24 diciembre 2007

Entrevista Navideña a Hugo Bloch: el autor del bloch de blog nos abre su corazón y nos muestra su mansión de Río

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En su continuo afán por renovar contenidos y buscar nuevas fórmulas atractivas para sus lectores, el bloch de blog publica, en exclusiva, una entrevista a Hugo Bloch. La entrevista fue realizada por nuestro redactor jefe, Hugo Bloch, lo que a efectos prácticos la convierte en una auto-entrevista. La charla tuvo lugar en la mansión del autor en el barrio de Ipanema, Río de Janeiro. En la entrevista, Hugo contesta a algunas de las preguntas que más le han hecho sus lectores -amigos, familiares...- en los últimos meses, nos cuenta algunos secretos y nos muestra su nueva casa.


¿Puedo tratarle de tú?

Puedes.


¿No te parece un poco pretencioso hacerte una auto-entrevista?

Sin duda, es como si tratase de imitar el Mensaje Navideño del Rey, me parece totalmente egocéntrico: se me está subiendo el blog a la cabeza. Tantas horas en solitario no pueden ser buenas.



(un momento de la informal entrevista, sobre la cama del autor)



¿De todos los lugares que has visitado durante tu viaje, cuales te han marcado o gustado más?

No es fácil contestar a esta pregunta, porque guardo un fantástico recuerdo de todos los lugares donde he estado. De verdad.
Si tuviera que imaginarme viviendo un tiempo en algún lugar, Brasil sería posiblemente mi primera opción. En Sudamérica, también me han gustado especialmente Argentina y Colombia: están entre las gentes más amables que he conocido y ambos países tienen muchos atractivos.
La India me encanta y por eso he estado varias veces, aunque me cuesta imaginarme viviendo allí. También Japón me ha gustado mucho y espero volver en los próximos años. Del sudeste asiático, sin haber conocido a fondo los países, me quedo con Laos y sus gentes. En términos generales, me puedo imaginar viviendo en Sudamérica con más facilidad que en Asia.

¿Y el lugar más especial, más diferente?

Sin duda las montañas de Nepal, de camino al Campamento Base del Everest: paisajes magníficos, tranquilidad casi absoluta, gentes muy amables y casi aísladas del resto del Mundo, templos budistas. Un lugar fantástico, aunque no para vivir.
No para vivir YO, quiero decir: ellos pueden quedarse.

¿A qué se debe que, en lugar de ir una sola vez a Asia y una sola vez a Sudamérica, hayas ido dos veces a cada sitio? ¿No hubiera sido más barato y más cómodo minimizar los viajes transoceánicos?

Sí, hubiera sido más barato y posiblemente más cómodo en términos de horas de viaje. Sin embargo, tratándose de un período largo, la incomodidad de los viajes pierde importancia frente a las ventajas de estar en un determinado lugar en un determinado momento, principalmente por razones climáticas. Quería acabar mi viaje en el hemisferio Sur, cuando aquí es verano y en la mayor parte de Asia y Europa es invierno. Además, tuve que volver a Barcelona dos veces para –respectivamente- preparar y defender mi tesina de final de carrera, que tenía pendiente desde hacía años y no me hubiera permitido viajar con la conciencia tranquila. Ambos regresos a Barcelona facilitaron, de alguna forma, el cambio de continente. Ahora no piso Barcelona desde enero, que era más la idea.

(el salón-comedor-cocina-recibidor-entrada, justo antes de comerme una buena ensalada de tomate, aguacate y mozzarella, regada con buen aceite de oliva apañó Coosur)



¿No te has sentido solo? ¿No has tenido nostalgia o tentaciones de volver?


Tentaciones de volver, ninguna. De hecho, tengo ganas de volver a ver a mis familiares y amigos, incluso de trabajar...pero la idea de volver me da cierta pereza.
Soledad, en términos generales, tampoco. He estado magníficamente la mayor parte del tiempo, teniendo también en cuenta que probablemente más de la mitad de mis horas he estado con alguien, a menudo gente conocida durante el viaje. Sí que ha habido momentos puntuales en que me hubiera gustado compartir alguna experiencia con alguien. Por ejemplo, recuerdo dos días en las playas al norte de Perú en que no conocía a nadie, me aburrí y decidí cambiar de lugar.



¿A qué se debe que estés actualmente instalado en Río de Janeiro? ¿No es en cierto modo una traición al espíritu nómada de tu viaje?


