26 mayo 2007

Crónicas bolivianas desde la poco pacífica La Paz



Hola a tod@s, gentes de bien!

Espero que estéis en plena forma.

Yo estoy en La Paz, por segunda vez, después de un mini-tour por la zona de selva del país.

Después de mi último artículo, escrito desde Potosí, estuve en Sucre, que nunca me queda claro del todo si es la capital o no lo es: en principio la capital es La Paz, pero hay gente de mal que sólo quiere crear confusión. Sucre es, en todo caso, donde está el poder judicial -en huelga, por cierto, lo cual no es noticia en este país- y dicen que Evo Morales se quiere llevar también el Gobierno para allí. A mi me parece bien.

Sucre es una ciudad pequeña, bonita, incluso coqueta (la pintan toda de blanco una vez al año!!). Se hace agradable pasear un poco, deambular por la plaza central y, si no fuera porque llevo sobredosis de iglesias a estas alturas, podría también apetecer visitar alguna. Estuve allí con unos amiguetes germanoparlantes que trabajan en una ONG de Potosí, salimos un poco de fiesta...como novedad, fue la primera vez que no nos sentimos bienvenidos y hubo un par de jóvenes borrachos que se metieron con nosotros en una discoteca y en la calle.

En este país la gente bebe mucho y, cuando uno bebe mucho, se le ve el plumero.

De Sucre tenía un vuelo a La Paz, porque el viaje por carretera es una paliza.
La Paz tenía una cierta carga mítica, siempre me había atraído, pero no me ha gustado tanto. Es un auténtico caos: se hace incluso difícil caminar tranquilamente. En el centro las aceras son muy estrechas, la mitad del espacio está ocupada por vendedores ambulantes y nadie lleva un rumbo fijo, en especial porque la mitad de la gente está subiéndose o bajándose de una de las furgonetillas que cubren las rutas urbanas y que convierten el tráfico en un auténtico berenjenal. Yo creo que debe haber más de 1.000 de estas furgos: son privadas y son el medio de transporte mayoritario. Además de pitar continuamente, van gritando sin parar la ruta que cubren y el precio ("Sementerio, Avenida Péres, El Alto...un bolivianooooo!"), con lo cual la contaminación acústica es notable. Por último, decir que el barrio donde están los turistas resulta realmente demasiado turístico.

De La Paz me quedo con su ubicación, entre montañas de formas escarpadas, una de ellas nevada. Me quedo también con el Mercado del Alto (o de La Ceja), al cual corresponde la foto de arriba: es un buen sitio para pasear por un inmenso mercado, uno de los pocos lugares que he visto donde hay gente que vende artículos de "valor cero": muñecas tipo mercadillo, usadas y descabezadas, revistas Hola -de España- de 1998, cristales de gafas sueltos...y cosas aún más inútiles. Hay puestos más interesantes, en realidad hay de todo y barato, y el telón de fondo son las vistas de la ciudad, que queda abajo.
Me intentaron robar en pleno mercado, tendiéndome una emboscada aparentemente fortuita: alguien cambia de sentido de manera repentina, chocas contra él...y alguien detrás tuyo choca contra ti. Noté una presión en la espalda, me pareció algo extraño: me recordó una situación con mi hermano José María en un mercado de Perú en que le acabaron escupiendo en la oreja para robarle la cartera. Salí inmediatamente del tumulto, me puse la mano en la espalda, y vi que mi gymsack (mochila) tenía un buen corte. Fue una suerte darme cuenta a tiempo, porque ya asomaba por el corte mi teléfono móvil. Tenía también mi cartera y otros objetos de valor.
En La Paz, al contrario que en muchas ciudades "en pendiente", la parte pobre se sitúa arriba y en la zona del mercado hay que ir con cuidado.

También salvaría de La Paz el restaurante libanés Yussef, donde debo haber comido 4 ó 5 veces y el interesante Museo de la Coca.

