23 noviembre 2013
Noticias desde Calcuta, que ya vendría a ser algo más parecido a una ciudaz
Las cosas mejoraron después del primer impacto de Patna y Varanasi, como era de prever.
En cuanto nos acercamos al río empezamos a ver la cara más atractiva de Varanasi (antigua Benarés): recorrimos varias veces la orilla del Ganges por los ghats, en una y otra dirección, habitualmente a pie pero también una vez en barca al anochecer.
En Varanasi lo acabamos pasando muy bien, alternando momentos de inmersión indiana con momentos en pequeños oasis como cafeterías, restaurantes y nuestro fantástico hotel Palace on Ganges. Hay bastante infraestructura turística pensada para fauna mochilera como nosotros, lo cual en ocasiones se agradece. El espectacular lassi del Blue Lassi -una especie de chiringo callejero- fue uno de los momentos álgidos. El lassi es una especie de yogur líquido muy sabroso que aquí era algo más espeso y se tomaba con cuchara. Alrededor del templo de Vishwanath y cerca de los ghats hay una amplísima red de callejuelas pequeñas, de aproximadamente 1,50m de ancho y que en cualquier otro país serían lo que nosotros llamamos peatonales, pero que aquí se ven a menudo frecuentadas por motos, carritos y vacas. Nos dimos buenos paseos por ese laberinto, sin saber en casi ningún momento dónde estábamos exactamente. En el famoso templo de Vishwanath, por cierto, no nos dejaron entrar: creo que fue un fallo que Mónica y Germán se presentasen en la cola de entrada sin ofrendas, sin un punto rojo en la cara y sin haberse quitado los zapatos (tendrían que habérselos quitado en plena calle, lo cual en Varanasi puede dar cierto asquete). Lo mismo me hubiese sucedido a mi, que estaba esperando a que ellos entrasen para hacerlo yo en un segundo turno; renunciamos visto lo visto y vista la cola.
La gente en la India es mayoritariamente simpática y amable: suelen sonreír, nos preguntan de dónde somos y a veces nos preguntan qué pensamos de su país. Siempre que les pedimos información intentan ayudarnos.
Si en Patna el tráfico era totalmente caótico y nadie hacía el menor caso a los escasos policías que había, en Varanasi la situación no era muy diferente, aunque creo recordar que vimos al menos un semáforo.
En Calcuta la cosa es totalmente distinta: hay muchos semáforos y -a diferencia del de Varanasi- están encendidos y van cambiando de color. No sólo eso, sino que además la gente los respeta; también respetan bastante a los policías que regulan el tráfico, que en las dos primeras ciudades eran elementos decorativos. Supongo que hay un cierto orgullo bengalí propio de la gente de Calcuta, al ser un pueblo más culto, más limpio y mucho más ordenado. Algo pudo tener que ver la influencia inglesa, ya que es imposible llegar puntual al té de las 5 si no hay un mínimo civismo.
En Kolkata (Calcuta) estamos en el Hotel Kempton, un lugar donde las habitaciones 'De Luxe' son las más baratas de todas. Aquí hay palabras que se usan para vender la moto pero que no guardan necesariamente relación con la realidad. Una de ellas, por ejemplo, es la palabra Boutique en "Boutique Hotel", pero otro tanto puede pasar con De Luxe, con International o con VIP. Dicho esto, el Kempton está muy bien y, para los estándares de aquí, es de lo más de luxe que nos podemos permitir.
Kolkata tiene un cierto aire cosmopolita que quizás no hubiésemos sabido ver si viniésemos de Tokyo o de Nueva York, pero llegando de Patna cualquier molécula de metropolitanismo salta a la vista a las primeras de cambio. La gente viste un poco más a la occidental y no se hace tan extraño ver a mujeres jóvenes en pantalones, hay restaurantes de todo tipo donde además sirven alcohol, todo está más asfaltado, más arregladito y resulta, en general, mucho más agradable. Tan cosmopolita que hasta me pude comer un filete de ternera en el restaurante Mocambo, lo cual aquí es toda una rareza. Tan cosmopolita que el viernes por la noche fuimos a la discoteca del Park Hotel (Roxy) y nos encontramos un ambiente relatiiiiivamente parecido a lo que nos podríamos encontrar en una ciudad europea. En Calcuta hay mucha gente caminando por las aceras, cosa que en las otras ciudades era literalmente imposible, por no existir aceras, por estar derruidas o por estar permanentemente invadidas. Sigue habiendo cabras y perros en plena calle, pero con moderación y sabiendo cuál es el lugar que ocupa cada uno: no hay vacas durmiendo en medio de una avenida de dos carriles ni comiendo restos de basura en inmensos vertederos urbanos. Tampoco hay tantos rickshaws (tuc-tucs). Sí que sigue habiendo toda una sub-especie de taxistas extremadamente agresivos y kamikazes que están cada segundo luchando por adelantar, colarse o invadir un carril que no les corresponde con sus anticuados ambassadors de color amarillo intenso.