No. Desde el principio tenía la idea de pararme en algún sitio, de conocer algún lugar más en profundidad y, de alguna forma, probar cómo sería vivir en otro lugar. En parte, porque no descartaba la posibilidad de quedarme a vivir en algún sitio. De los lugares que he conocido, Río es donde me sería más fácil imaginarme viviendo, aún sabiendo que una cosa es estar de vacaciones y otra trabajar.
Tiene todo el sentido acabar mi viaje en Río porque, como dice mi amigo Joaquín –lector y comentarista asiduo del bloch, "Quien Río el último, Río mejor".

¿A qué dedicas tu tiempo en Río de Janeiro?

En Río hago vida de “carioca de vacaciones” (un carioca es un habitante de Río). He alquilado un estudio muy pequeño pero muy bien situado, muy luminoso, en pleno corazón del barrio de Ipanema, que tiene la que muchos consideran la mejor playa de la ciudad. Leo, voy a algún museo o al cine, salgo un poco por la noche –habitualmente por la zona de Lapa, la más popular-, voy a la playa –que tengo a dos manzanas-, he empezado clases de guitarra –algo que tenía pendiente desde hacía tiempo- y, claro, practico bastante el bonito idioma portugués con acento carioca. También hago bastante deporte: la semana pasada descubrí los partiditos de baloncesto en las canchas que hay junto a la playa de Flamengo y ya los he incorporado a mis actividades habituales. De momento ha llovido mucho y he salido menos de lo que me hubiera gustado –aquí hay mucha vida de playa y de calle, en especial nocturna-, pero al menos la temperatura es agradable. Estuve también en la inauguración del árbol de Navidad, que está en un lago muy cerca de mi casa y que aquí dicen que es el mayor del Mundo: yo no estoy del todo de acuerdo en que sea un árbol, porque en realidad se trata de una gran estructura metálica...pero me parece muy bonito.

Escucho mucha música brasileña y a veces, incluso, intento bailar, aunque con escaso éxito. Más adelante, quiero ir a algún concierto de mis artistas brasileños preferidos, como ya hice el verano pasado. Tengo 5 ó 6 amigos y amigas, lo que ya no está mal. Para fin de año vienen dos amigos a pasar una semana y en principio también pasaré el Carnaval en la ciudad. Por lo demás, tengo previsto hacer alguna escapadita por la zona o por el resto del país, posiblemente al Sur de Brasil (isla de Santa Catarina).

¿Serías capaz de resumirlo en sólo tres palabras?

Vivo muy bien.


(el autor, sorprendido por nuestras cámaras junto a su ventana)


¿Cuánto dinero te has gastado en estos meses de viajes?
En primer lugar, yo no hablaría de gasto, sino de inversión, de cuánto he invertido en mi “breve período de crecimiento personal y espiritual”.
No dispongo del dato de la cantidad total invertida. Sí puedo decir que la cuantía mensual ha sido muy variable: en países como Bolivia o la India, se puede viajar por bastante menos de 500 euros mensuales. En Japón, en cambio, se me hizo difícil invertir menos de 1.500.

En cualquier caso, es importante recalcar que se puede invertir mucho más y también mucho menos; el rango de gasto de un mochilero es muy amplio. Yo he viajado de forma sencilla, con mochila, pero sin privaciones: comiendo bastante bien, cocinando poco (que también ha contribuído a comer bien), durmiendo a menudo en habitaciones individuales y no siempre en dormitorios de 6 u 8 personas ni tampoco llevando conmigo una tienda de campaña; además, he viajado en autobuses más que dignos – cuando los había- y he tomado algún avión cuando las circunstancias lo requerían.
He sido un mochilero de clase media-alta, con la suerte de haber viajado con el euro en máximos históricos.


¿No te has planteado colaborar con alguna ONG u organización benéfica durante tu viaje?

Sí, lo pensé en una primera fase de criba de ideas respecto al viaje, pero lo descarté posteriormente. Siendo sincero, ese no era mi objetivo. Aunque hubiera sido interesante como experiencia personal y para conocer un lugar y una cultura en profundidad, no tenía sentido hacerlo si mi motivación fundamental no era puramente altruista, y en ese momento no lo era.

