojos, lo cual mayormente significa 'sí', pero que en ocasiones puede significar 'no', 'lo que usted diga' o algo tipo 'no sé qué contestarle, la noche me confunde, permítame que balancee la cabeza para ganar tiempo'. Otra de sus celebérrimas aficiones es jugar al cricket, un deporte absolutamente apasionante que se suele resolver en apenas 5 ó 6 horas de vibrante acción: en la tele siempre hay cricket y en cualquier espacio plano y diáfano de más de 200m2 siempre hay algunos niños o no tan niños jugando; en un parque enorme de Calcuta, una mañana de domingo, vimos miles de personas jugando. Miles.

Dicho esto -y con independencia de que jueguen a cricket- quisiera insistir en que la gente es casi siempre muy amable sin esperar nada a cambio (por lo menos en su presente reencarnación). Otra cosa es que hablen inglés pues, a diferencia de lo que a menudo se pueda pensar, en este país de herencia británica mucha gente no sabe más que un 'good morning' o un 'goodbye'. Muchos millones de personas hablan únicamente hindi u otra de las muchas lenguas que se usan por aquí. Lo más habitual y lo que promueve la Normalització Lingüística que aquí profesan es una especie de mescolanza entre el hindi y el inglés. No es extraño que, de repente, alguien que nos está hablando en inglés cuele inadvertidamente en la conversación algunas palabras en su idioma, para nuestro desconcierto.

Kolkata nos ha gustado y hemos pasado allí unos días muy agradables; es justo reconocer que el "sentirse en casa" ha tenido algo que ver con el acceso a algunas comodidades occidentales, con un tráfico menos caótico o con una ciudad significativamente más limpia.

La escapada de dos días a las playas de Mandarmoni, al suroeste de Calcuta, también ha sido un gran hit, sobre todo cuando supe que el Ganges desembocaba en Bangladesh, a bastantes kilómetros de aquí. No eran las de Mandarmoni las aguas marítimas más limpias que hayamos visto nunca, pero no olían mal, lo cual es mucho. Dice mi guía de viajes que los niveles de toxicidad del Ganges están aproximadamente 3.000 veces por encima de lo que se consideraría salubre en el mundo occidental, lo cual os da una idea de lo limpia que está el agua de vuestros retretes antes incluso de tirar de la cadena. El escaso acceso a agua potable y/o limpia es lógicamente uno de los principales problemas de este poblado país, pues pocas son las ciudades con plantas potabilizadoras de qualité. Hay por doquier agua sucia, agua estancada o agua sucia y estancada, cuando no hay simple y llanamente carestía de agua. De camino a Mandarmoni, saliendo de una ciudad de 15 millones de habitantes, vimos los paisajes más verdes, húmedos y limpios que hasta entonces hubiésemos encontrado, como se corresponde con el clima tropical de gran parte del estado de West Bengal. La gente parecía mejor alimentada, más feliz y con más espacio para campar a sus anchas y estar en contacto con la naturaleza. Y es que la vida en una gran urbe pobre debe ser extremadamente dura para millones de personas.

Volviendo a Mandarmoni, hay que señalar que nuestros dos días en la costa estuvieron muy bien. Digan lo que digan, los indios no son gente de playa; son de río de toda la vida, como la trucha. Vimos a alguna gente bañándose en Mandarmoni, pero eran una minoría. Según nos dijeron, estamos al inicio de la temporada turística, aunque en muchos lugares no había apenas nadie. A lo largo de varios cientos de metros de playa, quizás uno o dos kilómetros, se alineaban bastantes 'resorts', muchos de ellos totalmente vacíos. Lo mismo sucedía con un montón de chiringuitos que estaban sobre la misma playa. Comimos en sendos de esos enormes complejos sin ninguna otra presencia de clientes, lo cual en uno de los casos implicó que hubiera diez o doce personas a nuestro servicio. En otro de esos lugares, el Sana Beach, el gerente (I am the Manager) se deshizo en atenciones hacia nosotros y a duras penas conseguimos evitar que nos diera un completo tour por sus instalaciones. Tal como dijo Germán, uno tenía la sensación de estar en un parque de atracciones abandonado.

Sabed que en Calcuta no hicimos nada relacionado con la Madre Teresa, puesto que quedaba un poco lejos y nosotros comulgamos más con la visión más moderna de nuestro Papa Francisco.

Para vuestra próxima visita a Kolkata os recomiendo el Hotel Kempton, el restaurante Mocambo para cenar occidental, el Flurys para desayunar y el Oh Calcutta! para probar la cocina bengalí. Estos consejos caducan en 2015.

