20 noviembre 2013

Welcome to India: un aterrizaje algo brusco


Namaste everybody!!

Por alguna extraña razón que no sabría explicar he acabado de nuevo en la India, esta vez de vacaciones durante tres semanas con mis amigos Germán y Mónica.

Apenas llevamos unos días aquí y ya hemos visto que todo funciona y fluye de otra manera...aunque decir que las cosas 'fluyen' o 'funcionan' pueda ser demasiado ambicioso. De hecho, unas pocas horas nos han bastado para percibir que aquí las cosas son distintas. Hemos vivido el caos más absoluto del tráfico, con todo tipo de vehículos/peatones/animales invadiendo el carril contrario de manera permanente; los accidentes a menudo van del canto de un duro y ponen en verdadero peligro vidas humanas. Hemos visto también lo que sucede cuando el duro cae del lado equivocado, porque a fuerza de miles de cantos el duro inevitablemente tiene que mostrar su cruz. Sabemos ya lo que es necesitar tres horas para completar 28 kilómetros y no hemos tardado en verificar que aquí el klaxon es casi tan importante como el volante. Ha habido minutos en que la bocina de nuestro taxista sonaba más de cuarenta segundos. El mismo taxista que, por cierto, ha aparecido a las 6h de la mañana cuando lo habíamos contratado para las 4.45h.

Nos han entrevistado para el Telegraph of India y nos han hecho un reportaje fotográfico junto a unos elefantes. Unas colegialas, en plena ciudad, nos han tomado otras fotos para ilustrar no sé qué trabajo que tenían que hacer para el colegio. La misma ciudad donde, bien entrada la noche, una familia al completo -niños incluidos- se dedicaba al noble arte de asfaltar las calles, con las herramientas más rudimentarias y manuales que para tal fin hubiésemos visto nunca. En otro lugar ha habido un momento en que una mano india, sin invitación previa, ha entrado en contacto con el pandero de Mónica. Y también hemos comprobado rápidamente cómo, en determinados escalafones que son mayoritarios, la gente no habla ni palabra de inglés, lo cual no siempre hace fácil la comunicación. Hemos deducido por las miradas de la gente que, aquí, con independencia de los ropajes estrafalarios que puedan llevar algunos, los raros somos nosotros. Hemos comido picante porque a menudo no hay otra opción y Mónica ha tardado apenas un día en tener claro que el croissant con café con leche no va a ser la norma en este viaje, si es que en algún momento llega a catarlo.

Hemos tenido, en definitiva, un aterrizaje bastante abrupto en este extraño país, como bien podíamos haber anticipado al programar la mayor feria de ganado de Asia al principio de nuestro viaje.

A partir de ahora todo debería ser más fácil. Digo yo.

La festividad religiosa ha sido todo un espectáculo, con la gente bañándose en el río por millares y nosotros viéndolo desde una barca, como en los mejores documentales...y otros miles y miles de fieles alrededor del río y de la feria de animales llevando a cabo las más diversas actividades, a menudo en medio de cánticos religiosos sonando a través de megáfonos ensordecedores. En el propio festival he visto algunas escenas que no había visto antes y que espero no volver a ver nunca.

El mercado de animales ha sido pintoresco, interesante, menos chocante que la celebración religiosa en sí pero todo un espectáculo igualmente: bueyes, cabras, caballos, elefantes (no en venta), pájaros, camellos, puestos de comida, atracciones varias (incluidas la de la moto y el coche que suben por las paredes), un show de chicas que bailan para un público masculino, gurús religiosos que dan comida y un techo a aquellos que pasan tres días escuchándoles, cantantes y músicos diversos, vendedores ambulantes de toda índole, muchedumbres que duermen bajo las estrellas y que como único colchón tienen un manojo de paja por el que pagan algo menos de quince céntimos de euro.

Hemos paseado un poco por la ciudad de Patna, un lugar de muy dudoso interés si no fuera por la susodicha feria del ganado y la festividad religiosa que tienen lugar en Sonepur, a escasos 30km de aquí. No sé que hay de verdaderamente interesante en Patna: probablemente lo hemos visto y sin duda nos iremos de aquí con la sensación de no haberlo visto. Es un horror de ciudad, se mire como se mire...no la salva ni su cercanía con el sagrado Ganges ni ser la capital del estado de Bihar. Cuando algo está tan superpoblado, tan sucio y tan inmerso en el caos es difícil que se pueda percibir belleza alguna. Sucio hasta un punto exagerado que es difícil de concebir si no se ha visto; sucio como si varias generaciones se hubiesen propuesto ensuciar y hubiesen sacado un notable. Sucio como si no hubiese llovido en treinta años y como si no se hubiese recogido la basura en veinte. Sucio del verbo enguarrar.
Afortunadamente, siempre nos quedará el chicken tikka del restaurante Bellpepper de Patna.