He podido comprobar que existe –particularmente en Sudamérica- mucho “turismo ONG”, a menudo canalizado a través de agencias sin ningún tipo de principios, cuya función consiste en colocar a algún extranjero sin ninguna preparación específica en una ONG para un período relativamente corto, a veces menor a un mes. La agencia se queda la mayor parte del dinero que paga el “voluntario” (a veces 1.000 ó 2.000 dólares) y la ONG recibe una cantidad ínfima y los servicios de una persona cuya aportación “en mano de obra” a menudo no pasa de simbólica. En muchos de estos casos, sería mucho mejor para las ONGs que les hicieran llegar el dinero íntegramente.
A menudo se disfraza como caridad algo que no es más que un anhelo personal.

Por lo que he podido ver, pienso que si alguien quiere ayudar de verdad en un país menos desarrollado, debe plantearse dedicarle al menos de 3 a 6 meses, cuantos más mejor. Debo admitir que no estaba dispuesto a hacerlo.

De alguna manera, el hecho de haber gastado una buena cantidad de euros en países –excepto Japón- más pobres y menos desarrollados que el mío, es una forma de ayuda.


Una forma de ayuda... Vaya sinvergüenza que estás hecho.

En todo caso, he conocido a varias personas encantadoras que han colaborado un tiempo largo con ONGs muy pequeñas de índole muy local, en Bolivia y Perú. Si alguien quiere ayudar, puede decírmelo y le puedo enviar información de los proyectos. Son causas realmente buenas –niños huérfanos, viudas de mineros...- y el dinero iría directamente a los necesitados.



¿Qué te ha aportado el viaje? ¿Qué has aprendido? ¿Qué conclusiones has sacado?


Se trata de preguntas de índole muy personal, de difícil respuesta incluso para uno mismo. No es sencillo establecer comparaciones del momento actual con el pasado y posiblemente no merezca la pena. Sí que soy consciente de una “toma de perspectiva”, en un sentido muy amplio, y es lo que más valoro. A pesar de la dificultad de poner en palabras los beneficios, sólo puedo recomendar la experiencia: ha sido mucho más rica de lo que podía imaginar.

En un sentido más práctico, he desarrollado una técnica casi infalible para matar mosquitos con una sola mano.
En otro orden de cosas, he practicado idiomas, me he tenido que espabilar en muy diversas situaciones, he tenido tiempo para pensar, leer, he conocido a mucha gente de diversa procedencia y he hecho buenos amigos, he estado en lugares maravillosos y he descubierto culturas muy distintas a la mía...son muchas cosas, las palabras no le hacen ninguna justicia a las vivencias.



(la luminosa habitación, con buenas vistas, mesita, tele, aire acondicionado: lo mejor de la casa, un sueño hecho realidad)



¿Cuándo piensas instalarte en algún lugar y a qué te piensas dedicar?


El plan es volver a Barcelona a mediados de febrero, instalarme allí y ponerme a trabajar con mi señor padre en lo que podríamos llamar “el negocio familiar”, consistente en gestionar inversiones de diversa índole. Me apetece y estoy motivado: creo que puedo aprender mucho y aportar mi granito de arena.



¿Vas a seguir con el bloch?


Durante los próximos dos meses sin duda quiero irlo actualizando. Al tratarse de un bloch de viajes, creo que una vez acabado el viaje no tiene mucho sentido seguir escribiendo. Puede haber algún contenido puntual –alguna selección de fotos, por ejemplo o algún artículo muy profundo, como esta entrevista-, pero no artículos de forma regular. Mis queridos lectores deberán buscarse algún contenido alternativo: yo siempre recomiendo a Schopenhauer y Dostoievski, porque es lo más parecido, aunque ellos ponían menos fotos.


¿Cómo surgió la idea de escribir un blog?


Me gusta el concepto de blog, porque no es intrusivo: quien quiere, cuando quiere, puede leerlo...y quien no, no. Intenté empezar un blog un año antes de irme, pero no sabía sobre qué escribir. Pensé que sería buena idea escribir uno durante el viaje. Tengo que agradecer que varias personas me insistieran desde el pricipio en escribir de forma regular –en particular Paulino, jefe mío en Nike-. Saber que la gente lo iba leyendo -algunos incluso me han puesto un poco de presión cuando tardaba en escribir- me ha venido muy bien: cuando pasa cierto tiempo, uno se olvida de contar muchas cosas y se pierde parte de la ‘frescura’. Gracias a todos los lectores, el blog se ha convertido en un fantástico recuerdo para bi bisbo y me lo he pasado muy bien.