También os recomiendo que, si pensáis viajar a la India, llevéis siempre una rebequita a mano, puesto que -como he dicho otras veces- en muchos países la intensidad del aire acondicionado es directamente proporcional a la categoría del establecimiento y no guarda ninguna relación con la temperatura exterior.

Con el tipo de cambio a 84 rupias por euro y con las casas de cambio dispuestas a sacarse las rupias de encima a toda costa, es un momento ideal para visitar este fantástico país.

Ahora volamos de Kolkata a Delhi, donde supuestamente nos espera un taxi que nos tiene que llevar a Haridwar. Mañana a primera hora deberíamos estar en Rishikesh, en los pre-Himalayas, famoso por su Ganges, su espiritualidad y su visita de los Beatles, que allí compusieron muchas de las canciones de The White Album; lástima que no se quedasen allí a vivir.

Gracias por vuestro amable tiempo.

Namaste!

Hugo

LAS FOTOS SON:

1. Un mercado de flores en Kolkata,

2. Una zona cubierta de ese mismo mercado: no solo de flores vive el hombre,

3. Unos taxis cerca de nuestro hotel, en la calle Mirza Ghalib de Kolkata,

4. Transportista de hielo en el mismo mercado de antes,

5. Zona de carga y descarga junto al mercado,

6. Ghat junto al mercado...el río que pasa por Kolkata es muy British: se llama Hooghly,

7. Informándonos de autobuses para ir a Mandarmoni,

8. Chiringo-colmado sobre la bisba playa de Mandarmoni,

9 a 15, excepto la 11. Escenas playiles en Mandarmoni,

11. Cenando en una sala redonda muy sui géneris en un hotel: en ese momento teníamos toda la sala y a todo el personal para nosotros,

12. Cenando en un puesto de carretera muy moderno, entre Delhi y Haridwar.



































23 noviembre 2013

Noticias desde Calcuta, que ya vendría a ser algo más parecido a una ciudaz

Las cosas mejoraron después del primer impacto de Patna y Varanasi, como era de prever.

En cuanto nos acercamos al río empezamos a ver la cara más atractiva de Varanasi (antigua Benarés): recorrimos varias veces la orilla del Ganges por los ghats, en una y otra dirección, habitualmente a pie pero también una vez en barca al anochecer.

En Varanasi lo acabamos pasando muy bien, alternando momentos de inmersión indiana con momentos en pequeños oasis como cafeterías, restaurantes y nuestro fantástico hotel Palace on Ganges. Hay bastante infraestructura turística pensada para fauna mochilera como nosotros, lo cual en ocasiones se agradece. El espectacular lassi del Blue Lassi -una especie de chiringo callejero- fue uno de los momentos álgidos. El lassi es una especie de yogur líquido muy sabroso que aquí era algo más espeso y se tomaba con cuchara. Alrededor del templo de Vishwanath y cerca de los ghats hay una amplísima red de callejuelas pequeñas, de aproximadamente 1,50m de ancho y que en cualquier otro país serían lo que nosotros llamamos peatonales, pero que aquí se ven a menudo frecuentadas por motos, carritos y vacas. Nos dimos buenos paseos por ese laberinto, sin saber en casi ningún momento dónde estábamos exactamente. En el famoso templo de Vishwanath, por cierto, no nos dejaron entrar: creo que fue un fallo que Mónica y Germán se presentasen en la cola de entrada sin ofrendas, sin un punto rojo en la cara y sin haberse quitado los zapatos (tendrían que habérselos quitado en plena calle, lo cual en Varanasi puede dar cierto asquete). Lo mismo me hubiese sucedido a mi, que estaba esperando a que ellos entrasen para hacerlo yo en un segundo turno; renunciamos visto lo visto y vista la cola.

La gente en la India es mayoritariamente simpática y amable: suelen sonreír, nos preguntan de dónde somos y a veces nos preguntan qué pensamos de su país. Siempre que les pedimos información intentan ayudarnos.

Si en Patna el tráfico era totalmente caótico y nadie hacía el menor caso a los escasos policías que había, en Varanasi la situación no era muy diferente, aunque creo recordar que vimos al menos un semáforo.
En Calcuta la cosa es totalmente distinta: hay muchos semáforos y -a diferencia del de Varanasi- están encendidos y van cambiando de color. No sólo eso, sino que además la gente los respeta; también respetan bastante a los policías que regulan el tráfico, que en las dos primeras ciudades eran elementos decorativos. Supongo que hay un cierto orgullo bengalí propio de la gente de Calcuta, al ser un pueblo más culto, más limpio y mucho más ordenado. Algo pudo tener que ver la influencia inglesa, ya que es imposible llegar puntual al té de las 5 si no hay un mínimo civismo.

