23 febrero 2007

El camarote de los Hermanos Marx (últimos días en Río)



Oi!!!

Os escribo, después de un período de silencio, de nuevo desde Río de Janeiro, tres días después de que acabase oficialmente el Carnaval 2007 –los días centrales son de viernes a martes-.

Durante tres o cuatro días mi apartamento, pensado para 1 ó 2 personas, ha parecido el camarote de los Hermanos Marx: colchones en el suelo, apenas espacio para moverse, nuestras aparatosas fantasías (disfraces) de Carnaval ocupando la mitad del suelo disponible, maletas y ropas de playa por doquier, ropa sucia, zapatos...y 5 personas. Ayer se fueron Enrique y Josep –antes se había ido Jordi- y hoy se acaba de ir Germán.

Se ha confirmado que Río me gusta: llevo aquí casi un mes y me he hecho bastante a la ciudad, me he sentido cómodo en todo momento y lo he pasado muy bien, con independencia del carnaval. Hay sempre muchas cosas que hacer, mucha vida nocturna, las playas están muy bien, he conocido bastante gente maja –no resulta difícil aquí-, me he hecho al idioma y, de alguna manera, noto que podría sentirme como en casa.
El hecho de no trabajar, lógicamente, permite disfrutar más de las cosas y verlo todo desde un prisma muy positivo.

El carnaval ha sido muy chulo, la ciudad se ha vuelto loca durante unos días, han llegado un montón de turistas –no les echaremos de menos-, cada día las calles se inundaban de gente que seguía a las bandas de música itinerantes, se notaba un ambiente especial. En la zona de Lapa, el centro nocturno de la ciudad, muchos miles de personas llenaban las calles, bailaban y bebían al aire libre. Es lo que pasa cualquier fin de semana, pero había tres veces más gente. Vale la pena ir también a conciertos de pago en recintos más o menos cerrados...o a los habituales clubes/discotecas pijos de la ciudad, donde se escucha la misma música comercial que puede sonar en cualquier discoteca de Europa...y se ven muchas niñas monas.

Por tener, tuvimos incluso una fiesta en la playa de Ipanema/Leblon, sobre la arena, que acabó con un bañito en el mar a las 8 de la mañana. También fui a un concierto de mi admirado Jorge Ben Jor en el Pao de Açúcar (una montañita muy verde y empinada junto al mar que, junto al Cristo Redentor, constituye la mayor atracción de Río), con vistas a toda la ciudad iluminada.

Mi estómago y el de muchos otros van a agradecer por fin que rebajemos las dosis diarias de caipirinhas de diversas frutas que nos hemos metido entre pecho y espalda en los últimos días.

Antes del Carnaval fuimos a un partido en el mítico estadio de Maracaná, la mar de animado (Flamengo 3 – Botafogo 3). El estadio no estaba siquiera medio lleno, pero había mucho ambiente y las dos aficiones habían quedado para pelearse/zurrarse/pegarse después del partido. Muy a mi pesar, el partido no me sirvió para decidirme finalmente por uno de los cuatro equipos de Río, pero ahora sólo dudo entre dos: el Botafogo y el Vasco da Gama. Gracias a todos los que me habéis sugerido razones para ser de uno u otro equipo, por cierto.

El plato fuerte del Carnaval, por fin, fue el desfile en el sambódromo. Nos ‘enrolamos’ en Imperatriz Leopoldinense, una de las 13 Escolas de Samba que desfilan en el sambódromo, luchando por el título de campeona del carnaval. Desfilamos la madrugada del lunes al martes a eso de las 2.30h de la mañana: fue muy bonito y emocionante, con las lógicas tensiones previas a un espectáculo. A Enrique, por ejemplo, se le rompió una de las aletas del bacalao que llevábamos en la cabeza (sí, habéis leído bien, llevábamos un enorme sombrero en forma de bacalao en la cabeza), y le amenazaron con no dejarle entrar en el sambódromo.
Había que mantener un cierto orden y harmonía, dentro de lo posible, y lo dimos todo: acabamos chorreando de tanto sudar. Las gradas laterales estaban abarrotadas con más de 20.000 personas que, todo sea dicho, animaban menos de lo que esperábamos, quizás porque el desfile dura cerca de 11 horas.