¿Cuántas visitas ha recibido el blog hasta ahora?


Desde el finales de octubre de 2006 hasta hoy el blog ha recibido 5.511 visitas. De esta cifra, hay que descontar un 25% que corresponde a visitas de menos de 10 segundos con este patrón: “A ver si ha escrito algo nuevo...no, no ha escrito nada nuevo, qué tío más vago” y unas 60 que son visitas mías. Se han visto 9.096 páginas distintas.
Ha sido una sorpresa, no esperaba ni mucho menos que lo leyeran tanto. Hay un ‘núcleo duro’ de personas que se han convertido en auténticos asiduos y un grupo mayor que lo ha ido chequeando de forma más o menos regular. Personas con las que no tenía tanta relación lo han acabado leyendo más que algunas personas más cercanas: ha sido curioso. También sospecho que algunas personas se limitaban a ver las afotos para asegurarse de que seguía vivo.



¿Hay algo que el blog no nos haya contado?


Me gusta que me hagas esta pregunta.

...


¿Hay algo que el blog no nos haya contado y puedas contarnos en exclusiva?


He intentado contarlo todo o casi todo, aunque siempre hay algo que se queda en el tintero, claro. Voy a contar una anecdotilla un poco desagradable que en principio no quería escribir, como regalo para los lectores, en forma de Pequeño Cuento Navideño sin Renos pero con Garrapata.

En mis últimos días en la India, a finales de noviembre, estuve en el estado del Rajastán. Dos días antes de mi vuelo a Brasil, volví en tren a Delhi desde la ciudad de Jaisalmer, en pleno desierto, en un tren-cama donde pasé la noche. Cuando llegué a mi habitación en el hotel de Delhi, al ducharme, descubrí que tenía un bichito en el brazo: el animalito había hundido su cabecita en mi piel y, era de suponer, me estaba chupando la sangre. Que los perros tengan garrapatas entra dentro de lo normal, pero fue toda una sorpresa ver a ese bicho en mi brazo. A pesar de la novedad y de la innegable ilusión que me hizo, decidí separarme de él y que cada uno continuase con su camino.


(el miserable animal, cuando todavía me estaba ganando 3 a 1)




Resultó no ser tan fácil: el bicho era todo un profesional en lo suyo. Estirando no se soltaba y temí que si lo hacía con mucha fuerza se me quedara la mitad dentro. Probé con agua muy caliente y con una capa de sal mojada, pero tampoco funcionó. Después de más de una hora, empecé a reprocharle a la madre del animal que le hubiera traído al mundo. Increíblemente, se seguía moviendo. La cuestión fue resuelta con colonia -a pesar de que no suelo perfumarme en esa parte del brazo- y el bichito pasó a mejor vida. Queda claro que no he interiorizado todas las enseñanzas budistas por la forma en que traté al animalejo, pero nunca me han gustado los chupadores de sangre. Supongo que se me pegó en la noche de tren hacia Delhi.

Eso es todo: quien quiera conocer más historias o vivencias no contadas deberá emborracharme a base de algún buen caldo tinto de reserva o, por lo menos, crianza, a mi regreso.



Para no acabar con esta historia tan decepcionante, una última pregunta: ¿cómo vas a pasar la Navidad?

Hoy, día 24, voy a cenar a casa de una amiga que me ha invitado a su cena familiar: son gente fantástica y además tendré la ocasión de conocer platos de cocina casera brasileña. Mañana, día 25, no haré nada especial a mediodía, pero por la tarde estoy invitado a tomar el té y pastas en casa de unos amigos: una pareja londinense, ambos de origen libanés, muy simpáticos. El Fin de Año lo pasaré probablemente con mis amigos Enrique y Josep, de fiesta, quizás empezando por los fuegos artificiales o alguno de los macro-eventos que tienen lugar en las playas de Copacabana o Ipanema.






07 diciembre 2007

El algodón no engaña...y menos en la India.

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Amigos, migas, familia, gentes varias,

Os escribo ya desde mi retiro de Río de Janeiro y voy a contaros los últimos días que pasé en la India, que fueron muy fructíferos y variados...muchas vivencias en pocos días.

Como la mayoría sabéis, se acerca el final de mi viaje. Se acerca relativamente, porque me quedan aún más de dos meses y, en cualquier otra época, dos meses hubiese sido mi viaje más largo. Mi idea es quedarme en Río hasta mediados de febrero, alquilando un apartamento en la ciudad, viviendo como un carioca de vacaciones y haciendo alguna excursioncilla por la zona o por otras áreas de Brasil.