En Kolkata (Calcuta) estamos en el Hotel Kempton, un lugar donde las habitaciones 'De Luxe' son las más baratas de todas. Aquí hay palabras que se usan para vender la moto pero que no guardan necesariamente relación con la realidad. Una de ellas, por ejemplo, es la palabra Boutique en "Boutique Hotel", pero otro tanto puede pasar con De Luxe, con International o con VIP. Dicho esto, el Kempton está muy bien y, para los estándares de aquí, es de lo más de luxe que nos podemos permitir.

Kolkata tiene un cierto aire cosmopolita que quizás no hubiésemos sabido ver si viniésemos de Tokyo o de Nueva York, pero llegando de Patna cualquier molécula de metropolitanismo salta a la vista a las primeras de cambio. La gente viste un poco más a la occidental y no se hace tan extraño ver a mujeres jóvenes en pantalones, hay restaurantes de todo tipo donde además sirven alcohol, todo está más asfaltado, más arregladito y resulta, en general, mucho más agradable. Tan cosmopolita que hasta me pude comer un filete de ternera en el restaurante Mocambo, lo cual aquí es toda una rareza. Tan cosmopolita que el viernes por la noche fuimos a la discoteca del Park Hotel (Roxy) y nos encontramos un ambiente relatiiiiivamente parecido a lo que nos podríamos encontrar en una ciudad europea. En Calcuta hay mucha gente caminando por las aceras, cosa que en las otras ciudades era literalmente imposible, por no existir aceras, por estar derruidas o por estar permanentemente invadidas. Sigue habiendo cabras y perros en plena calle, pero con moderación y sabiendo cuál es el lugar que ocupa cada uno: no hay vacas durmiendo en medio de una avenida de dos carriles ni comiendo restos de basura en inmensos vertederos urbanos. Tampoco hay tantos rickshaws (tuc-tucs). Sí que sigue habiendo toda una sub-especie de taxistas extremadamente agresivos y kamikazes que están cada segundo luchando por adelantar, colarse o invadir un carril que no les corresponde con sus anticuados ambassadors de color amarillo intenso.

Como bien me recordó mi amigo Joaquín -que se conoce mis viajes mejor que yo-: "Tú en Calcuta no has estado". Ahora que sí he estado, imagino que Calcuta debe ser un referente en que se miran otras partes de la India. De todos modos -y aunque las cosas puedan avanzar- creo que si venís en los próximos 40 años todavía podréis tener una experiencia harto enriquecedora.

La visita al Victoria Memorial de Calcuta estuvo bien, particularmente por el paseo que dimos por el parque que lo circunda (circunda, bonita palabra). El edificio en sí, una enorme construcción en mármol, homenaje a la Reina Victoria de Inglaterra y de sus colonias, no sería exactamente de mi estilo, pero no le quito su mérito.

Otro de los días en Calcuta fuimos a un mercado de flores junto al río Hooghly, muy colorido y curioso, para acabar pasando más de cinco horas en un mercado de artesanías regionales de la India, donde Mónica y Germán hicieron compritas y yo pasé parte de mi tiempo escribiendo estas inspiradas líneas.

Ahora un par de días a la playa de Mandarmoni, recomendación de nuestro amigo Jeet, al que conocimos en Patna.

Abrazos!

Hugo


Y LAS NOMINADAS SON (ESTA VEZ HAY FOTOS COMO PARA PARAR UN TREN):

1. Mónica y Hugo caminando hacia uno de los ghats donde se hacen cremaciones,

2. Embarcadero en otro ghat,

3. Así son las calles de Varanasi,

4. Aquí no se distingue entre vehículos, seres humanos y demás animales: el embotellamiento nos afecta a todos casi por igual,

5. Germán y Mónica en la barquita a remos,

6. Un servidor en la barca: vamos contra la corriente pero no muestro síntomas de cansancio,

7. Mi lassi de granada en el Blue Lassi, fantasbuloso,

8. El ghat desde donde embarcamos para nuestro paseo,

9. Clásicas callejuelas del centro de Varanasi,

10. Niño, mujer, bici, moto y vaca en Varanasi,

11. Un Ambassador blanco,

12. Cenando en el Fire and Ice, que como su nombre indica es un restaurante italiano,

13. Foto de estudio en la habitación de Mónica y Germán en el hotel Kempton.





























20 noviembre 2013

Welcome to India: un aterrizaje algo brusco


Namaste everybody!!

