26 diciembre 2014

Todo lo que siempre quisísteis saber sobre Tailandia y sus gentes


Sí amigos,

Hace ya más de una semana que llegué a este tailandés país y la cosa me sigue yendo muy buenamente.

Ando metido en un taxi que me tiene que llevar de Bangkok a una ciudad costera -que no costosa- llamada Hua Hin.

Saliendo de Bangkok hacia el Sur por carretera uno se encuentra kilómetros y kilómetros de concesionarios con los coches expuestos, ordenaditos en filas y columnas, junto a la autopista. Hablamos de decenas de miles de vehículos. Es de suponer que muchos son de segunda mano y Bangkok no es precisamente una ciudad pequeña, pero la imagen no deja de ser impactante.

Aquí en la capital uno tiene a menudo esta sensación de que la economía tira, de que casi cualquier negocio en una callejuela de tercera se gana la vida...y de que casi todo el mundo consigue prosperar o, al menos, comer. La estadística oficial del paro parece un poco de los mundos de Yuppy (0,7%) y hasta sorprende que, por el mismo precio, no la hayan publicado negativa.
Se ve en Bangkok algún mendigo y mucha economía sumergida que no debe computar de ningún modo, pero la sensación es que casi todo el mundo trabaja y consume. Los mercados callejeros bullen de actividad a todas horas (mucha gente come fuera de casa de forma regular), los centros comerciales suelen estar repletos de gente y los taxistas -ay, los taxistas- rechazan una carrera larga porque hay demasiado tráfico y los parones no les compensan. Abundan las tiendas pijas donde los clientes y clientas parecen pedir -incluso suplicar- que se lo cobren todo el doble de caro para que sus vecinos no les miren mal.

Los niños van al colegio de lunes a viernes como en todo liechtenstein que se precie, pero muchos van a clases de refuerzo por las tardes y los sábados para obtener buenas notas y poder acceder a las mejores escuelas y universidades. En el centro de Bangkok hay en todas partes anuncios de estas escuelas, para que las chavalinas y chavalines se aseguren sacar tal o tal otra nota en el examen de inglés o de matemáticas. Resulta un poco chocante encontrarse a dichos niños, todos uniformaditos, un sábado por el centro de Bangkok.

"Algún día petará", se dirán algunos. "No puede durar mucho más esta farsa de burbuja tailandesa", sentenciarán otros. Probablemente tengan razón, pero de momento no se les ve preocupados. Obviamente la renta per capita de aquí queda muy lejos de una españa o una italia, pero se les ve la mar de felices.

El taxista musulmán que ahora mismo me lleva está empeñado en demostrarme que los 250 km de Bangkok a Hua Hin se pueden hacer en 1.30h o 2h. Yo estoy bastante seguro de que no va a ser así porque nadie nos va a evitar algunas bajadas de ritmo importantes, pero a estas alturas de la película casi prefiero no provocarle.

Hua Hin está lejos de ser la playa más paradisíaca de Tailandia, pero tiene la gran virtud de tener unos vientos muy adecuados para la práctica del kitesurf (http://bit.ly/1ASIRJ8). Y a eso voy. También voy en parte como homenaje a mi buen amigo y fiel lector, Hua Hin Blázquez.

Mi madre se marchó el domingo, hoy es martes y me queda una semanita por estas tierras. Mi idea es dejar de pasearme y aprovechar los buenos vientos que se prevén. Espero estar a gusto en Hua Hin, hacer kitesurf, pasearme un poco, comer bien, que me hagan algún masaje, y todo ello a poder ser entre 25 y 30 grados de temperatura. También en Hua Hin espero coincidir un día con la reputada blogger de hoteles y spas pijos Sonia Graupera, vieja amiga mía a pesar de su juventud. Ella va a Hua Hin porque la ha invitado un hotel y para escribir uno de sus excelsos artículos (www.soniatravelguides.com).

Volviendo a la cuestión que nos ocupaba -la aparente prosperidad de este país-, uno se pregunta qué es, al final, lo que hay detrás de tanto dinero circulando. ¿Qué es lo que, en último lugar, sustenta esta economía? ¿Es la propia dinámica del crecimiento económico la que, al fin y al cabo, permite que la cosa fulule? Es de suponer que, aparte del turismo, debe haber una industria considerable o algo más que explique el fenómeno. Tendré que informarme. Es una cuestión interesante, pues resulta llamativo ver un país en expansión cuando alguien viene de la desanimada Europa de 2014.