Como bien me recordó mi amigo Joaquín -que se conoce mis viajes mejor que yo-: "Tú en Calcuta no has estado". Ahora que sí he estado, imagino que Calcuta debe ser un referente en que se miran otras partes de la India. De todos modos -y aunque las cosas puedan avanzar- creo que si venís en los próximos 40 años todavía podréis tener una experiencia harto enriquecedora.
La visita al Victoria Memorial de Calcuta estuvo bien, particularmente por el paseo que dimos por el parque que lo circunda (circunda, bonita palabra). El edificio en sí, una enorme construcción en mármol, homenaje a la Reina Victoria de Inglaterra y de sus colonias, no sería exactamente de mi estilo, pero no le quito su mérito.
Otro de los días en Calcuta fuimos a un mercado de flores junto al río Hooghly, muy colorido y curioso, para acabar pasando más de cinco horas en un mercado de artesanías regionales de la India, donde Mónica y Germán hicieron compritas y yo pasé parte de mi tiempo escribiendo estas inspiradas líneas.
Ahora un par de días a la playa de Mandarmoni, recomendación de nuestro amigo Jeet, al que conocimos en Patna.
Abrazos!
Hugo
Y LAS NOMINADAS SON (ESTA VEZ HAY FOTOS COMO PARA PARAR UN TREN):
1. Mónica y Hugo caminando hacia uno de los ghats donde se hacen cremaciones,
2. Embarcadero en otro ghat,
3. Así son las calles de Varanasi,
4. Aquí no se distingue entre vehículos, seres humanos y demás animales: el embotellamiento nos afecta a todos casi por igual,
5. Germán y Mónica en la barquita a remos,
6. Un servidor en la barca: vamos contra la corriente pero no muestro síntomas de cansancio,
7. Mi lassi de granada en el Blue Lassi, fantasbuloso,
8. El ghat desde donde embarcamos para nuestro paseo,
9. Clásicas callejuelas del centro de Varanasi,
10. Niño, mujer, bici, moto y vaca en Varanasi,
11. Un Ambassador blanco,
12. Cenando en el Fire and Ice, que como su nombre indica es un restaurante italiano,
13. Foto de estudio en la habitación de Mónica y Germán en el hotel Kempton.
En cuanto nos acercamos al río empezamos a ver la cara más atractiva de Varanasi (antigua Benarés): recorrimos varias veces la orilla del Ganges por los ghats, en una y otra dirección, habitualmente a pie pero también una vez en barca al anochecer.
En Varanasi lo acabamos pasando muy bien, alternando momentos de inmersión indiana con momentos en pequeños oasis como cafeterías, restaurantes y nuestro fantástico hotel Palace on Ganges. Hay bastante infraestructura turística pensada para fauna mochilera como nosotros, lo cual en ocasiones se agradece. El espectacular lassi del Blue Lassi -una especie de chiringo callejero- fue uno de los momentos álgidos. El lassi es una especie de yogur líquido muy sabroso que aquí era algo más espeso y se tomaba con cuchara. Alrededor del templo de Vishwanath y cerca de los ghats hay una amplísima red de callejuelas pequeñas, de aproximadamente 1,50m de ancho y que en cualquier otro país serían lo que nosotros llamamos peatonales, pero que aquí se ven a menudo frecuentadas por motos, carritos y vacas. Nos dimos buenos paseos por ese laberinto, sin saber en casi ningún momento dónde estábamos exactamente. En el famoso templo de Vishwanath, por cierto, no nos dejaron entrar: creo que fue un fallo que Mónica y Germán se presentasen en la cola de entrada sin ofrendas, sin un punto rojo en la cara y sin haberse quitado los zapatos (tendrían que habérselos quitado en plena calle, lo cual en Varanasi puede dar cierto asquete). Lo mismo me hubiese sucedido a mi, que estaba esperando a que ellos entrasen para hacerlo yo en un segundo turno; renunciamos visto lo visto y vista la cola.
La gente en la India es mayoritariamente simpática y amable: suelen sonreír, nos preguntan de dónde somos y a veces nos preguntan qué pensamos de su país. Siempre que les pedimos información intentan ayudarnos.
Si en Patna el tráfico era totalmente caótico y nadie hacía el menor caso a los escasos policías que había, en Varanasi la situación no era muy diferente, aunque creo recordar que vimos al menos un semáforo.