Al día siguiente hemos sabido que habíamos salido en el Telegraph, un diario que potencialmente leen varios millones de seres humanos. No creo que se haya debido a razones de índole fotogénica: supongo que nuestras declaraciones afirmando que no nos preocupaba la seguridad a pesar de que hace unas semanas explotara aquí una bomba les ha parecido muy acorde con la línea editorial que quieren mantener.

Y de Patna a Varanasi (la antigua Benarés), donde yo había estado hace unos años, tras poco más de cuatro horas de tren.

Debo reconocer que entre el cambio de hora, el mal dormir y un cierto resfriado, ha habido momentos de los tres primeros días en que no le veía la gracia a tanta porquería. Hubo un momento en que me pareció demasiado fealdad, demasiada MISERIA, ruido, caos, polución y suciedad. También fue esta mi (nuestra) primera impresión al llegar a Varanasi, pero afortunadamente hemos empezado a verle el encanto que sin duda tiene. Creo que el hecho de estar más adaptados y en plenitud de facultades también ayuda a ver la cara buena de las cosas.

Los ghats ('escaleras') que van a morir al Ganges son algo muy especial, particularmente a primera o última hora del día. Por la noche se llenan de vida (y de muerte): algunos ghats se dedican a las famosas incineraciones en grandes hogueras de los recién fallecidos, otros a coloridos rituales religiosos, otros a cánticos, otros están vacíos, en otros unos niños juegan a bádminton o a cricket, en otros apenas hay un santón hindú o algún mendigo, quizás alguien que ha bajado a lavarse o a orar en la orilla, en otros hay apenas un par de bueyes o varios perros callejeros.

Los ghats son un espectáculo de luz y de color como la vida y como la tómbola de Marisol: frente a ellos circulan unas pocas barquitas a remo o a motor con turistas extranjeros o visitantes indios. El todo sigue viéndose auténtico porque los hindúes son amplia mayoría y además hacen más ruido.

Es junto al Ganges, caminando por los ghats o sentado en alguna de las terrazas que sobre él dan, cuando me he reconciliado con Varanasi y con la India, después de un inicio en que me costaba verle la poesía, la belleza o el exotismo a todo esto.

Caminado caminandillo por los ghats hemos pasado por el Mheer Ghat, que es donde me alojé hará unos siete años y donde me di el celebérrimo baño en el Ganges que tanto me purificó y de cuyas rentas aún vivo. De hecho, hemos cenado en la terraza del Alka Hotel, que es donde estuve entonces. Ahora nos alojamos en el Assi Ghat, casi al otro extremo de los ghats, río arriba.

Aparte de la feria del ganado, el viaje está totalmente abierto, así que aquí en Varanasi hemos empezado a planificar un poco nuestros próximos destinos: Kolkata (Calcuta), seguramente algún lugar de los himalayas o pre-himalayas donde podamos caminar y ver algún paisaje bonito sin tener que estar bajo cero...y quizás también Delhi, por donde tendremos que pasar sí o sí.

No, si al final acabaremos cogiéndole el gusto a tanta m.erd., ya veréis.

Seguiremos informando!

Abrazos,

Hugo

PD: las fotos que ilustran este artículo son de Germán, fotógrafo oficial del viaje


LAS FOTOS SON, IN ORDER OF APPEARANCE:

1. En el tren Patna-Varanasi, Sleeper Class 3AC, aunque no fuese la hora de dormir.

2. Seres humanos de sexo masculino en la feria de Sonepur.

3. Remontando el río en barquita el día de la fiesta del Kartik Purnima (fiesta de la luna llena). Aquí les da miedo la soledad; las aglomeraciones las llevan bastante bien.

4. Dándose un bañico hinduista y/o supuestamente higiénico en el Kartik Purnima.

5. Paseando por la feria del ganado de Sonepur.

6. Niño ojeroso con su mamá.

7. Vendedor ambulante de adornos femeninos para el rostro. Detrás de él, pequeñas balas de paja para no pasar la noche en contacto con el suelo.

8. Los seis tipos más guays de toda la feria.

9. Paisaje ferial.

10. Vendedor de paan (digestivo refrescante consistente en una hoja rellena de delicatessen varias que se come de un solo bocao), preparándome un sweet paan.

11. Tomando algo en el terrado del Palace on Ganges de Varanasi con, efectivamente, el Ganges de fondo.

12. Escena trafiquil varanasiense.



























Comments:
Ah, Bihar! Un indio me dijo que si algún día India perdía Kashmir en favor de Pakistán, se tenían que llevar en el mismo pack a Bihar, que no lo querían...

Entonces tuve claro que en la medida que India se desarrollara, la auténtica siempre se podría encontrar en Bihar.

Tranquilo, que estás de paso, no te tienes que quedar!
 
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