Sin salir del sector de los servicios, una actividad que llama la atención es la de los masajes. El masaje no parece ser aquí en Tailandia un lujo  que se permiten unos pocos privilegiados muy de vez en cuando. Aquí el masaje se considera un elemento esencial para tener una buena salud y, como tal, se recibe de forma habitual. Tuve ocasión de comprobarlo ayer lunes, cuando se me ocurrió presentarme en un gran centro de masajes (Asia Herb Association) sin cita previa, a primera hora de la tarde. Las chicas de la recepción ya me lo habían advertido cuando -esa misma mañana- había preferido no reservar hora. No me quedó otra que irme a otro de esos grandes centros, donde había una gran sala de espera -previa a la recepción- a medio camino entre la recepción de un hotel de lujo y una consulta de la Seguridad Social (sé que a bote pronto ambos conceptos pueden parecer muy alejados). También allí había lista de espera: me dijeron que tendría que esperar una hora, pero al final no fue ni siquiera media.

Pagué mis dos masajes por anticipado y me senté a esperar en un cómodo sofá, con mi té y mi wifi, rodeado de otros muchos clientes/pacientes que, como yo, esperaban que les llamaran. El primero de los masajes fue de cervicales, cuello, etc., y tuvo lugar en una cabina (una de muchas) sin nada particular. El segundo masaje -el masaje de pieses- tuvo lugar en una gran sala, escasamente iluminada, con 28 sofases reclinables de esos que usan los yankis para ver la tele. Al menos dos tercios de los sofás estaban ocupados, lo que da una idea de la enorme actividad que allí se desarrollaba. Ambos fueron excelentes y me metieron mucha caña, que al fin y al cabo es lo que me pide el cuerpo. Este centro se llamaba Health Land y es el tipo de centro donde, algún día, pasaré un día entero -con pausa para comer- en busca de una experiencia mística.

El domingo, un día antes, había estado en un lugar bastante distinto, uno de aquellos centros de masajes de primera división donde te tratan a cuerpo de rey, donde cantan los pajaritos y donde todo está cuidado hasta el más mínimo detalle, con su laguito y sus nenúfares y todo. Se trató del fabuloso Oasis Spa de Sukhumvit 31, del que la citada bloguera Sonia ha escrito páginas y páginas. Una maravilla que resulta varias veces más económica que el equivalente barcelonés (suponiendo que existiese tal equivalente), pero mucho más caro que el mítico 'masajes a mil'.

Perdonad mi larga disquisición sobre el mundo del masaje, pero es parte esencial de la cultura thai y algú ho havia de dir. Aquél que no haya callejeado largas horas por Bangkok difícilmente puede hacerse una idea de la magnitud del fenómeno. Y todo ello sin hablar de los 'otros' masajes, aquellos que le han venido a la mente a mis lectores más pícaros y calenturientos.

Me gustaría destacar también el hotel Ariyasom Villa, en el barrio de Sukhumvit, donde mi madre y yo pasamos tres días fantasbulosos y muy coloniales.

Finalmente hemos llegado a Hua Hin en menos de 2.15h y al hotel en 2.30h, cosa que a las chicas de recepción les ha parecido admirable.

Al entrar en mi cuarto del hotel observo que aquí en Tailandia las cajas fuertes de las habitaciones suelen ser todas del mismo modelo o bastante parecidas entre sí. Cumplen todas la función de ser difíciles de abrir pero, curiosamente, cumplen también la función de ser fácilmente transportables, al no estar normalmente fijadas a ningún elemento de la habitación y pesar menos de 20 kilos. Esta última característica le resta a uno un punto de tranquilidad, pero lo llevo bien.

[...]

Ha pasado casi una semana desde que escribí en el taxi camino de Hua Hin, aportando interesantes reflexiones sobre el mundo de las cajas fuertes. Ahora ya soy un hua-hinense más y conozco la ciudad como la palma de mi mano.

