25 julio 2006

Desde la espectacular Río de Janeiro




Ya estamos en Río, una ciudad que ha superado ampliamente mis expectativas.

Llegamos aquí con Enrique hace tres días y en seguida se nos unió Josep, que venía de Londres. Juntos estaremos en Río y en el carnaval de Fortaleza, los últimos días de este mes.
Estamos en Ipanema, una de las zonas más pijillas y seguras de la ciudad, frente a la playa del mismo nombre y la ciudad me está encantando.

Primero, porque el paraje natural donde se ubica es espectacular, con montes verdes muy verticales muy cerca del mar y, en medio, barrios con salida a la playa. El efecto visual es curioso y a la vez bonito y, en un principio, no se hace fácil ubicarse del todo. Las montanyas, como digo, tienen formas muy pronunciadas y entre el perfil de la ciudad destacan la figura del famoso Cristo Redentor y del Pão de Açúcar (el Pan de Azúcar). Las vistas desde ambos lugares son únicas y valen realmente la pena.

Segundo, por la vida que hay en las playas, donde siempre hay gente a pesar de ser un día entre semana. Aquí parece que todo el mundo haga deporte, por lo menos los que se pueden permitir dedicarle el tiempo que merece. Las playas (Ipanema, por ejemplo, o la misma Copacabana) están repletas de pistas de volley, de futvolley, de porterías de fútbol, de lugares donde se dan clases de volley, de circuitos marcados para hacer rutas en bici, corriendo o andando, de barras donde poder hacer flexiones o estiramientos...y siempre hay gente haciendo deporte, incluso de noche. (Deporte en público, se entiende). Mucha gente corre por el paseo marítimo, pero aún hay más que camina a ritmo vivo...como dice Enrique, "alguien le ha dicho a esta gente que correr es bueno para la salud".

Tercero, porque no parece que en esta ciudad falte nada de lo que puede encontrarse en una gran ciudad. No hemos visto lo suficiente, pero a estas alturas queda claro que en Río no falta ni vida cultural, ni gastronómica, ni deportiva, ni social-nocturna (comprobadísimo), ni laboral... Es una ciudad de 7 millones de habitantes que da la impresión de estar bastante a la última.

Cuarto, por el clima. Estamos en pleno invierno y -con algo de suerte- estamos teniendo temperaturas en torno a los 25-30 grados, con sol hasta las 5.30 de la tarde, cuando anochece.

Quinto, porque hasta ahora no nos hemos sentido incómodos en ningún momento, a pesar de las múltiples advertencias. Hay que decir que somos prudentes y poco ostentosos y que no hemos entrado en las zonas de riesgo (y que apenas llevamos tres días en Río). Se percibe pobreza y desigualdad, eso sí.

La ciudad es cara, eso sí, equiparable casi a Barcelona, lo cual es una diferencia notable respecto al Noroeste, donde todo era más baratito y donde uno podía vivir un largo tiempo con cuatro maravedíes. Aquí Enrique ya no puede tomarse 8 zumos de frutas en cada comida, porque se le iría el sueldo en ello.

Mi português no acaba de dar el salto que debiera, quizás porque estamos todo el día los tres juntos, pero ya nos hemos lanzado a alguna conversación larga con algún taxista.

Los cafés-internet no están tecnológicamente preparados para bajarse las cutre-fotos que hago con el móvil, por lo que las que ilustran este artículo proceden de una bonita búsqueda en Internet. Las fotos, eso sí, están buscadas con todo el carinyo.

Seguro que más de uno ha echado a faltar el sexto punto...
Sexto, porque hay mucha gente guapa y en forma, entre las que desde mi punto de vista destaca el 50% femenino. Las operaciones están a la orden del día y abundan los grandes pechos y los labios versión "morritos calientes", que resultan bastante atractivos. La mezcla/mixture/melting-pot siempre es buena y por aquí hay gente bastante guapilla.

Vamos, que estamos como en casa.
Por lo demás, estamos sanos y bien alimentados, y yo sigo con el bonito hábito de correr un poco de vez en cuando...





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