Por último, me gustó mucho también la visita al Mercado de la Coca, que está apartado del centro pero que me fue recomendado por un amigo francés. Es el principal mercado del país y allí se vende la hoja de coca en grandes bolsas de unos 25 kilos. Me estuve paseando y hablando un poco con algunos vendedores: era el único turista. Uno de ellos, cuando le dije que estaría cerca de la región donde tienen los campos, me invitó a pasar a verlos. Es un mercado legal, destinado a los usos tradicionales de la coca (aquí la coca, en las grandes alturas, es parte integrante de la cultura del país: se usa principalmente chupada/mascada, teniéndola muchas horas en la boca, porque ayuda a adaptarse a la altura, tener más energía, menos hambre, etc.), pero se sabe también que hay gente que la compra para llevársela a zonas productoras de cocaína. No es un mercado muy movido, pero resulta interesante.

Uno de los principales "tours" que se ofrecen en La Paz es la llamada Carretera de la Muerte, que según algunas estadísticas es la más peligrosa del Mundo por el número anual de fallecidos. El tour te lleva hasta La Cumbre (4.700 metros sobre el nivel del mar) y allí te dan una mountain bike para que bajes hasta Coroico, que está a 1.200m. Apenas hay que pedalear unos pocos kilómetros, porque la mayoría es en bajada. Claro. El tramo comprometido son los últimos kilómetros, ya llegando a Coroico, la llamada "cerretera vieja", cuando el asfalto se convierte en tierra y el camino se estrecha mucho.

A pesar de que me parecía una turistada, al final decidí contratar el tour. Sin embargo, el día convenido, la agencia me dejó plantado y, no teniendo ganas de pasar un día más en La Paz, decidí alquilar una moto e ir a Coroico yo solito.

Esta es mi moto, una Honda de 400cc. Nunca antes había llevado una moto con marchas, pero estuve practicando por un circuitillo de tierra antes de salir. Para más seguridad, llegué hasta Coroico por la carretera nueva, de asfalto, y decidí hacer la vieja de subida, porque uno va por el interior y es más seguro.



Aún así, fue todo una experiencia, en especial el último tramo antes de llegar a la carretera principal: el camino se estrecha, había una niebla intensa, se puso a llover y el suelo pedregoso se hace resbaladizo. El precipicio es realmente imponente y no hay vallas de seguridad. Además, uno empieza a encontrarse cruces como la de la imagen cada pocas curvas. Si uno va despacito no hay mucho peligro, porque apenas circulan vehículos en sentido contrario. La verdadera amenaza son los perros sueltos, que están por todas las carreteras del país y que respetan a los coches y a los peatones, pero que tienen la mala costumbre de correr tras las motos, ladrando, e intentar morderte las piernas...lo que te obliga a acelerar. Me crucé con dos en la famosa carretera y me dieron un pequeño susto.

Así pues, el titular de este artículo podría haber sido "Aprendiendo a llevar una moto con marchas en la carretera más peligrosa del Mundo"...para que veáis que aún podría ser más sensacionalista.

Lo más increíble de esta carretera es que, aunque cada vez se usa menos, aún circulan por ella camiones de transporte y autobuses, que ocupan casi todo el ancho: uno de ellos tiene que hacer marcha atrás cuando se encuentran cara a cara.


De regreso a La Paz, mi próximo destino volvía a ser Coroico, pero esta vez no fui por la carretera vieja, sino por la nueva, en una furgoneta en que íbamos como en una lata de sardinas. Coroico es un punto intermedio entre el altiplano (más de 3.000m.) y la selva, adonde me dirigía.

En el autobús conocí a tres americanos muy simpáticos. Una vez en Coroico, nos alojamos juntos y se apuntaron a ver con mi amigo Juan -el productor de coca- sus campos, como podéis ver en la foto. También tenía plantado un poco de café y fue interesante. La producción legal de coca es un trabajo bastante ingrato y que reporta pocos beneficios, a menos que tengas grandes extensiones de tierra. Las tentaciones para meterse en el negocio ilegal son, pues, muchas.

Coroico es un sitio muy traquilo, agradable, con unas vistas preciosas, donde ya no hace el frío del altiplano. Me dediqué al dolce far niente y a enseñarle a Juan -el productor de Coroico- a usar internet.