Es este un lugar curioso: como os decía, hay lugares mucho más bonitos y playas con menos viento, pero por alguna razón aquí se está bien y a los turistas parece gustarles, amén de ser los precios más reducidos que en las famosas islas tailandesas. Se encuentra uno a bastante europeo que huye del invierno inglés y se instala aquí, a menudo unas semanas y a menudo cada año. Algunos sospecho que incluso tienen casa aquí. Es también un lugar más sanote que Bangkok, donde se percibe menos 'vissio'. Hay bastantes parejas mixtas (tailandesa y europeo, por ejemplo), pero mucho más equilibradas que las que uno se encuentra en la capital: edad similar, atractivo físico similar, nivel social parecido, hijos en común, etc. En Bangkok uno se encuentra parejas de estas mixtas que no pegan ni con cola (siendo la cola el trasvase de dólares de unos bolsillos a otros). No sé si me explico.

Ya que mentábamos Bangkok, debo decir que la ciudad me ha sorprendido. Estuve ya en Tailandia en 2008, pero no recordaba que su capital fuese una ciudad tan moderna y cosmopolita. Hay zonas que recuerdan mucho a Tokyo: sobre todo diría que el barrio bangkokiano de Sukhumvit recuerda bastante a algunas zonas de la capital nipona...y en algunos casos al barrio de Roppongi.

Hay, en Bangkok como en Tokyo, mucho expatriado (gente de otros lugares del mundo que se ha instalado a vivir aquí), además de mucho turista. La similitud entre ambas ciudades se ve acentuada porque a los tailandeses, por lo menos a los de la gran ciudad, parece gustarles mucho todo lo japonés, con lo cual uno encuentra en Bangkok mucho restaurante japonés, mucho producto japonés, mucho té verde a la japonesa y mucha tienda japonesa. Sospecho que hay también una comunidad japo importante en Bangkok, porque si no sería difícil explicar como algunas zonas de Sukhumvit parecen más niponas que thais. Debe haber también importantes relaciones comerciales entre ambos países.

Tailandia tiene casi 70 millones de seres humanos -llamados tailandeses-, lo cual no les permite aspirar al récord guinness pero al menos les convierte en un grupo de personas más que respetable. Cuando uno tiene 70 millones de personas ya puede tener un idioma (bastante feo, por cierto), un alfabeto (muy original), una cultura propia, una comida propia...y un montón de cosas más que les dan a todos algo así como una identidad. Es, a mi parescer, tan poco sonoro el idioma tailandés que ni siquiera queda bien en una bonita canción ni en boca de una guapa tailandesa, que ya es decir. En cambio, creo que hay muchos terrenos en que el refinamiento tailandés sí parece más logrado: la pintura, la escultura, la arquitectura, los masajes, la cocina...y no dudo que también hay una música tailandesa muy bonita, cuando no cuenta entre sus instrumentos con la voz humana.

Por tener, Tailandia tiene hasta rey, un Rey al que la mayoría parece tenerle bastante cariño y que -pobre- parece estar en las últimas, con 87 primaveras y sin salir del hospital. El probable nuevo rey, hijo del actual, no da la impresión de despertar las mismas simpatías, así que algunos analistas anticipan emociones en los años venideros.

Aquí en Hua Hin hay gente que dice que el turismo extranjero ha bajado mucho y quizás la imagen idílica que yo me había dibujado de Tailandia no es del todo precisa. Es cierto que por lo general se ve muchísima sobreoferta de todo, para los (proporcionalmente) escasos turistas que somos. Se supone que en los próximos días, coincidiendo con Navidad y Fin de Año, esto se va a llenar...pero serán solo unas pocas semanas.

He dedicado la mitad de mis jornadas en Hua Hin a seguir tomando clases de kitesurf, aprovechando las excelentes condiciones de viento que aquí hay. Es una disciplina en la que empiezo a defenderme y con la que me lo paso muy bien. He hecho unos 15 días de kitesurf en mi vida y, en realidad, podría ya plantearme prescindir de profesor. Algunos días, después de 3 ó 4.30h de clase, estaba bastante cansado, con lo cual no he tenido una actividad frenética el resto del día. Tampoco es que en Hua Hin haya tanto que hacer, aparte de ir a ver un Buda que hay al final de la playa o visitar/comer en alguno de los mercados de la ciudad.

