15 diciembre 2014

El Capità en Siam: Bangkok y Koh Kood





Mymoder y un servidor, autorretratados con gran pericia 
en los canales del Viejo Bangkok




Bienqueridos amigos,


Hubo un tiempo en que este blog recibía cienes y cienes de visitas al mes, llegando en fechas señaladas a pasar de diez al día. Un tiempo en que un servidor era un trotamundos con un futuro incierto, un billete de tren a ninguna parte y una mochila llena de sueños. Un tiempo en que algunos de vosotros os acercábais a este humilde dietario buscando inspiración para vuestra vida cotidiana, para vuestros viajes y -muy especialmente- para la educación de vuestros hijos. 
Ese tiempo ha pasado. Hoy soy un miembro más de la Vieja Europa, un ciudadano más con agua corriente y estufa de butano.

A pesar de ello, me consta que sigue quedando un pequeño reducto de acérrimos seguidores, una comunidad clandestina compuesta por unos pocos y valientes miembros que se conecta ocasionalmente para seguir mis andanzas y para enterarse de todo aquello que La2 y el Canal 33 nunca le contarán.
A vosotros va dedicado este artículo sobre la nunca suficientemente ponderada Tailandia.

Es tan solo mi segunda vez en este hospitalario país, cosa rara si tenemos en cuenta, por ejemplo, que he estado media docena de veces en la India, un lugar mucho menos amable. Parece que Tailandia tiene gran parte de lo que un viajero podría desear: una cultura propia muy interesante, un nivel de desarrollo más que suficiente, grandes dosis de refinamiento en muchos ámbitos -empezando por la gastronomía-, una excelente infraestructura turística, una naturaleza exuberante, buen clima, bastante seguridad, precios muy razonables, una gran capital cosmopolita,  'lujo asiático' en su máximo esplendor... No sé quién me manda complicarme la vida.

Escribo desde Koh Kood (Ko Kut), una isla de la que probablemente no volváis a oir hablar nunca más. Koh Kood es una de las 29 islas y playas que aparecen en la página 45 de nuestra guía de viajes, que mi senora madre y yo estudiamos en detalle para tomar la mejor decisión (con ayuda de Google Images y herramientas similares). Al final, la cosa no podía encajar más con lo que buscábamos: un lugar muy bonito, paradisíaco, a pie de playa, poco explotado turísticamente, tranquilo...y relativamente accesible desde Bangkok. No sé cuántos años le quedan a Koh Kood de paz y autenticidad, pero probablemente sean menos de mil. Para aquellos que busquen otras cosas, me parece que Tailandia tiene montones de islas y playas que se lo pueden ofrecer. 


Disfrutamos mucho en nuestro bungalow sobre una playa preciosa, en un hotel perfecto, y también el día que alquilamos sendas motos para pasear por la isla: visitamos dos cascadas y comimos en Ao Salad, un pequeñísimo pueblo de pescadores que se extiende a lo largo de un embarcadero medio de madera, medio de cemento, donde la gente vive y se dedica al noble arte de secar calamares y gambas. El pueblo está pues, básicamente, sobre el agua, y frente a cada casa está la barquita de pesca que le facilita el sustento. Ao Salad no es, pues, el paraíso de los vegetarianos devoradores de tofu que su nombre parecería indicar, sino un pequeño pueblo flotante que huele a calamar seco y donde la pesca se sigue llevando a cabo con utensilios tradicionales.


En la visita a las dos pequeñas cascadas de la isla de Koh Kood existía la posibilidad de saltar desde las rocas al agua, pasatiempo al que estoy enganchado desde tiempos inmemoriales y que me proporciona grandes emociones y alegrías.

A Koh Kood llegamos en avión y ferry después de haber pasado dos días en Bangkok. El primer día estábamos un poco traspuestos después del largo vuelo, así que hicimos poco más que tomar el fresco y bañarnos en la piscina del Siam Heritage, un hotelito muy colonial y muy suyo. Cuando se está a 30 grados en una gran urbe húmeda y algo caótica, las piscinas se agradecen. El segundo día ya nos aventuramos más, paseando por el río en barca y junto al río a pie. El río Chao Phraya es una de las principales vías de comunicación de Bangkok y lo recorren unas grandes barcas que a menudo van a toda pastilla y que tienen más éxito que el metro de Moscú. Son barcas funcionales y no turisticas, para que nos entendamos. También contratamos una excursión con una barca más pequeñita por los canales del viejo Bangkok, que quedan junto al río. Fue muy interesante, pues el agua en Bangkok no acaba ni mucho menos con su famoso rio. Visitamos también un mercado flotante sin demasiado interés, quizás porque llegamos a una hora en que todo el pescado estaba vendido.

Aparte del masaje tailandés que me hicieron en el hotel, uno de los momentos estelares de esta primera parada en la capital fue la cena en un restaurante llamado Ruen Urai. La verdad es que la cocina tailandesa es un gran invento: platos que combinan sabores muy distintos, con algún elemento crujiente cuando el resto es blando, algún ingrediente fresco cuando lo demás es seco, un contraste dulce cuando el plato es salado, un poco -o bastante- de picante para evitar que nada pueda hacerse aburrido. Muchos sabores y texturas en un mismo plato, casi siempre con un toque refrescante a base de lima u hojas de lima, hojas de menta, jengibre/galanga o lemongrass. Sopas, currys, platos de marisco o carne o pescado, ensaladas...la cocina tailandesa está muy bien y en Tailandia la tienen muy por la mano.

Los tailandeses me están pareciendo por lo general muy amables, muy educados y muy budistas, como es menester. No falta el taxista espabilado que no quiere poner el taxímetro, pero estamos suficientemente experimentados en estas lides como para que vayan a vencernos con tretas tan poco sofisticadas. En la isla todo el mundo ha sido encantador.

Me paresce que lo vamos a dejar aquí. Llevo tres días con este artículo como borrador, dejándolo madurar como el buen vino, a la espera de que me venga algún tipo de inspiración, pero me voy a tener que quedar con la versión inicial.

Pronto una crónica de Bangkok, un estudio antropologico sobre el pueblo tailandes y otras importantes revelaciones.

Abrazos,

Hugo

PD: disculpad la falta de acentos en aquellos momentos en que escribia desde un teclado tailandes



El bonito banyo de nuestro hotel en Koh Kood



El embarcadero desde donde llegamos a y salimos de Koh Kood



Nuestro bonito burgalou frente a una preciosa playa de Koh Kood




Casi todo el hotel de Koh Kood explicado en un solo plano: el restaurante, la piscina, la playa, la recepcion (a la izquierda)...y a la derecha casi se puede percibir nuestro burgalou (bungalow en la lengua de Shakespeare)




Arte plantigrado y floral en el aeropuerto de Koh Kood, que parecia mas un campo de golf para jubilados de Florida que un aeropuerto de Aena



La prueba irrefutable de que las barcas del rio Chao Phraya 
cumplen la misma funcion que el metro de Tokyo




Algunos edificios (hay miles) del Bangkok moderno, desde el rio




Paseando en una barquita pequenya por los canales del Viejo Bangkok

Pues eso, lo mismo que la anterior: algunas casitas parecen tener su templito y todo




Un mercado que no era nada del otro mundo, desde mi plato de ensalada




El mercado flotante por el que pasamos en nuestro paseo por el viejo Bangkok: no es que fuera una gran cosa pero no puede negarse que flotaba














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