03 enero 2011

Introducción a México. Hoy, Oaxaca.

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Con Pablo, comiendo en La Casa de la Abuela, con vistas al zócalo


Vistas de parte del zócalo de Oaxaca y de la Catedral, desde el mismo restaurante


Ventanal de la iglesia de Santo Domingo, desde dentro


Con Pablo, en las ruinas de Monte Albán



Monte Albán itself


Lateral de la iglesia de Santo Domingo


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¡Hola amigos!
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Voy a platicarles cuatro cositas de mi viaje, wey,

Hete aqui que os escribo desde el bonito pais de México (pronunciese Méjico), donde llevo una semanita paseando y culturizandome con dos amigos. Ahora mismo nos encontramos en la Peninsula del Yucatan, junto al Mar Caribe, en ese mitico lugar llamado Playa del Carmen. Anteriormente estuvimos en el estado de Oaxaca (pronunciese Oajaca...ya os vais haciendo una idea de la cantidad de jotas que se ahorran por estas tierras), al suroeste del pais, un bonito territorio que da al Oceano Pacifico que, como sabreis, no es precisamente el mas pacifico de los oceanos.

Hasta ahora, Mexico me esta pareciendo un pais la mar de simpatico y sus gentes, por lo general, tambien. Los seres humanos que nos hemos encontrado me han parecido amables y educados. Como turista, a veces se hace un poco pesada la cuestion de las propinas, que para algunos de los que nos sirven parece ser una cuestion de vida o muerte, aliciente mas que suficiente para dejarse de tonterias y negociarlas o reclamarlas a lo cutre.

Los primeros dias en el pais (en el ya lejano año 2010) estuvimos, como os decia, en el estado de Oaxaca, al suroeste de Mexico. Alli pasamos una semana, entre la capital del estado (la ciudad de Oaxaca) y el pueblecito playero de Puerto Escondido, en la costa del Pacifico. En un inicio fuimos solo Enrique y un servidor, pues problemas de salud hicieron que Pablo (franco-apañó afincado en Londres) llegase un par de dias mas tarde.

La ciudad de Oaxaca, donde pasamos cuatro dias, es un lugar la mar de animado. El centro está siempre abarrotado de gente, especialmente el zócalo, que es una enorme plaza llena de arboles y que tiene su Catedral, sus niños jugando con sus globos y todo. En Mexico, por lo tanto, la plaza mas importante de cada ciudad no tiene porque llamarse Plaza de Armas.

Oaxaca, el estado, vendria a ser, segun las malas lenguas, uno de los mas interesantes de Mexico: tiene sus indigenas autoctonos, sus vestigios coloniales , sus ruinas pre-hispanicas, una cocina con mucha fama y algunos otros atractivos dignos de mención que no mencionaremos. Oaxaca ciudad, o al menos la parte historica, esta organizada en cuadricula. La parte que se encuentra al sur del zocalo (parabajo) es la mar comercial y popular, con sus mercados, sus puestos callejeros, su trafico y sus individuos e individuas de aqui para allá. En esta parte esta el Mercado 20 de Noviembre que, a pesar de su nombre, esta abierto todo el año. Es un mercado de comida de verdad, de la que se come, no de la que uno tiene que cocinarse en casa. El 20N está lleno de puestecitos de comida, en plan informal y sencilo, donde degustar las especiaidades locales: que si los famosos 7 moles (7 platos ditintos, cada uno con su salsa), que si una sopa, que si las carnes a la parrilla, que si un tazon de chocolate caliente con un bollo, que si las clasicas especialidades mexicanas (enchiladas, quesadillas y un monton de otros platos que combinan tortillas de maiz, queso, salsa de tomate verde/rojo, frijoles y algo de carne de cerdo/buey)... Enrique y yo comimos dos veces en el 20N y, ciertamente, el nivel es muy respetable. No es que sea el súmum del glammour ni de la higiene, pero lo compensa con creces su autenticidad y variedad . Además, en el 20N también te ofrecen por doquier los famosos chapulines, que no son otra cosa que saltamontes fritos.
Afortunadamente para nosotros, hemos llegado en plena temporada de chapulines, lo que nos ha permitido degustarlos en su máximo esplendor, con ajo y sal o con chile. Además, algunas de las mujeres que venden chapulines, ya puestas, no dejan pasar la oportunidad de vender gusanos. Debo decir que, dentro de un orden, tanto los chapulines como los gusanos me han parecido bastante potables. Los chapulines son crujientitos, con un sabor que, sin ser nada del otro mundo, se hace la mar de agradable con un poco de sal y limón. El resultado, pues, es muy correcto y no dudo ni por un instante que si hubiera nacido aquí comería chapulines all day long, desde pequeñín, en casa, en el trabajo y en las recepciones del señor embajador. En Oaxaca los chapulines son como las aceitunas del aperitivo. Los gusanos, que no tienen nada de la textura desagradable que uno podría imaginarse, son relativamente duritos y tienen un sabor como cárnico que, a mi humilde entender, podría incluso clasificarse de bueno. No formo parte de esa escuela de crítica gastronómica que, cuando prueba algún bicho raro, lo resume todo con el célebre "Pues a mi me sabe como el pollo", así que, si queréis saber más de esas delicias que son chapulines y gusanos oaxaqueños, los tendréis que probar por vosotros mismos. Aún a riesgo de decir algo que pueda ser muy polémico, os diré que ambos bichos me han gustado más que las hormigas culonas de Colombia.