Estuve en un hotel bastante bueno durante la semana (Baan Bayan) y, ahora que estamos en fin de semana y han subido los precios, me he instalado en una casa de huéspedes con apenas siete habitaciones, de las que ahora mismo solo comercializan cinco: el Sea Harmony Guesthouse. Lo lleva una pareja - Node y Indy-, ambos tailandeses pero con excelente inglés, muy amables, que tratan a todos sus huéspedes como miembros de la familia. Son muy ecológicos, muy recicladores y muy buena gente. Me alquilan una motillo tipo scooter con la que me paseo por Hua Hin, voy a mis clases de kite y visito -como ahora- a mi amiga la famosa blogger Graupera. Nunca he sido muy de motos (porque en el cole nunca saqué las notas necesarias para que mi padre me comprase una), pero la verdad es que tener una motillo en un país así te hace sentir como si fueras del lugar. Solo me falta comprarme una tarjeta SIM para el móvil y hablar el idioma.

Ayer llegó a Hua Hin la citada reportera de fama mundial, Sonia Graupera, invitada por el hotel Hyatt Regency de esta ciudad. Ayer mismo cenamos juntos en un mercado turístico pero muy chulo que hay junto a su hotel y hoy estamos pasando el día en el citado Hyatt. De hecho, a ella le están haciendo un masaje de una hora y media en el fabuloso spa del hotel, como siempre invitada. Mientras, yo estoy okupando su habitación, o debería decir su suite, o debería decir su villa de más de 200m2 con otros tantos de jardín privado. Estos ojos míos han visto lujo, pero poco como el de la Villa de The Barai (parte del Hyatt) donde se aloja Sonia. Piscina y jardín privados, jacuzzi propio, sauna propia, una cama de tres metros de ancho, vistas al mar, acceso a una de las piscinas más bonitas que he visto en una especie de jardín japonés...y un sinfín de accesorios y metros cuadrados que uno no sabe muy bien quién puede necesitar. 
Pero sí, hay gente que parece necesitarlos y que parece necesitarlos mucho, en vista de lo que están dispuestos a pagar por ellos. Por eso hay en nuestro planeta lugares como este, donde un nutrido equipo de seres humanos rehace, paso a paso, el camino que uno ha seguido, para ir reponiendo y arreglando todo aquello que uno ha tocado. Que si el bote de crema hidratante, que si las galletas, que si la fruta, que si los cafés, que si las toallas, que si el hielo de la hielera, que si las bebidas del minibar, que si ahora barro las hojas, que si te dejo el jacuzzi preparado...no creo que haya nada menos eco-friendly que esto pero es que, francamente, la convivencia entre el lujo y el respeto al medio ambiente me parece un tanto difícil. Saber que hay, en todo momento, un ser humano tailandés al otro lado del teléfono esperando que descuelgue y le pida algo es toda una responsabilidad. De hecho, hay una butler (mayordoma) pendiente permanentemente de que mi amiga le pida cositas y no está bien visto que se aburra.

Sonia está aquí invitada a todo y un servidor, de rebote, también. Algunos la recordaréis porque estuve con ella en Tokyo, hace unos años, disfrutando de sendas visitas -y en particular cenas- a hoteles de la cadena Hyatt, así como al mítico restaurante Gonpachi. Tengo afortunadamente algo de ropa más digna que mis mudas habituales, lo que me permitirá asistir a la cena 'romántica' de esta noche sin desentonar.

Mañana lunes tengo mi última clase de kitesurf con Iza, mi profesora polaca. Los kitesurfers somos así de multiculturales.  Después taxi a Bangkok -lujos de cuarenta y cinco euros que uno puede permitirse en países como este-, noche en Bangkok...y vuelta al frío barcelonés que solo me apetece un poco porque se da la circunstancia de que allí tengo familia y amigos. Pero no: no me gusta el frío ni los días en que la luz se acaba a las 4 de la tarde.

Se me han quedado cosas en el tintero, pero voy a ser realista y, esta vez, no voy a asumir el compromiso de escribir ningún otro artículo.

Aprovecho este micrófono que se me brinda para anunciaros que a partir de ahora -y ya de forma oficial- me considero budista a todos los efectos. Ello no me impedirá comer carne ni pescado, ni tampoco matar mosquitos en defensa propia. 

Abrazos,

Hugo



En Bangkok fuimos a una "cafetería de gatos", un lugar muy freak y muy nipón donde pudimos tomar algo rodeados de treinta mininos. 



Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?