El miércoles anunciaron los resultados por la tele y nuestra escuela no acabó entre las mejores, pero al menos no bajamos de categoría (hay una “Segunda División” de Escolas de Samba, sí).

Ahora, mi idea es estarme una semanita más por aquí y después ir a Argentina, como tenía planeado desde un principio, antes de que empiecen los rigores del frío en el sur del país (Patagonia, Tierra del Fuego...) –ahora, aquí, sigue siendo verano-. En todo caso, a estas alturas no llevo el plan muy cerrado, por lo que no descarto sorprenderme a mi bisbo.

Adjunto algunas fotos, en dos tandas, para ilustrar lo que os he contado.

Abrazos,

Hugo
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PDL (Post Data Larga): en un primer redactado de este articulillo, había obviado una anécdota curiosa, pero me debo a los fieles lectores de mi blog y no puedo dejarla en el tintero. Hela aquí:

El día que llegó Germán a Río, el muy lejano 5 de febrero, fuimos objeto de un lamentable chantaje/robo policial. Igual que sucedió con los miembros del Equipo A, fuimos acusados de un delito que no habíamos cometido: en nuestro caso, tenencia de marihuana. Un cómplice muy hábil de la policía -un auténtico canalla, pero no tan canalla como los propios policías- se hizo el simpático durante 300 metros y luego nos encolomó sin previo aviso un paquetito con la preciada hierba tres segundos antes de que un coche de policía apareciese de la nada y se parase delante nuestro sin venir a cuento. Tuve tiempo de deshacerme de la bolsita, pero no sirvió de nada, porque todos estaban compinchados.

El cómplice farsante, Germán y yo fuimos subidos a un coche de policía. Delante, los dos policías, uno de ellos jugando continuamente con una pistola. Detrás, el cómplice, el pobre Germán –que hacía apenas tres horas que había aterrizado en Río- y un servidor, que antes de subirse al coche había sido esposado. En el momento en que el coche se puso en marcha empezó una negociación surrealista: tras cierto miedo inicial, enseguida vimos que el coche daba vueltas alrededor de una misma zona y que lo que querían era desplumarnos.

La cosa empezó un poco cara: nos pedían 3.000 dólares a cada uno a cambio de no ser llevados a la muy temible Policía Federal, que nos expulsaría del país tras exigirnos el pago de 5.000 dólares a cada uno. Tras 45 minutos dando vueltas en coche – que si ahora paramos el coche para negociar, que si ahora nos enfadamos y os llevamos a la policía federal-, contando el dinero que llevábamos encima –en mi caso, contando de memoria, debido a las esposas-, mintiendo un poco –que si estamos en un albergue, que si no tenemos más dinero ni tarjetas de crédito-, la cosa acabó cediéndoles únicamente lo que llevábamos encima, oséase el equivalente a 72 euros. Tardaron mucho en darse por satisfechos, pero la cosa acabó con un histórico “están liberados”.

Germán y yo salimos muy orgullosos de no haber perdido la sangre fría, porque son muy mala gente y nos podrían haber desplumado por completo.

Al día siguiente, vimos al mismo cómplice acompañando a unos ingleses/australianos mientras eran detenidos por beber alcohol en la calle. Ya podéis imaginar quién les había dado la botella.

Todo ello muy lamentable, pero por suerte quedó en anécdota.

Comments:
Hoakeen de nuevo al aparato. Esperaba el post como agua de mayo (cuando en mayo solía llover). Espectacular el disfraz, me he quedado asombrado... I wish I was there!!! Espero que en esta semana te despidas adecuadamente de tus amigas cariocas. A ver qué tal por Argentina, esperamos las aventuras de "Hugo el gashhego".

Enrique disfrazado, dios mío, no me lo puedo creer. A lo más que he llegado ha sido a verlo con el cachirulo en el Pilar....
 
Vaya con la anécdota. Igual que en Rusia, pero almenos con clima tropical y te puedes entender! Hoakeen
 
Bueno, ha quedado demostrado que tu paso por el Clínic no fue casual...si es que te va todo: la marihuana, la antitetánica, la antirábica...vaya tio! ;-)
Kissis no cariocas
 
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