Junto al 20 de Noviembre está el mercado Benito Juárez, el típico donde hay un poco de todo (desde ropa hasta curas milagrosas para enfermedades que en principio son incurables), que no está mal. Tendría más gracia si fuese más amplio y luminoso, pero ya se sabe cómo va el metro cuadrado en Oaxaca. Hablando de mercados, un martes decidimos ir al mercado de Atzompa, un pueblecito que ya casi forma parte de Oaxaca capital, pero la excursión fue bastante decepcionante. No encontramos allí los puestos de venta de productos frescos/vivos , llenos de colorido, que nos hubiera gustado ver. Si el martes era el día de mercado en Atzompa, no quiero imaginarme el hambre que deben pasar los que compran allí un lunes o un jueves cualquiera.

Si la parte 'parabajo' del zócalo es la más popular y comercial, la parte 'pararriba' es la más turística, cuidada y bonita de Oaxaca. Es en esa parte donde está la bonita iglesia de Santo Domingo de Guzmán, a penas a tres o cuatro minutos del zócalo, en una plaza muy luminosa. También es en esa zona donde está la mayor parte de restaurantes y bares pijos, donde los turistas -mexicanos y foráneos-, disfrutan de un refrigerio o piscolabis (qué bonitas palabras, ambas) en una terracita o azotea.

En Oaxaca ciudad paseamos mucho, comimos bastante bien y, por lo demás, no estuvimos excesivamente productivos. Uno de los highlights de esos cuatro días fue la visita a las ruinas de Monte Albán, un complejo situado en una colina con vistas al valle donde se halla Oaxaca ciudad, bastante bien conservado y que me gustó. Sus ocupantes originales fueron los zapotecas que, si no lo tengo mal entendido, son el mismo grupo/raza/etnia/pueblo del que siguen quedando unos 800.000 individuos de pura cepa, a día de hoy, muchos de los cuales viven en los pueblos indígenas que se encuentran en derredor de la capital.

Otro de los momentos estelares de nuestra estancia en Oaxaca fue nuestro paso por el temazcal. El temazcal es una especie de sauna indígena cuyo uso se remonta a tiempos pre-hispánicos. Todo el proceso tiene su ceremonial y me pareció bastante auténtico, particularmente todo el ritual purificador que tiene lugar dentro del propio temazcal, en especial la parte en que le azotan a uno con hierbas aromáticas...hierbas que luego van 'a la cazuela' de donde salen los vapores que uno respira. La temperatura es, inicialmente, relativamente soportable, pero la cosa se complica a medida que va aumentando la humedad y que uno lleva más de media hora dentro del zulo. Al final, aguantamos los 45 minutos de rigor. Dentro del temazcal gozamos también de los cánticos de la temazcalera -la misma señora que nos pegaba con los manojos de hierbas-, que no fueron nada del otro mundo (en voz baja y sin muchas energías). Al acabar descansamos un poco estirados y luego nos hicieron un masaje: no tengo muy claro que lo del masaje esté dentro de la más estricta tradición de la zona, pero estuvo bien y contribuyó definitivamente a dejarnos hechos un trapo, relajados y muertos de sueño. Volvimos al hotel, Enrique se estiró en la cama antes de las 20h y, tal como era de prever, ya no se despertó hasta la mañana del día siguiente. Un servidor hizo un esfuerzo y salió a cenar algo, pero apenas conserva recuerdos lúcidos de esos momentos, dado que andaba en una especie de duermevela. Otra bonita palabra. Os recomiendo el temazcal, pues; más que el duermevela.

De las demás actividades en Oaxaca, me queda solo destacar la visita al museo Rufino Tamayo y un par de comidas. Rufino Tamayo fue un pintor local de mucho renombre y el museo que lleva su ídem está dedicado al arte pre-hispánico: está bastante bien porque, como el hombre era artista, la colección se compone de piezas que están allí por su valor artístico, más incluso que por su valor histórico (que también), lo que lo hace que entre mucho por los ojos, aunque uno no tenga demasiada idea de quién lo hizo ni cuándo ni dónde ni porqué ni cómo. Son básicamente esculturas y utensilios de uso cotidiano hechos en barro o similares.

Las dos comidas más destacables fueron en El Asador Vasco y en La Casa de la Abuela, ambos en el zócalo. Por el nombre, enseguida deduciréis que el primero de los dos es un restaurante especializado en platos locales, como el famoso chichilo, uno de los 7 moles, quizás de los que más cuestan de encontrar si no es en momentos muy específicos del año. El mole chichilo tiene la particularidad de que entre sus ingredientes se cuentan tortillas quemadas. Ya sabéis que aquí las tortillas son las tortas redondas y finas, de maíz, que se usan en casi todo, como pan. A Enrique y a mi nos gustó bastante nuestro chichilo con carne de buey. En La Casa de la Abuela comí un mole negro -uno que lleva cacao y es bastante dulzón- que es harto más fácil de encontrar; era con pollo. Fue en compañía de Pablo, cuando Enrique ya se había de Oaxaca en autobús y cuando a Pablo y a mi nos habían dicho que teníamos que pasar casi 8 horas más en Oaxaca porque, aunque habían vendido más de 100 plazas para nuestro vuelo, al final solo les habían 'mandado' un avión de 50 plazas. Espectacular. Ambos moles me molan.

En realidad, este artículo lo he acabado y publicado ya desde Chiapas, pero a modo de licencia poética os mando un abrazo desde Oaxaca,

Hugo

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Comments:
Asi a bote pronte, a Enrique se le intuye una panza muy frijolera. Y tanto estrés os está pasando factura a la cabellera. A ver si encontrais una tamazcalera que tenga crecepelo y me traeis un poco!

Apali, a disfrutar la semana que os queda!
 
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