Mi última novela, titulada El camello, ese gran desconocido, fue escrita desde la feria del camello de Pushkar, en Rajastán, y fue razonablemente bien recibida por crítica y público. Desde Pushkar no me quedó más remedio que tomar un autobús para ir hasta Jaisalmer, que está aún más al oeste, aún más en las profundidades de ese bonito estado semidesértico llamado Rajastán. Autobús nocturno donde me tocó un asiento dado que no quedaban ya camas, lo cual, a veces, es casi mejor. Las carreteras del Rajastán son rectas kilométricas, sin subidas ni bajadas, y el trayecto fue relativamente placentero.



(el fuerte de Jaisalmer, desde mi hotel)



Jaisalmer es famoso por su fuerte, que corona una colina que domina un área de muchos kilómetros a la redonda y por sus excursiones a camello por el desierto, que pueden durar varios días. El fuerte parece que se está cayendo a trozos a causa de la erosión y de la escasa reponsabilidad de muchos de los que viven dentro del recinto amurallado, muchas familias y un montón de comercios (tiendas, hoteles, restaurantes...). Todo el fuerte es una obra de arte, desde sus murallas hasta el interior, que contiene el palacio del que fuera el gobernante de la zona y una gran cantidad de casas de gente de alcurnia, las famosas havelis. Todo está hecho a base de piedra arenisca, toda ella muy dorada y muy bonita pero, sospecho, poco resistente. Uno tiene la sensación de estar en un lugar remoto y especial, como salido de las Mil y Una Noches.



(vista del fuerte de Jaisalmer, desde la entrada)




(vista de la ciudad y del desierto desde el fuerte)


El día después de visitar el fuerte, aunque no era inicialmente mi intención, me apunté a la iniciativa de una chica alemana, que me propuso una excursión a camello. Éramos la chica alemana, un inglés y un servidor, amén de toda la gente que se ocupaba de nosotros tres y que, obviamente tratándose de la India, eran más que nosotros. Afortunadamente, también nos acompayaban tres camellos. El paseo fue bueno, pero lo mejor fue pasar la tarde-noche en el desierto: ver la puesta de sol, cenar allí, estar de cháchara hasta las tantas, hacer fotos la mar de creativas con mi cámara y una linterna...y acabar durmiendo bajo las estrellas, sin tiendas de campanya, ni haimas, ni nada.

(caravana de camellos...yo voy tercens, en puesto de podio)


(Dos señores muy amigos, figura con linterna y desierto)

El desierto alrededor de Jaisalmer no es, en su mayoría, el desierto de arena y dunas que uno podría imaginar, pero sí hay partes del recorrido con ese paisaje. Avanzábamos los tres llevando cada uno las riendas de su camello mientras, caminando, nos acompanyaban un padre y un hijo, nuestros guías, que para su desgracia no eran los duenyos de los camellos.


Me reafirmo en que el camello es un buen animal y diré más: creo que merecerían una vida mejor.


A la manyana siguiente volvimos, de nuevo en camello, desde el campamento hasta la carretera, donde nos esperaba el 4x4 con el que íbamos a volver a Jaisalmer. Cuando ya estábamos casi llegando a Jaisalmer con el todoterreno, de vuelta de nuestra excursión a camello, nos desviamos de la carretera principal y entramos en un caminucho de tierra y piedras apenas transitable. La chica alemana, el chico inglés y yo no entendíamos muy bien el porqué de la maniobra.

De repente, después de circular dos minutos por el camino, nuestro conductor se paró en seco y dio media vuelta: nos perseguía un coche de policía. El conductor y nuestros dos guías se pusieron un poco nerviosos y los tres iban discutiendo en voz alta sobre cuál era el camino a seguir. La persecución se produjo en medio de un pueblo, a escasa velocidad porque el camino estaba lleno de piedras; la policía no nos pudo seguir el ritmo porque su coche no era un 4x4 y el nuestro sí. Al cabo de poco rato ya les habíamos perdido y el todoterreno nos dejó en medio del pueblecito, donde éramos la atracción y todo el mundo nos quería vender algo o pedirnos dinero, como se puede observar en la foto que hice de mis dos compañeros de excursión. Resultó ser que la excursión a camello que nos organizó el hotel era ilegal, porque no pagan las tasas requeridas para actividades turísticas, razón por la cual nos perseguía la policía. Nos abandonaron en medio del pueblecito para que nadie pudiera demostrar que en el 4x4 iban turistas, así que nos quedamos allí casi una hora y media hasta que finalmente nos vino a rescatar un rickshaw –una especie de triciclo motorizado-. Cosas de la India.


