28 febrero 2007

On the road again: hassia la Argentina!

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(en la foto, despidiéndome de uno de los paneles del ayuntamiento –un OPPI, en terminología publicitaria-, de esos que escupen agua fresca para que no muramos desecados)


Pues sí, ha llegado el momento de echarse a la carretera.

Después de más de un mes acomodado/aburguesado en Río, con mi apartamentito en Ipanema y todo, ha llegado la hora de volver a mi faceta de mochilero.

Ayer abandoné el apartamento y me fui a un barrio más sencillo, Catete, cerca de la playa de Flamengo. Es un barrio más que correcto, claramente por encima de la media, pero uno no se mueve en la opulencia de Ipanema o el turisteo de Copacabana.

Estoy en un hotelito sencillo pero más que digno, un primer paso en la transición que antes o después me llevará a pasar la noche en alguna posada de mala muerte.

Una maleta grande y mi ordenador portátil se van a quedar en Río en casa de una amiga, lo que me obligará a volver a la ciudad antes o después (ooohhhh). A partir de ahora, mi compañera de viaje será mi mochila, la misma que me acompañó a Nepal y se quedó a apenas 3.500 metros de la cima del mundo.

Seguir sólo con mochila implica un cierto esfuerzo de priorización y de renuncia a comodidades, porque caben muy poquitas cosas. Es un poco puñetero, porque ni siquiera sé cuál va a ser mi recorrido, si pasaré frío o calor, si necesitaré algunas ropas más dignas para asistir a las recepciones del embajador, etc. He tenido que escoger las piezas de ropa/zapatos/libros/otros objetos de uno en uno –en el caso de los zapatos, de dos en dos-.

De Río de Janeiro echaré de menos los zumos naturales –a escoger entre 20 ó 25 frutas distintas- a un euro, el famoso açaí –una especie de granizado a base del fruto del mismo nombre, una auténtica institución entre la gente que se cuida-, los buffets ‘a kilo’ –donde pagas por el peso que comes-, las noches de fiesta callejera por Lapa con sus caipirinhas, los concertillos en el Circo Voador de la misma Lapa, el ambiente carnavalesco que se respiraba en la ciudad, el buffet en el japonés Nik Sushi de Ipanema, a los vendedores ambulantes que son una auténtica plaga y que llenan todos los rincones de la ciudad, el mítico Posto 9 de la fantástica playa de Ipanema con su a veces violento oleaje y el constante fluir de cuerpos serranos, la habitual amabilidad de la gente, a un par o tres de amigos y amigas, las noches en el Nuth de Barra da Tijuca o las barras-libre del Guapo Loco de Leblon, hablar portugués, los perpétuos 25-30ºC de la ciudad, los autobuses que toman las curvas a 90 km/h...

No echaré de menos al Botafogo, mi equipo carioca de toda la vida, porque mis lazos con él son todavía débiles y porque ya estamos eliminados de todas las competiciones importantes. Tampoco echaré de menos la humedad de Río.

De momento, he decidido no planificar mucho a medio plazo, iré tomando las decisiones sobre la marcha. Sí sé que, en la medida de lo posible, no tomaré aviones sino que viajaré por tierra, principalmente en autobús. Respecto al largo plazo, mi idea sigue siendo viajar por Sudamérica durante los próximos meses, lo cual probablemente incluya Colombia. O no.

Mi próximo destino es la Argentina, adonde espero entrar por la zona de las cataratas de Iguazú, no sin antes ver la presa de Itaipú, en Brasil, la mayor obra de este tipo del mundo y la razón de una parte importante de la deuda externa del país. En Argentina, de momento, mi idea es viajar por el centro/norte, incluido Buenos Aires, dejando Patagonia y Tierra del Fuego para más adelante. Todo lo que he leído/oído sobre el país –incluidas las parrilladas y el vino tinto- me llena de ganas de conocerlo.

Así pues, ya os iré contando qué tal. Gracias, como siempre, por irme leyendo.

Abrazos!

Hugo

23 febrero 2007

El camarote de los Hermanos Marx (últimos días en Río)



Oi!!!

Os escribo, después de un período de silencio, de nuevo desde Río de Janeiro, tres días después de que acabase oficialmente el Carnaval 2007 –los días centrales son de viernes a martes-.

