07 diciembre 2007

El algodón no engaña...y menos en la India.

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Amigos, migas, familia, gentes varias,

Os escribo ya desde mi retiro de Río de Janeiro y voy a contaros los últimos días que pasé en la India, que fueron muy fructíferos y variados...muchas vivencias en pocos días.

Como la mayoría sabéis, se acerca el final de mi viaje. Se acerca relativamente, porque me quedan aún más de dos meses y, en cualquier otra época, dos meses hubiese sido mi viaje más largo. Mi idea es quedarme en Río hasta mediados de febrero, alquilando un apartamento en la ciudad, viviendo como un carioca de vacaciones y haciendo alguna excursioncilla por la zona o por otras áreas de Brasil.

Mi última novela, titulada El camello, ese gran desconocido, fue escrita desde la feria del camello de Pushkar, en Rajastán, y fue razonablemente bien recibida por crítica y público. Desde Pushkar no me quedó más remedio que tomar un autobús para ir hasta Jaisalmer, que está aún más al oeste, aún más en las profundidades de ese bonito estado semidesértico llamado Rajastán. Autobús nocturno donde me tocó un asiento dado que no quedaban ya camas, lo cual, a veces, es casi mejor. Las carreteras del Rajastán son rectas kilométricas, sin subidas ni bajadas, y el trayecto fue relativamente placentero.



(el fuerte de Jaisalmer, desde mi hotel)



Jaisalmer es famoso por su fuerte, que corona una colina que domina un área de muchos kilómetros a la redonda y por sus excursiones a camello por el desierto, que pueden durar varios días. El fuerte parece que se está cayendo a trozos a causa de la erosión y de la escasa reponsabilidad de muchos de los que viven dentro del recinto amurallado, muchas familias y un montón de comercios (tiendas, hoteles, restaurantes...). Todo el fuerte es una obra de arte, desde sus murallas hasta el interior, que contiene el palacio del que fuera el gobernante de la zona y una gran cantidad de casas de gente de alcurnia, las famosas havelis. Todo está hecho a base de piedra arenisca, toda ella muy dorada y muy bonita pero, sospecho, poco resistente. Uno tiene la sensación de estar en un lugar remoto y especial, como salido de las Mil y Una Noches.



(vista del fuerte de Jaisalmer, desde la entrada)




(vista de la ciudad y del desierto desde el fuerte)


El día después de visitar el fuerte, aunque no era inicialmente mi intención, me apunté a la iniciativa de una chica alemana, que me propuso una excursión a camello. Éramos la chica alemana, un inglés y un servidor, amén de toda la gente que se ocupaba de nosotros tres y que, obviamente tratándose de la India, eran más que nosotros. Afortunadamente, también nos acompayaban tres camellos. El paseo fue bueno, pero lo mejor fue pasar la tarde-noche en el desierto: ver la puesta de sol, cenar allí, estar de cháchara hasta las tantas, hacer fotos la mar de creativas con mi cámara y una linterna...y acabar durmiendo bajo las estrellas, sin tiendas de campanya, ni haimas, ni nada.

(caravana de camellos...yo voy tercens, en puesto de podio)


(Dos señores muy amigos, figura con linterna y desierto)

El desierto alrededor de Jaisalmer no es, en su mayoría, el desierto de arena y dunas que uno podría imaginar, pero sí hay partes del recorrido con ese paisaje. Avanzábamos los tres llevando cada uno las riendas de su camello mientras, caminando, nos acompanyaban un padre y un hijo, nuestros guías, que para su desgracia no eran los duenyos de los camellos.


Me reafirmo en que el camello es un buen animal y diré más: creo que merecerían una vida mejor.


A la manyana siguiente volvimos, de nuevo en camello, desde el campamento hasta la carretera, donde nos esperaba el 4x4 con el que íbamos a volver a Jaisalmer. Cuando ya estábamos casi llegando a Jaisalmer con el todoterreno, de vuelta de nuestra excursión a camello, nos desviamos de la carretera principal y entramos en un caminucho de tierra y piedras apenas transitable. La chica alemana, el chico inglés y yo no entendíamos muy bien el porqué de la maniobra.

De repente, después de circular dos minutos por el camino, nuestro conductor se paró en seco y dio media vuelta: nos perseguía un coche de policía. El conductor y nuestros dos guías se pusieron un poco nerviosos y los tres iban discutiendo en voz alta sobre cuál era el camino a seguir. La persecución se produjo en medio de un pueblo, a escasa velocidad porque el camino estaba lleno de piedras; la policía no nos pudo seguir el ritmo porque su coche no era un 4x4 y el nuestro sí. Al cabo de poco rato ya les habíamos perdido y el todoterreno nos dejó en medio del pueblecito, donde éramos la atracción y todo el mundo nos quería vender algo o pedirnos dinero, como se puede observar en la foto que hice de mis dos compañeros de excursión. Resultó ser que la excursión a camello que nos organizó el hotel era ilegal, porque no pagan las tasas requeridas para actividades turísticas, razón por la cual nos perseguía la policía. Nos abandonaron en medio del pueblecito para que nadie pudiera demostrar que en el 4x4 iban turistas, así que nos quedamos allí casi una hora y media hasta que finalmente nos vino a rescatar un rickshaw –una especie de triciclo motorizado-. Cosas de la India.