En Calcuta la cosa es totalmente distinta: hay muchos semáforos y -a diferencia del de Varanasi- están encendidos y van cambiando de color. No sólo eso, sino que además la gente los respeta; también respetan bastante a los policías que regulan el tráfico, que en las dos primeras ciudades eran elementos decorativos. Supongo que hay un cierto orgullo bengalí propio de la gente de Calcuta, al ser un pueblo más culto, más limpio y mucho más ordenado. Algo pudo tener que ver la influencia inglesa, ya que es imposible llegar puntual al té de las 5 si no hay un mínimo civismo.
En Kolkata (Calcuta) estamos en el Hotel Kempton, un lugar donde las habitaciones 'De Luxe' son las más baratas de todas. Aquí hay palabras que se usan para vender la moto pero que no guardan necesariamente relación con la realidad. Una de ellas, por ejemplo, es la palabra Boutique en "Boutique Hotel", pero otro tanto puede pasar con De Luxe, con International o con VIP. Dicho esto, el Kempton está muy bien y, para los estándares de aquí, es de lo más de luxe que nos podemos permitir.
Kolkata tiene un cierto aire cosmopolita que quizás no hubiésemos sabido ver si viniésemos de Tokyo o de Nueva York, pero llegando de Patna cualquier molécula de metropolitanismo salta a la vista a las primeras de cambio. La gente viste un poco más a la occidental y no se hace tan extraño ver a mujeres jóvenes en pantalones, hay restaurantes de todo tipo donde además sirven alcohol, todo está más asfaltado, más arregladito y resulta, en general, mucho más agradable. Tan cosmopolita que hasta me pude comer un filete de ternera en el restaurante Mocambo, lo cual aquí es toda una rareza. Tan cosmopolita que el viernes por la noche fuimos a la discoteca del Park Hotel (Roxy) y nos encontramos un ambiente relatiiiiivamente parecido a lo que nos podríamos encontrar en una ciudad europea. En Calcuta hay mucha gente caminando por las aceras, cosa que en las otras ciudades era literalmente imposible, por no existir aceras, por estar derruidas o por estar permanentemente invadidas. Sigue habiendo cabras y perros en plena calle, pero con moderación y sabiendo cuál es el lugar que ocupa cada uno: no hay vacas durmiendo en medio de una avenida de dos carriles ni comiendo restos de basura en inmensos vertederos urbanos. Tampoco hay tantos rickshaws (tuc-tucs). Sí que sigue habiendo toda una sub-especie de taxistas extremadamente agresivos y kamikazes que están cada segundo luchando por adelantar, colarse o invadir un carril que no les corresponde con sus anticuados ambassadors de color amarillo intenso.
Como bien me recordó mi amigo Joaquín -que se conoce mis viajes mejor que yo-: "Tú en Calcuta no has estado". Ahora que sí he estado, imagino que Calcuta debe ser un referente en que se miran otras partes de la India. De todos modos -y aunque las cosas puedan avanzar- creo que si venís en los próximos 40 años todavía podréis tener una experiencia harto enriquecedora.
La visita al Victoria Memorial de Calcuta estuvo bien, particularmente por el paseo que dimos por el parque que lo circunda (circunda, bonita palabra). El edificio en sí, una enorme construcción en mármol, homenaje a la Reina Victoria de Inglaterra y de sus colonias, no sería exactamente de mi estilo, pero no le quito su mérito.
Otro de los días en Calcuta fuimos a un mercado de flores junto al río Hooghly, muy colorido y curioso, para acabar pasando más de cinco horas en un mercado de artesanías regionales de la India, donde Mónica y Germán hicieron compritas y yo pasé parte de mi tiempo escribiendo estas inspiradas líneas.
Ahora un par de días a la playa de Mandarmoni, recomendación de nuestro amigo Jeet, al que conocimos en Patna.
Abrazos!
Hugo
Y LAS NOMINADAS SON (ESTA VEZ HAY FOTOS COMO PARA PARAR UN TREN):
1. Mónica y Hugo caminando hacia uno de los ghats donde se hacen cremaciones,
2. Embarcadero en otro ghat,
3. Así son las calles de Varanasi,
4. Aquí no se distingue entre vehículos, seres humanos y demás animales: el embotellamiento nos afecta a todos casi por igual,
5. Germán y Mónica en la barquita a remos,
6. Un servidor en la barca: vamos contra la corriente pero no muestro síntomas de cansancio,
7. Mi lassi de granada en el Blue Lassi, fantasbuloso,
8. El ghat desde donde embarcamos para nuestro paseo,
9. Clásicas callejuelas del centro de Varanasi,
10. Niño, mujer, bici, moto y vaca en Varanasi,
11. Un Ambassador blanco,
12. Cenando en el Fire and Ice, que como su nombre indica es un restaurante italiano,
13. Foto de estudio en la habitación de Mónica y Germán en el hotel Kempton.