Durante tres o cuatro días mi apartamento, pensado para 1 ó 2 personas, ha parecido el camarote de los Hermanos Marx: colchones en el suelo, apenas espacio para moverse, nuestras aparatosas fantasías (disfraces) de Carnaval ocupando la mitad del suelo disponible, maletas y ropas de playa por doquier, ropa sucia, zapatos...y 5 personas. Ayer se fueron Enrique y Josep –antes se había ido Jordi- y hoy se acaba de ir Germán.

Se ha confirmado que Río me gusta: llevo aquí casi un mes y me he hecho bastante a la ciudad, me he sentido cómodo en todo momento y lo he pasado muy bien, con independencia del carnaval. Hay sempre muchas cosas que hacer, mucha vida nocturna, las playas están muy bien, he conocido bastante gente maja –no resulta difícil aquí-, me he hecho al idioma y, de alguna manera, noto que podría sentirme como en casa.
El hecho de no trabajar, lógicamente, permite disfrutar más de las cosas y verlo todo desde un prisma muy positivo.

El carnaval ha sido muy chulo, la ciudad se ha vuelto loca durante unos días, han llegado un montón de turistas –no les echaremos de menos-, cada día las calles se inundaban de gente que seguía a las bandas de música itinerantes, se notaba un ambiente especial. En la zona de Lapa, el centro nocturno de la ciudad, muchos miles de personas llenaban las calles, bailaban y bebían al aire libre. Es lo que pasa cualquier fin de semana, pero había tres veces más gente. Vale la pena ir también a conciertos de pago en recintos más o menos cerrados...o a los habituales clubes/discotecas pijos de la ciudad, donde se escucha la misma música comercial que puede sonar en cualquier discoteca de Europa...y se ven muchas niñas monas.

Por tener, tuvimos incluso una fiesta en la playa de Ipanema/Leblon, sobre la arena, que acabó con un bañito en el mar a las 8 de la mañana. También fui a un concierto de mi admirado Jorge Ben Jor en el Pao de Açúcar (una montañita muy verde y empinada junto al mar que, junto al Cristo Redentor, constituye la mayor atracción de Río), con vistas a toda la ciudad iluminada.

Mi estómago y el de muchos otros van a agradecer por fin que rebajemos las dosis diarias de caipirinhas de diversas frutas que nos hemos metido entre pecho y espalda en los últimos días.

Antes del Carnaval fuimos a un partido en el mítico estadio de Maracaná, la mar de animado (Flamengo 3 – Botafogo 3). El estadio no estaba siquiera medio lleno, pero había mucho ambiente y las dos aficiones habían quedado para pelearse/zurrarse/pegarse después del partido. Muy a mi pesar, el partido no me sirvió para decidirme finalmente por uno de los cuatro equipos de Río, pero ahora sólo dudo entre dos: el Botafogo y el Vasco da Gama. Gracias a todos los que me habéis sugerido razones para ser de uno u otro equipo, por cierto.

El plato fuerte del Carnaval, por fin, fue el desfile en el sambódromo. Nos ‘enrolamos’ en Imperatriz Leopoldinense, una de las 13 Escolas de Samba que desfilan en el sambódromo, luchando por el título de campeona del carnaval. Desfilamos la madrugada del lunes al martes a eso de las 2.30h de la mañana: fue muy bonito y emocionante, con las lógicas tensiones previas a un espectáculo. A Enrique, por ejemplo, se le rompió una de las aletas del bacalao que llevábamos en la cabeza (sí, habéis leído bien, llevábamos un enorme sombrero en forma de bacalao en la cabeza), y le amenazaron con no dejarle entrar en el sambódromo.
Había que mantener un cierto orden y harmonía, dentro de lo posible, y lo dimos todo: acabamos chorreando de tanto sudar. Las gradas laterales estaban abarrotadas con más de 20.000 personas que, todo sea dicho, animaban menos de lo que esperábamos, quizás porque el desfile dura cerca de 11 horas.

El miércoles anunciaron los resultados por la tele y nuestra escuela no acabó entre las mejores, pero al menos no bajamos de categoría (hay una “Segunda División” de Escolas de Samba, sí).