Por alguna extraña razón que no sabría explicar he acabado de nuevo en la India, esta vez de vacaciones durante tres semanas con mis amigos Germán y Mónica.

Apenas llevamos unos días aquí y ya hemos visto que todo funciona y fluye de otra manera...aunque decir que las cosas 'fluyen' o 'funcionan' pueda ser demasiado ambicioso. De hecho, unas pocas horas nos han bastado para percibir que aquí las cosas son distintas. Hemos vivido el caos más absoluto del tráfico, con todo tipo de vehículos/peatones/animales invadiendo el carril contrario de manera permanente; los accidentes a menudo van del canto de un duro y ponen en verdadero peligro vidas humanas. Hemos visto también lo que sucede cuando el duro cae del lado equivocado, porque a fuerza de miles de cantos el duro inevitablemente tiene que mostrar su cruz. Sabemos ya lo que es necesitar tres horas para completar 28 kilómetros y no hemos tardado en verificar que aquí el klaxon es casi tan importante como el volante. Ha habido minutos en que la bocina de nuestro taxista sonaba más de cuarenta segundos. El mismo taxista que, por cierto, ha aparecido a las 6h de la mañana cuando lo habíamos contratado para las 4.45h.

Nos han entrevistado para el Telegraph of India y nos han hecho un reportaje fotográfico junto a unos elefantes. Unas colegialas, en plena ciudad, nos han tomado otras fotos para ilustrar no sé qué trabajo que tenían que hacer para el colegio. La misma ciudad donde, bien entrada la noche, una familia al completo -niños incluidos- se dedicaba al noble arte de asfaltar las calles, con las herramientas más rudimentarias y manuales que para tal fin hubiésemos visto nunca. En otro lugar ha habido un momento en que una mano india, sin invitación previa, ha entrado en contacto con el pandero de Mónica. Y también hemos comprobado rápidamente cómo, en determinados escalafones que son mayoritarios, la gente no habla ni palabra de inglés, lo cual no siempre hace fácil la comunicación. Hemos deducido por las miradas de la gente que, aquí, con independencia de los ropajes estrafalarios que puedan llevar algunos, los raros somos nosotros. Hemos comido picante porque a menudo no hay otra opción y Mónica ha tardado apenas un día en tener claro que el croissant con café con leche no va a ser la norma en este viaje, si es que en algún momento llega a catarlo.

Hemos tenido, en definitiva, un aterrizaje bastante abrupto en este extraño país, como bien podíamos haber anticipado al programar la mayor feria de ganado de Asia al principio de nuestro viaje.

A partir de ahora todo debería ser más fácil. Digo yo.

La festividad religiosa ha sido todo un espectáculo, con la gente bañándose en el río por millares y nosotros viéndolo desde una barca, como en los mejores documentales...y otros miles y miles de fieles alrededor del río y de la feria de animales llevando a cabo las más diversas actividades, a menudo en medio de cánticos religiosos sonando a través de megáfonos ensordecedores. En el propio festival he visto algunas escenas que no había visto antes y que espero no volver a ver nunca.

El mercado de animales ha sido pintoresco, interesante, menos chocante que la celebración religiosa en sí pero todo un espectáculo igualmente: bueyes, cabras, caballos, elefantes (no en venta), pájaros, camellos, puestos de comida, atracciones varias (incluidas la de la moto y el coche que suben por las paredes), un show de chicas que bailan para un público masculino, gurús religiosos que dan comida y un techo a aquellos que pasan tres días escuchándoles, cantantes y músicos diversos, vendedores ambulantes de toda índole, muchedumbres que duermen bajo las estrellas y que como único colchón tienen un manojo de paja por el que pagan algo menos de quince céntimos de euro.

Hemos paseado un poco por la ciudad de Patna, un lugar de muy dudoso interés si no fuera por la susodicha feria del ganado y la festividad religiosa que tienen lugar en Sonepur, a escasos 30km de aquí. No sé que hay de verdaderamente interesante en Patna: probablemente lo hemos visto y sin duda nos iremos de aquí con la sensación de no haberlo visto. Es un horror de ciudad, se mire como se mire...no la salva ni su cercanía con el sagrado Ganges ni ser la capital del estado de Bihar. Cuando algo está tan superpoblado, tan sucio y tan inmerso en el caos es difícil que se pueda percibir belleza alguna. Sucio hasta un punto exagerado que es difícil de concebir si no se ha visto; sucio como si varias generaciones se hubiesen propuesto ensuciar y hubiesen sacado un notable. Sucio como si no hubiese llovido en treinta años y como si no se hubiese recogido la basura en veinte. Sucio del verbo enguarrar.
Afortunadamente, siempre nos quedará el chicken tikka del restaurante Bellpepper de Patna.

