18 julio 2006

Ya somos bahianos





(fotos de archivo de Salvador de Bahía)


En el capítulo anterior estábamos los tres en Pernambuco, cuya existencia es ya irrefutable. Ahora, dos de nosotros estamos en Salvador de Bahía y Joaquín acaba de tomar su vuelo de vuelta a bcn.

Antes de llegar a Salvador, donde llevamos cinco días, estuvimos en Praia do Francês, cerca de la ciudad de Maceió. Es un lugar de playa y no hizo muy buen tiempo, por lo que está todo dicho. La verdad es que estos últimos días el tiempo no nos está acompañando demasiado.

Salvador de Bahía va a ser el lugar donde más días pasemos, porque todavía nos quedan cuatro más y la verdad es que estamos muy a gusto. Nos hemos instalado en una pensión muy agradable, en el barrio pijillo de Barra, a dos minutos de la Praia de Barra y a cinco del mítico Barravento, una carpa bar-restaurante donde se está muy bien tomando algo o comiendo, viendo a los surferos o a los chavales que juegan a fútbol en la playa (aquellos a los que todavía no hemos tenido el valor de retar).

La llegada a Salvador fue auténticamente infernal. Desoímos todos los consejos y planeamos una laaarga ruta nocturna de más de 400 km (a las 17.45h ya es de noche). Hacía viento, llovía y la carretera estaba llena de camiones que perjudicaban nuestro ritmo y nos deslumbraban continuamente. Creo que algunos de ellos conducen con algún carajillo de cachaça -licor local- en el cuerpo. Si a esto le sumamos el estado de algunos tramos de la carretera, se podría empezar a entender porqué dormimos en una pousada de carretera, lugar habitual para las citas de camioneros y prostitutas, a apenas 100km de Salvador, cuando a las 2 de la manyana nos quedamos sin moral para seguir conduciendo. La cosa, eso sí, nos salió muy baratita. Por alguna razón extraña, nunca hay tres camas iguales y ya nos hemos acostumbrado a hacer un sorteo con bases ante notario para repartirlas.
Esta vez, Enrique no tuvo suerte y escogió tercero: le tocó un colchón mugriento en un suelo aún más mugriento, por lo que acabó durmiendo en el coche, en el asiento del conductor, a pesar de no tener carnet.

Salvador me gusta bastante. No es de las ciudades más seguras de Brasil -quizás es su principal inconveniente-, pero si no te expones a situaciones de riesgo y vas con cuidado te sientes bastante seguro, en especial durante el día. Hacemos vida, principalmente, en toda la fachada marítima, en particular en 'nuestro' barrio de Barra, pero también en los bares de copas, retaurantes y discotecas de Río Vermelho o Pituba. Hay bastante vidilla nocturna y bastante local chulo, entre los que destacan muchos restaurantes japoneses 'fashion' donde después se puede tomar algo.

Algo muy destacable son los locales tipo discoteca, porque en muchos de ellos suele haber alguna banda de pop-rock o música local tocando en directo. Lo hacen muy bien y le ponen muchas ganas (mucha energía): a veces uno ni siquiera se da cuenta de que hay alguien tocando en directo, pues el sonido es óptimo y -como decía- son bastante buenos. Se hace curioso ver a gente con muchas copas de más dándose el lote de espaldas al cantante, pero aquí la gente no se corta un pelo y los músicos están más que acostumbrados.

Qué nos falta por hacer?
Jugar a fútbol con/contra los locales y probar con el surf, entre otras muchas cosas.

Qué es lo más distinto entre Brasil y España?
Quizás el ritmo de vida, no porque se hagan las cosas despacio, sino porque da la impresión de que se le dedica más tiempo a cada cosa. Cuando los chavales juegan a fútbol o hacen capoeira en la calle pueden pasarse una hora y media, cuando la gente hace surf puede pasarse tres o cuatro horas esperando las olas, aunque llueva. Quizás es que tienen mucho tiempo libre pero, aún así, le dedican mucho tiempo a cada cosa.

El próximo capítulo, desde Río de Janeiro.





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