(mis dos compañeros de viaje: la atracción del pueblo)


Aún en Jaisalmer, pasé por una feria a ver una atracción que aquí es muy popular: unas motos y un coche que dan vueltas sobre las paredes casi verticales de una gran estructura de madera. Imaginaos una taza de té cien veces más grande que una taza normal; imaginaos al público subido sobre el borde de la taza; imaginaos que, dentro de la taza, una moto y un coche empiezan a dar vueltas hasta que toman suficiente velocidad para avanzar, en círculo, sobre las paredes de la taza; imaginaos, luego, que el conductor de la moto la lleva sin manos, que el conductor del coche sale por la ventana para coger los billetes de 10 rupias que el público le ofrece desde la parte de arriba de la estructura de madera. Muy peligroso, en particular el coche: al parecer hay accidentes y no me extraña nada. Esta gente está fatal.



(vista de la atracción y del amigo, sobre la moto, sin manos)


El regreso de Jaisalmer a Delhi fue, afortunadamente, en tren. Había reservado con cierta antelación una plaza en la Sleeper Class, que permite ir sentado durante el día y tener una especie de camita durante la noche. No es la clase más lujosa porque hay una con aire acondicionado, pero debe ser la segunda. Había reservado la cama de arriba –de las tres que hay-, porque permite irse a dormir cuando uno quiere y no tener que echar a los demás pasajeros, como sucede con la de abajo y la de enmedio. El trayecto fue bastante plácido, a pesar de que el tren se llenó de grandes cantidades de polvo...la arena fina del árido Rajastán que íbamos levantando a nuestro paso. De nada sirvió que los empleados cerraran todas las puertas y ventanas: uno tenía la impresión de estar nadando en el polvo del desierto. De todas formas, en la India, la sensación de nadar en la porquería no es algo extraño y se convierte casi en rutina.





(foto de las camas vecinas, desde la mía)



Antes de irme a dormir, como los demás pasajeros, tuve que limpiar mi cama, que tenía una capa de polvo claramente visible a pesar de la oscuridad que reinaba en nuestro vagón. Si en la India, como decía, casi ningún lugar superaría la famosa “prueba del algodón”, en este caso hubiera necesitado toda la producción algodonera de Louisiana para dejar mi cama limpia. La gente se las arreglaba como podía, en general con papel de periódico. Sea como fuere, al final conseguí dormir bastante bien.


(mis compañeros de viaje y conversación)



El resto del trayecto, previo y posterior a la noche, estuvo bien: estuve fablando/platicando largo tiempo con una pareja de indios recién casados muy simpáticos. Fue muy interesante. Tienen algo menos de 25 años, son de clase media-alta, viven en una gran ciudad y hablan bastante bien inglés, lo que crea una apariencia de “cercanía cultural”, la sensación de que de alguna manera vemos el mundo de forma similar. ¡Pero no!

Cuando uno profundiza, se da cuenta de cuán distintos somos. Me cuentan que se casaron en marzo y que fueron sus padres los que pactaron el matrimonio entre las dos familias, sin ellos conocerse, como aquí es habitual...sí que les preguntaron si les parecía bien la pareja que les habían escogido, lo cual ya no es tan habitual y quizás es un signo de ‘occidentalización’. Me cuentan también que uno de los principales criterios que siguieron sus padres fueron “the stars” (las estrellas), que por lo que entendí es algún tipo de horóscopo o carta astral que asegura la compatibilidad entre ambos.

En la India, la mayor parte de los matrimonios es pactada por los padres sin los hijos ni siquiera conocerse, a menudo a través de unos anuncios que salen en el periódico de los domingos o –cada vez más- de webs especializadas donde se introduce toda la información relevante (más del tipo “clase social/casta” e “ingresos mensuales” que del tipo “me gusta la música de Mari Trini” o “siempre he soñado con tener un caballo”).

Para un occidental, puede no ser fácil entender cómo encaja la realidad de los matrimonios pactados con las películas de Bollywood, que son “historias románticas con números musicales” en que a menudo los dos bellos protagonistas se quieren por encima del bien y el mal (Bollywood es la industria cinematográfica de Bombay, la que más películas produce -creo- en el Mundo, incluso por encima de Hollywood).






(dos actores de Bollywood: el mítico Shahrukh Khan -que está hasta en la sopa- y una tal Mallika)



A mis dos compañeros de viaje, que los padres pacten los matrimonios les parece -claro- lo más normal y aseguran que estadísticamente se reducen las posibilidades de divorcio, que “casarse por amor” no sale tan bien. Es una cuestión muy compleja. Se trata –creo- de una cultura por lo general muy machista, en que la mujer a menudo no tiene ni siquiera opción a divorciarse, por lo menos en las clases sociales más bajas.