(mis dos compañeros de viaje: la atracción del pueblo)


Aún en Jaisalmer, pasé por una feria a ver una atracción que aquí es muy popular: unas motos y un coche que dan vueltas sobre las paredes casi verticales de una gran estructura de madera. Imaginaos una taza de té cien veces más grande que una taza normal; imaginaos al público subido sobre el borde de la taza; imaginaos que, dentro de la taza, una moto y un coche empiezan a dar vueltas hasta que toman suficiente velocidad para avanzar, en círculo, sobre las paredes de la taza; imaginaos, luego, que el conductor de la moto la lleva sin manos, que el conductor del coche sale por la ventana para coger los billetes de 10 rupias que el público le ofrece desde la parte de arriba de la estructura de madera. Muy peligroso, en particular el coche: al parecer hay accidentes y no me extraña nada. Esta gente está fatal.



(vista de la atracción y del amigo, sobre la moto, sin manos)


El regreso de Jaisalmer a Delhi fue, afortunadamente, en tren. Había reservado con cierta antelación una plaza en la Sleeper Class, que permite ir sentado durante el día y tener una especie de camita durante la noche. No es la clase más lujosa porque hay una con aire acondicionado, pero debe ser la segunda. Había reservado la cama de arriba –de las tres que hay-, porque permite irse a dormir cuando uno quiere y no tener que echar a los demás pasajeros, como sucede con la de abajo y la de enmedio. El trayecto fue bastante plácido, a pesar de que el tren se llenó de grandes cantidades de polvo...la arena fina del árido Rajastán que íbamos levantando a nuestro paso. De nada sirvió que los empleados cerraran todas las puertas y ventanas: uno tenía la impresión de estar nadando en el polvo del desierto. De todas formas, en la India, la sensación de nadar en la porquería no es algo extraño y se convierte casi en rutina.





(foto de las camas vecinas, desde la mía)



Antes de irme a dormir, como los demás pasajeros, tuve que limpiar mi cama, que tenía una capa de polvo claramente visible a pesar de la oscuridad que reinaba en nuestro vagón. Si en la India, como decía, casi ningún lugar superaría la famosa “prueba del algodón”, en este caso hubiera necesitado toda la producción algodonera de Louisiana para dejar mi cama limpia. La gente se las arreglaba como podía, en general con papel de periódico. Sea como fuere, al final conseguí dormir bastante bien.


(mis compañeros de viaje y conversación)



El resto del trayecto, previo y posterior a la noche, estuvo bien: estuve fablando/platicando largo tiempo con una pareja de indios recién casados muy simpáticos. Fue muy interesante. Tienen algo menos de 25 años, son de clase media-alta, viven en una gran ciudad y hablan bastante bien inglés, lo que crea una apariencia de “cercanía cultural”, la sensación de que de alguna manera vemos el mundo de forma similar. ¡Pero no!

Cuando uno profundiza, se da cuenta de cuán distintos somos. Me cuentan que se casaron en marzo y que fueron sus padres los que pactaron el matrimonio entre las dos familias, sin ellos conocerse, como aquí es habitual...sí que les preguntaron si les parecía bien la pareja que les habían escogido, lo cual ya no es tan habitual y quizás es un signo de ‘occidentalización’. Me cuentan también que uno de los principales criterios que siguieron sus padres fueron “the stars” (las estrellas), que por lo que entendí es algún tipo de horóscopo o carta astral que asegura la compatibilidad entre ambos.

En la India, la mayor parte de los matrimonios es pactada por los padres sin los hijos ni siquiera conocerse, a menudo a través de unos anuncios que salen en el periódico de los domingos o –cada vez más- de webs especializadas donde se introduce toda la información relevante (más del tipo “clase social/casta” e “ingresos mensuales” que del tipo “me gusta la música de Mari Trini” o “siempre he soñado con tener un caballo”).

Para un occidental, puede no ser fácil entender cómo encaja la realidad de los matrimonios pactados con las películas de Bollywood, que son “historias románticas con números musicales” en que a menudo los dos bellos protagonistas se quieren por encima del bien y el mal (Bollywood es la industria cinematográfica de Bombay, la que más películas produce -creo- en el Mundo, incluso por encima de Hollywood).