De Coroico me fui a Rurrenabaque, que está a unas 14 horas de autobús, en la selva. El principio del trayecto fue por la continuación de la Carretera de la Muerte, por donde resulta increíble que pueda pasar un autobús de 50 pasajeros. En algunas curvas la carrocería del autobús pasaba por encima del vacío (no así las ruedas, afortunadamente) y daba bastante impresión, incluso a pasajeros bolivianos. Además, el vehículo no tiene baños y las compañías tienen la tercermundista mala costumbre de no parar, a menos que los conductores quieran ir al baño, en cuyo caso lo hacen discretamente, sin avisar ni dejar bajar al resto del pasaje. Es increíble. La solución es amotinarse y bajar igualmente. Los asientos, además, son muy incómodos, nada que ver con Argentina. Así pues, antes incluso de llegar a Rurrenabaque (Rurre) ya había decidido que volvería a La Paz en avión.

En Rurre he pasado tres días aún más tranquilos, dedicados a algún paseíto, a leer mucho y a comer bien, sin contratar ninguna de las múltiples excursiones que te ofrecen allí y que dan sobretodo la posibilidad de ver muchos animales salvajes.

Uno de los días en Rurre alquilé un quad (una especie de moto de cuadro ruedas) y me di un paseo por la zona. No sabiendo adónde ir y no habiendo muchos lugares transitables, me dirigí al aeropuerto. No tenía muy claro que hubiese llegado, pero supuse que una casita y una gran explanada de tierra y hierba, en plena selva, tenía que ser el aeropuerto. Era ya por la tarde y no había nadie. Bueno, sí, el guardián. La pregunté si eso era el aeropuerto y me dijo que sí; estuvimos charlando un rato y, después de tres minutos, para mi sorpresa, me preguntó si quería entrar con el quad en la pista de despegue. "Ya no debería llegar ningún vuelo hasta mañana", me dijo, a lo que yo le contesté "Eso espero!".


Por supuesto, no podía desaprovechar una oportunidad tan fantástica y me metí con el quad en la pista, la misma donde al día siguiente despegaría mi avión a La Paz.

Fue una sensación curiosa, muy divertida: estar en medio de la selva, en la pista de un aeropuerto de tierra y hierba, haciendo un poco el indio con un quad. Fue el único sitio en que el suelo estaba bien y pude correr un poco: le di a fondo, al máximo, casi hasta el final de la pista, pero, para decepción mía, el quad no se separó ni un centímetro del suelo y no despegó.

Ahora vuelvo a estar en La Paz, en un café-internet, rodeado como casi siempre de israelíes, que despiertan muy pocas simpatías entre los locales y los demás turistas. Mi idea, desde aquí, es ir al Lago Titicaca y desde allí cruzar a Bolivia.

Respecto a Bolivia, decir que el país me parece algo más avanzado de lo que me hubiera imaginado. No es que haya una barbaridad de infraestructuras pero las carreteras no están tan mal como hubiera esperado. Gran parte de la vida se sigue llevando a cabo en la calle. Abundan los puestoa ambulantes. Hay muchísimos mercados aparentemente improvisados. En las ciudades se encuentra una curiosa mezcla de gente vestida "a lo occidental" y de personas con la típica ropa tradicional (como las "cholitas", con su típica falda, que podéis ver en la primera foto de este artículo), que suelen venir del campo y que se sienten mucho menos cómodas con las nuevas tecnologías...y con los que a veces no es fácil mantener una conversación sobre Schopenhauer o el pensamiento keynesiano.

La gente es, por lo general, simpática y amable, aunque hay de todo. Como decía más arriba, alguna vez he notado un cierto rechazo al visitante: se trata sin embargo de una minoría, que habitualmente son los más jóvenes.

En el país hay manifestaciones reivindicativas cada dos por tres, aunque la gente parece estar relativamente contenta/resignada con el presidente Evo Morales, que probablemente ganará otra vez, porque los pobres o gentes de origen indígena -como Evo- son aquí amplia mayoría.

Los precios en Bolivia son los más baratos que he visto hasta ahora y uno puede gastar menos de 10 euros en un día sin hacer grandes esfuerzos, lo cual sería imposible en Argentina, por ejemplo. Alguna vez he comido en el Comedor Popular de algún mercado por 1,5 bolivianos, que vendrían a ser 14 céntimos de euro. Aún así, mi gasto diario suele ser del equivalente a 15-20 euros, porque no estamos aquí para sufrir.

Abrazos a todos!!

hugo


10 mayo 2007

Potosí: tres horas bajo tierra en la ciudad más alta del mundo

.

Hola a todos!

Sí, sí, sí, estoy en Potosí.