No diré aquello de que la India es otro mundo porque correría el riesgo de repetirme. Se hace, en cualquier caso, ciertamente sorprendente que alguien con quien puedes hablar de tú a tú vea el mundo de forma tan distinta.

Una vez en Delhi me volví a instalar en el barrio de Paharganj, hice unos pocos recaditos (comprar algo de té, música y algún DVD de pinículas indias, mandar una cajita a Barcelona...) y decidí despedirme del país cenando en el magnífico Punjabi By Nature, muy recomendable. Una cena allí sale aproximadamente veinte veces más cara que una cena a precios populares, pero vale la pena: comí un magnífico pollo marinado en yogurt. En cinco semanas en el país, en parte queriendo y en parte sin querer, apenas había probado la carne, ni siquiera pollo. En la India, gran parte de la cocina es vegetariana: hay estados enteros en que es difícil encontrar un restaurante no-vegetariano, a menos que sea para turistas. En el Punjabi By Nature, a pesar de ser un restaurante de lujo, mucha gente come con las manos, o más concretamente con la derecha: aquí las cosas son assín.

En mi hotel, el Vivek, un lugar sencillito pero que está por encima de la media del barrio, hay un o dos hombres en cada planta que están allí todo el día y cuya única función es preguntarte, cada vez que entras o sales, si tienes ropa para lavar, si quieres una botella de agua o si te apetece un té. Así se ganan el sustento y no les importa llamar a tu puerta tres veces al día para ver si ya has ensuciado una camiseta y pueden mandarla a lavar. Fiché a uno de esos hombres para que me lavara la mochila, porque daba auténtica pena (la mochila, no el hombre) después de mi incursión en el desierto.

Así pues, tocaba dejar atrás la India, un lugar apasionante donde he tenido la suerte de estar ya varias veces y donde consigo sentirme bastante a gusto a pesar de algunas incomodidades y estreses. Un país que no deja de sorprender y donde casi cada escena callejera merecería una foto. Un lugar donde un taxi puede cruzar siete carriles en veinte metros aunque para ello tenga que cortar el tráfico en todos ellos y donde, en ciudad, el margen de seguridad no suele superar los veinte centímetros (a menudo mucho menos entre los rickshaws); el país donde todos los precios, incluso los oficiales, acaban con el célebre ONLY , independientemente de que lo que se vende sea caro o barato (“200 Rupees Only”); el lugar donde el tráfico, al fin y al cabo, se rige por normas muy similares a las de una competición automovilística, donde un niño puede escupir dentro de tu vaso delante tuyo para que veas que lo limpia con esmero (me pasó en Pushkar), donde a veces parece que gran parte del territorio sea una inmensa papelera, donde la ley que rige la seguridad en los ascensores es de 1942, donde la gente mueve la cabeza de forma pendular para decir que sí, acompañándolo con un sensual pestañeo...y donde a menudo no te dicen que no ni por casualidad.

También tocaba dejar atrás Asia, un continente donde –a pesar de la locura y aparente caos reinantes- uno se siente seguro. Un continente donde, si pueden colártela, a menudo te la colarán, pero por lo general nadie intentará robarte de forma descarada o violenta, porque eso desafiaría normas sociales muy arraigadas. Un continente donde, de nuevo, la palabra ‘no’ no figura en su vocabulario habitual.

Desde hace ya algo más de una semana estoy en Río, donde principalmente me he dedicado a buscar apartamento. Anteayer firmé el contrato y ya estoy instalado...aunque de eso espero hablaros en un próximo post.

Felices pre-Navidades a todos...a mi se me va a hacer raro pasarlas fuera de casa y escuchar música navideña con 35 grados de temperatura.

Abraços,


Huguinho Carioca
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Comments:
menudo tipin se te ha debido de quedar > meses sin probar la carne! en las playas de río debes de estar causando furor!!!
hay habitacion de invitados en tu apartamento??? la iea e pasar navidad a 35 grados no me parece tab mala...
un fuerte abrazo ;-)
 
Hi estic d'acord: passar aquestes festes a 35 graus (o 25, és igual), per molta decoració i nadales que posin a tot arreu, es fa mooolt estrany!! Naltros intentem compensar-ho amb els torrons que ens hem fet enviar de casa ;)

Apa, a passar-ho bé per Río! ...carnaval, carnavaaal... jaja

Records dels Tot Pencant i ens veiem a la tornada!
 
Un uso del "only" añadido a lo que has comentado. En los talones también se añade el "only", como por ejemplo: two thousand and one hundred and twenty two rupees only.
 
huguituuuuuuuuuuu

te deseo una feliz navidad.. este año no tendras nieve pero seguro que mucha fiesta por alli!!! disfrutalo mucho.. y vuelve!!! q aqui te echamos de menos.
 
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