(dos actores de Bollywood: el mítico Shahrukh Khan -que está hasta en la sopa- y una tal Mallika)



A mis dos compañeros de viaje, que los padres pacten los matrimonios les parece -claro- lo más normal y aseguran que estadísticamente se reducen las posibilidades de divorcio, que “casarse por amor” no sale tan bien. Es una cuestión muy compleja. Se trata –creo- de una cultura por lo general muy machista, en que la mujer a menudo no tiene ni siquiera opción a divorciarse, por lo menos en las clases sociales más bajas.

No diré aquello de que la India es otro mundo porque correría el riesgo de repetirme. Se hace, en cualquier caso, ciertamente sorprendente que alguien con quien puedes hablar de tú a tú vea el mundo de forma tan distinta.

Una vez en Delhi me volví a instalar en el barrio de Paharganj, hice unos pocos recaditos (comprar algo de té, música y algún DVD de pinículas indias, mandar una cajita a Barcelona...) y decidí despedirme del país cenando en el magnífico Punjabi By Nature, muy recomendable. Una cena allí sale aproximadamente veinte veces más cara que una cena a precios populares, pero vale la pena: comí un magnífico pollo marinado en yogurt. En cinco semanas en el país, en parte queriendo y en parte sin querer, apenas había probado la carne, ni siquiera pollo. En la India, gran parte de la cocina es vegetariana: hay estados enteros en que es difícil encontrar un restaurante no-vegetariano, a menos que sea para turistas. En el Punjabi By Nature, a pesar de ser un restaurante de lujo, mucha gente come con las manos, o más concretamente con la derecha: aquí las cosas son assín.

En mi hotel, el Vivek, un lugar sencillito pero que está por encima de la media del barrio, hay un o dos hombres en cada planta que están allí todo el día y cuya única función es preguntarte, cada vez que entras o sales, si tienes ropa para lavar, si quieres una botella de agua o si te apetece un té. Así se ganan el sustento y no les importa llamar a tu puerta tres veces al día para ver si ya has ensuciado una camiseta y pueden mandarla a lavar. Fiché a uno de esos hombres para que me lavara la mochila, porque daba auténtica pena (la mochila, no el hombre) después de mi incursión en el desierto.

Así pues, tocaba dejar atrás la India, un lugar apasionante donde he tenido la suerte de estar ya varias veces y donde consigo sentirme bastante a gusto a pesar de algunas incomodidades y estreses. Un país que no deja de sorprender y donde casi cada escena callejera merecería una foto. Un lugar donde un taxi puede cruzar siete carriles en veinte metros aunque para ello tenga que cortar el tráfico en todos ellos y donde, en ciudad, el margen de seguridad no suele superar los veinte centímetros (a menudo mucho menos entre los rickshaws); el país donde todos los precios, incluso los oficiales, acaban con el célebre ONLY , independientemente de que lo que se vende sea caro o barato (“200 Rupees Only”); el lugar donde el tráfico, al fin y al cabo, se rige por normas muy similares a las de una competición automovilística, donde un niño puede escupir dentro de tu vaso delante tuyo para que veas que lo limpia con esmero (me pasó en Pushkar), donde a veces parece que gran parte del territorio sea una inmensa papelera, donde la ley que rige la seguridad en los ascensores es de 1942, donde la gente mueve la cabeza de forma pendular para decir que sí, acompañándolo con un sensual pestañeo...y donde a menudo no te dicen que no ni por casualidad.

También tocaba dejar atrás Asia, un continente donde –a pesar de la locura y aparente caos reinantes- uno se siente seguro. Un continente donde, si pueden colártela, a menudo te la colarán, pero por lo general nadie intentará robarte de forma descarada o violenta, porque eso desafiaría normas sociales muy arraigadas. Un continente donde, de nuevo, la palabra ‘no’ no figura en su vocabulario habitual.

Desde hace ya algo más de una semana estoy en Río, donde principalmente me he dedicado a buscar apartamento. Anteayer firmé el contrato y ya estoy instalado...aunque de eso espero hablaros en un próximo post.

Felices pre-Navidades a todos...a mi se me va a hacer raro pasarlas fuera de casa y escuchar música navideña con 35 grados de temperatura.

Abraços,


Huguinho Carioca
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