Hoy cumplo una semana en Bolivia y desde mi último artículo he disfrutado de unos días realmente espectaculares.

Mis últimos días en Argentina fueron de maravilla: estuve en el norte del país, en las provincias de Salta y Jujuy, que sirven un poco de preparación a las tierras andinas bolivianas. Uno está cada vez a más altura sobre el nivel del mar y puede reconocer enseguida los rasgos andinos en la gente, ropas con mucho colorido, nuevas músicas, la costumbre de mascar hoja de coca, etc.

Lo más destacable de esos últimos días argentinos fue la espectacular naturaleza de la zona que rodea a Salta, en especial la carretera de tierra que va de Cafayate a Cachi, con paisajes multicolores a gran escala que parecen traídos de otro planeta.



La zona de la Quebrada de Cafayate también es realmente espectacular...y yo no soy de los que planean sus viajes en función de los atractivos naturales. La zona noroeste de Argentina es ya muy andina y está poco habitada, por lo que se pueden visitar pueblos totalmente desconectados de nuestro mundo moderno. La visita a Tilcara fue fantástica, pero aún fue mejor nuestra excursión a Iruya, un pueblecito que está a 60 km. de la carretera de asfalto, totalmente aíslado; desde Iruya hicimos un paseo de 5 horas a San Isidro, un pueblo aún más aíslado. De camino a Iruya, en nuestro coche alquilado, llevamos a una chica de un pueblo de la zona que nunca había estado en una ciudad, que no tenía televisión; su referente de "población grande" era el propio pueblo de Iruya, adonde iba 2-3 veces al año a vender empanadas cuando había una fiesta importante.

Y, como os decía, ya estoy en Bolivia!

El primer contacto con este país fue, como cabía esperar, todo un impacto. Cruzamos la frontera argentino-boliviana a pie, cambiamos algo de dinero y tomamos un taxi en dirección a la estación de trenes. El taxi no arrancaba ni a la de tres y, buscando la llave con la mirada, me di cuenta de que el taxista utilizaba, en lugar de la llave, un destornillador (!) para accionar el contacto. Fue una primera señal de lo que nos esperaba, aunque a día de hoy debo decir que afortunadamente no todo ha estado a este nivel.

Mi primer objetivo en Bolivia era la zona del Salar de Uyuni, adonde se accede desde la ciudad del mismo nombre. Hicimos una excursión de tres días en que estuvimos totalmente desconectados de todo. Visitamos el Salar de Uyuni, una de las maravillas de este continente: se trata de un desierto de sal de más de 12.000 km cuadrados (un área de más de 100 x 100 km), absolutamente blanco como puede imaginarse, un paisaje increíble.



Nos llevaron también a un cementerio de trenes, donde estaban abandonados algunos de los primeros trenes que tuvo Bolivia, un lugar realmente pintoresco que me encantó.



También vimos una planta de procesamiento de sal, interesante por lo precario del proceso, que en su mayoría era llevado a cabo manualmente por una chica de apenas 20 años. A partir de allí, fue una auténtica sobredosis de naturaleza de primer nivel: volcanes, lagos de distintos colores, unas aguas termales donde nos bañamos, géisers, montañas y conjuntos de rocas de formas sorprendentes...una auténtica maravilla. Gran parte de los atractivos están en un parque protegido llamado Eduardo Avaroa. Íbamos séis en un 4x4 con un guía local y dormíamos en sitios donde apenas había electricidad. Toda la zona está entre 3.000 y 5.000 metros sobre el nivel del mar y por las noches hacía bastante frío.

Una vez acabado el tour, me fui de Uyuni en dirección a Potosí, la que muchos consideran la ciudad más alta del mundo, a 4.090 metros sobre el nivel del mar.

Aunque en Potosí he estado ya casi tres días, toda mi estancia se podría reducir a la mañana de ayer, cuando viví una de las experiencias más impactantes de mi vida: la visita a las minas de Potosí.

Potosí está junto al llamado Cerro Rico, una montaña en cuyo seno se descubrieron, en tiempos de los españoles, grandes yacimientos de plata que convirtieron la ciudad en una de las más ricas del mundo (hay que decir que, antes de descubrirse la plata, el cerro probablemente no se llamaba Cerro Rico). De ahí la fama de Potosí y expresiones como "valer un potosí".