Ahora, mi idea es estarme una semanita más por aquí y después ir a Argentina, como tenía planeado desde un principio, antes de que empiecen los rigores del frío en el sur del país (Patagonia, Tierra del Fuego...) –ahora, aquí, sigue siendo verano-. En todo caso, a estas alturas no llevo el plan muy cerrado, por lo que no descarto sorprenderme a mi bisbo.

Adjunto algunas fotos, en dos tandas, para ilustrar lo que os he contado.

Abrazos,

Hugo
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PDL (Post Data Larga): en un primer redactado de este articulillo, había obviado una anécdota curiosa, pero me debo a los fieles lectores de mi blog y no puedo dejarla en el tintero. Hela aquí:

El día que llegó Germán a Río, el muy lejano 5 de febrero, fuimos objeto de un lamentable chantaje/robo policial. Igual que sucedió con los miembros del Equipo A, fuimos acusados de un delito que no habíamos cometido: en nuestro caso, tenencia de marihuana. Un cómplice muy hábil de la policía -un auténtico canalla, pero no tan canalla como los propios policías- se hizo el simpático durante 300 metros y luego nos encolomó sin previo aviso un paquetito con la preciada hierba tres segundos antes de que un coche de policía apareciese de la nada y se parase delante nuestro sin venir a cuento. Tuve tiempo de deshacerme de la bolsita, pero no sirvió de nada, porque todos estaban compinchados.

El cómplice farsante, Germán y yo fuimos subidos a un coche de policía. Delante, los dos policías, uno de ellos jugando continuamente con una pistola. Detrás, el cómplice, el pobre Germán –que hacía apenas tres horas que había aterrizado en Río- y un servidor, que antes de subirse al coche había sido esposado. En el momento en que el coche se puso en marcha empezó una negociación surrealista: tras cierto miedo inicial, enseguida vimos que el coche daba vueltas alrededor de una misma zona y que lo que querían era desplumarnos.

La cosa empezó un poco cara: nos pedían 3.000 dólares a cada uno a cambio de no ser llevados a la muy temible Policía Federal, que nos expulsaría del país tras exigirnos el pago de 5.000 dólares a cada uno. Tras 45 minutos dando vueltas en coche – que si ahora paramos el coche para negociar, que si ahora nos enfadamos y os llevamos a la policía federal-, contando el dinero que llevábamos encima –en mi caso, contando de memoria, debido a las esposas-, mintiendo un poco –que si estamos en un albergue, que si no tenemos más dinero ni tarjetas de crédito-, la cosa acabó cediéndoles únicamente lo que llevábamos encima, oséase el equivalente a 72 euros. Tardaron mucho en darse por satisfechos, pero la cosa acabó con un histórico “están liberados”.

Germán y yo salimos muy orgullosos de no haber perdido la sangre fría, porque son muy mala gente y nos podrían haber desplumado por completo.

Al día siguiente, vimos al mismo cómplice acompañando a unos ingleses/australianos mientras eran detenidos por beber alcohol en la calle. Ya podéis imaginar quién les había dado la botella.

Todo ello muy lamentable, pero por suerte quedó en anécdota.

Las fotos de Río (1 de 3)


Con Germán en la playa de Ipanema, uno de esos días
en que el Atlántico pega con fuerza y te arrastra hacia adentro

Con Josep, también en Ipanema, paisaje típico de la ciudad

Una de esas fotos que, de vez en cuando, se nos disparaban 'por error'



Fin de fiesta sobre la arena de la playa de Leblon
-continuación de Ipanema-, ya al amanecer

Las fotos de Río (2 de 3)


En el estadio de Maracaná, el día del Botafogo 3 - Flamengo 3



Jordi, en nuestra visita al Pão de Açúcar, con vistas
sobre Copacabana y varias colinas de Río

Las fotos de Río (3 de 3)

Josep, Enrique, Germán y un servidor, disfrazados de 'tijolinhos'
-no me preguntéis qué son los tijolinhos-, con nuestras cabezas
de bacalao, antes del desfile en el Sambódromo



Durante el desfile, en el Sambódromo, con Imperatriz Leopoldinense, nuestra Escola



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