Al día siguiente hemos sabido que habíamos salido en el Telegraph, un diario que potencialmente leen varios millones de seres humanos. No creo que se haya debido a razones de índole fotogénica: supongo que nuestras declaraciones afirmando que no nos preocupaba la seguridad a pesar de que hace unas semanas explotara aquí una bomba les ha parecido muy acorde con la línea editorial que quieren mantener.

Y de Patna a Varanasi (la antigua Benarés), donde yo había estado hace unos años, tras poco más de cuatro horas de tren.

Debo reconocer que entre el cambio de hora, el mal dormir y un cierto resfriado, ha habido momentos de los tres primeros días en que no le veía la gracia a tanta porquería. Hubo un momento en que me pareció demasiado fealdad, demasiada MISERIA, ruido, caos, polución y suciedad. También fue esta mi (nuestra) primera impresión al llegar a Varanasi, pero afortunadamente hemos empezado a verle el encanto que sin duda tiene. Creo que el hecho de estar más adaptados y en plenitud de facultades también ayuda a ver la cara buena de las cosas.

Los ghats ('escaleras') que van a morir al Ganges son algo muy especial, particularmente a primera o última hora del día. Por la noche se llenan de vida (y de muerte): algunos ghats se dedican a las famosas incineraciones en grandes hogueras de los recién fallecidos, otros a coloridos rituales religiosos, otros a cánticos, otros están vacíos, en otros unos niños juegan a bádminton o a cricket, en otros apenas hay un santón hindú o algún mendigo, quizás alguien que ha bajado a lavarse o a orar en la orilla, en otros hay apenas un par de bueyes o varios perros callejeros.

Los ghats son un espectáculo de luz y de color como la vida y como la tómbola de Marisol: frente a ellos circulan unas pocas barquitas a remo o a motor con turistas extranjeros o visitantes indios. El todo sigue viéndose auténtico porque los hindúes son amplia mayoría y además hacen más ruido.

Es junto al Ganges, caminando por los ghats o sentado en alguna de las terrazas que sobre él dan, cuando me he reconciliado con Varanasi y con la India, después de un inicio en que me costaba verle la poesía, la belleza o el exotismo a todo esto.

Caminado caminandillo por los ghats hemos pasado por el Mheer Ghat, que es donde me alojé hará unos siete años y donde me di el celebérrimo baño en el Ganges que tanto me purificó y de cuyas rentas aún vivo. De hecho, hemos cenado en la terraza del Alka Hotel, que es donde estuve entonces. Ahora nos alojamos en el Assi Ghat, casi al otro extremo de los ghats, río arriba.

Aparte de la feria del ganado, el viaje está totalmente abierto, así que aquí en Varanasi hemos empezado a planificar un poco nuestros próximos destinos: Kolkata (Calcuta), seguramente algún lugar de los himalayas o pre-himalayas donde podamos caminar y ver algún paisaje bonito sin tener que estar bajo cero...y quizás también Delhi, por donde tendremos que pasar sí o sí.

No, si al final acabaremos cogiéndole el gusto a tanta m.erd., ya veréis.

Seguiremos informando!

Abrazos,

Hugo

PD: las fotos que ilustran este artículo son de Germán, fotógrafo oficial del viaje


LAS FOTOS SON, IN ORDER OF APPEARANCE:

1. En el tren Patna-Varanasi, Sleeper Class 3AC, aunque no fuese la hora de dormir.

2. Seres humanos de sexo masculino en la feria de Sonepur.

3. Remontando el río en barquita el día de la fiesta del Kartik Purnima (fiesta de la luna llena). Aquí les da miedo la soledad; las aglomeraciones las llevan bastante bien.

4. Dándose un bañico hinduista y/o supuestamente higiénico en el Kartik Purnima.

5. Paseando por la feria del ganado de Sonepur.

6. Niño ojeroso con su mamá.

7. Vendedor ambulante de adornos femeninos para el rostro. Detrás de él, pequeñas balas de paja para no pasar la noche en contacto con el suelo.

8. Los seis tipos más guays de toda la feria.

9. Paisaje ferial.

10. Vendedor de paan (digestivo refrescante consistente en una hoja rellena de delicatessen varias que se come de un solo bocao), preparándome un sweet paan.

11. Tomando algo en el terrado del Palace on Ganges de Varanasi con, efectivamente, el Ganges de fondo.

12. Escena trafiquil varanasiense.



























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