Desde entonces, el cerro se ha seguido explotando ininterrumpidamente y se han extraído plata y otros muchos minerales. Se cree que, desde que se empezó a explotar en el siglo XVI, han fallecido en las minas más de 8 millones de personas, entre indígenas y esclavos africanos! Hoy en día siguen muriendo bastantes mineros porque, por increíble que parezca, las condiciones de trabajo no son fundamentalmente distintas de las de hace más de 400 años, en particular todo lo que concierne a la seguridad (desplomes) y enfermedades respiratorias. La esperanza de vida de los mineros es de apenas 40 años.

Cuando, el lunes, firmé la cláusula que liberaba a la agencia de toda responsabilidad en nuestra visita a la mina, debo reconocer que me dió un poco de mal rollo...el texto asustaba, puesto que dejaba claro que había un riesgo y que íbamos a estar en zonas subterráneas activas, con mineros trabajando.

El "tour" superó incluso nuestras expectativas. Se trata de una visita que estaría absolutamente prohibida en cualquier país europeo y probablemente también en lugares como Kazakastan...y que probablemente no se pueda hacer en estas mismas condiciones en Bolivia durante mucho tiempo. Primero nos vistieron de mineros, con botas, ropas resistentes y el necesario casco con su lamparita: yo pensaba que este atuendo sería un poco exagerado, pero me equivocaba. Después visitamos el mercado minero, donde los mineros compran herramientas, dinamita, hojas de coca para aguantar el esfuerzo y tener menos hambre, alcohol de 96º (le llaman "alcohol potable") para trabajar un poco contentos, etc. Yo compré una carga de dinamita para regalarle a los mineros en nuestra visita, para que os hagáis una idea del nivel de control que hay aquí.

Después visitamos las plantas donde se procesan las piedras y se separa el mineral, aunque el plato fuerte estaba aún por llegar: la visita a la mina.

Nos llevaron desde allí a una de las mayores minas de la zona, la de Candelaria Baja, donde un ex-minero nos dio un paseo de casi tres horas bajo tierra. Fue una experiencia muy impactante y el grupo se vio reducido enseguida de 7 a 5 elementos porque a una chica le entró una mezcla de claustrofobia y dificultades respiratorias (hay muchos gases, hace calor y la mina está a más de 4.100m, por lo que hay poco oxígeno)...su novio se quedó con ella fuera de la mina. Todos los demás pasamos también nuestros momentillos, porque tuvimos que avanzar por túneles tan estrechos que teníamos que ir primero agachados, después a gatas y finalmente arrastrándonos.



Sudábamos bastante y costaba un poco respirar, por lo que parábamos a menudo. De vez en cuando nos teníamos que subir a las paredes de la mina para que pudiese pasar -empujado por dos o tres mineros- uno de los carritos que transportan la roca.



En un par de momentos pasamos, estirados, por túneles por donde apenas cabíamos: la barriga al suelo y la espalda rascando contra la roca. Lo peor era el mal rollo que da la precariedad de los sistemas de fijación de los "techos", que a menudo eran cuatro maderos aguantando unas piedras que a su vez sostenían la parte superior del túnel (ver la primera foto que ilustra este artículo). Algunos de los tramos tenían como soporte las piedras que se instalaron en época de los españoles, lo que en cierta medida no es una mala noticia, puesto que siguen ahí. Volver a ver la luz fue una gran alegría.

Si buscáis a alguien para compartir una visita a las minas de Potosí, no contéis conmigo: nunca máis!


Ya contaré algo más de Bolivia en un próximo artículo. De momento puedo deciros que mi estómago ya se ha acostumbrado a la hoja de coca, que la gente aquí masca todo el día y que ayuda a adaptarse a la altura y respirar mejor. Añado una pequeña muestra de lo avanzado del sistema educativo boliviano (podéis ver la manera correcta e inequívoca de representar una casa):
.

Ahora espero seguir mi ruta por Sucre, La Paz, la zona de selva amazónica de Rurrenabaque, el Lago Titicaca...y de ahí a Perú. A la derecha, en la sección "Mi Ruta...", podéis ver tanto mi itinerario pasado como el que tengo previsto. Seguiré informando... y gracias por seguir leyéndome.

Abrazos!!

Hugo

This page is powered by Blogger. Isn't yours?