03 mayo 2009

Tengo madera de narcotraficante

.(imagen robada del internete)

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Así es, amigos,

Ya ando por las barcelonas y, tal como comentaba mi amiga Sonia, el Barça me ha dado una bienvenida mucho mejor de lo que esperaba.

Cuando me presenté en el aeropuerto de Bogotá, la gente de Iberia -que había vendido muchos más billetes que las plazas que tiene el avión- me ofreció volar al día siguiente a cambio de 150 euros o bien un vale de 300 euros en vuelos de Iberia. Me lo pensé un momentito, porque me hubieran salido los vuelos prácticamente gratis (el billete de ida y vuelta a Bogotá me salió por 305 euros, todo incluido). Sin embargo, me dio mucha pereza, no tenía ganas de perder un día para recuperarme antes de trabajar...y tampoco me gustaba la idea de no vivir el Madrid-Barça desde bcn. Así que decidí seguir con el viaje.

No sé cuántos controles tuve que pasar antes de, finalmente, plantarme en la sala de embarque: creo que me cachearon 4 veces y que me revisaron la maleta de mano otras tantas. No exagero. De hecho, en Colombia es muy habitual que le cacheen a uno antes de entrar en conciertos, bares, discotecas...ya casi no me hacen cosquillas.

Cuando ya estaba en la sala de embarque y pensaba que no me esperaban nuevas emociones, se dirigió a mi uno de los muchos militares que se encuentran por doquier:
- ¿Es usted el Señor Hugo Bloch?
- Yo mismo.
- Soy de la Policía Militar y quisiera hacerle algunas preguntas (en ese momento vi que llevaba una placa en que ponía algo así como Brigada Antinarcóticos).
- Adelante.
- ¿Viaja usted solo?
- Sí.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado usted en Colombia?
- Un mes, desde principios de abril.
- ¿Por turismo?
- Sí. (aquí tendría que haber dicho que estuve en una boda, pero no caí)
- ¿Qué partes de Colombia ha visitado?
- Bogotá, Medellín, Cartagena, Santa Marta, Ciudad Perdida, Valledupar... (esto no debió gustarle mucho, porque Medellín sigue estando bajo sospecha)
- ¿Ha facturado usted equipaje?
- Sí, dos maletas, una pequeña y una grande.
- ¿Qué contienen las maletas?
- La grande, que es una mochila, ropa. La pequeña, básicamente, unos paquetes de café (esto del café creo que tampoco le gustó).
- ¿Es la primera vez que visita usted Colombia?
- No, es la segunda: ya estuve en el país en 2007 (esto tampoco debió ayudar).
- ¿A qué se dedica usted?
- Soy empresario (me gusta esta fórmula: siempre queda bien).
- Caballero, no quisiera preocuparle pero tengo que pedirle que me acompañe, porque tenemos que realizarle un análisis por rayos X y una revisión de su equipaje; vendré a buscarle en unos minutos.
- Le esperaré aquí.

En este momento me alegré mucho de no haber comprado un kilito de cocaína para venderlo en España y así sacarme un sobresueldo. No sé, no se me ocurrió y, ahora que lo pienso, casi no me quedaba espacio en la mochila.

El hecho es que debí dar el perfil de traficante de drogas, de estos que llaman 'mulos'.

Al cabo de 5 minutos, me vinieron a buscar, me añadieron a un grupo de 9 ó 10 otros -de los cuales dos mujeres- y nos metieron en una salita donde había varios ordenadores. Nos dijeron que nos habían escogido mediante un proceso aleatorio, pero estaba claro que no era cierto: todos estábamos, más o menos, en una misma franja de edad y ninguno iba precisamente con traje y corbata. En una sala contigua estaba el aparatito de rayos X, para escanear el tórax y asegurarse de que no hubiéramos camuflado en el cuerpo ninguna sustancia prohibida. En mi caso, solo debieron ver la crêpe de nutella que me había comido tres cuartos de hora antes.

De vuelta a la sala principal -donde colgaban varias fotos de maneras muy originales de camuflar drogas- me revisaron concienzudamente los zapatos y me hicieron vaciar, una vez más, la bolsa de mano. En la bolsa llevaba una caja metálica con galletas que una policía, un rato antes, me había pedido si podía abrir (como la caja estaba precintada y era para regalar, yo le había dicho que no, que prefería que no la abriese). Total que, cuando el policía antinarcóticos hubo vaciado toda mi bolsa y se encontró con la caja, me miró y me preguntó qué contenía. Yo le dije que contenía "obleas con arequipe", que para algo es lo que ponía (en letras bien grandes) en la caja. Me miró como preguntando si podía abrirla, a lo que yo le contesté "hombre, prefiero que no la abra", a lo cual él respondió agitando la caja repetidamente, como si fueran las maracas de Machín. Al final, después de un rato mirándome y viendo que no bailaba, decidió confiar en mi y dejar la caja sin abrir (seguramente, debió recordar las muchas veces que había abierto cajas de galletas para acabar descubriendo que sólo contenían galletas).

De vuelta a la sala de embarque, me encontré a un chico alemán al que había conocido en Taganga. Me dijo que casi cada vez que salía de Colombia le hacían este examen y que, además, había visto cómo se paseaban los perros por entre nuestras maletas.

Total, que fue una experiencia interesante. De todas formas, hubiera sido muchísimo más emocionante si hubiese llevado algo ilegal encima...especialmente si hubiese sido en la caja de galletas.

Mi viaje de vuelta no tuvo más emociones. Sólo me queda por contaros qué música se escucha en estos tiempos en las bonitas tierras colombianas.

Abrazos,

Hugo

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01 mayo 2009

De vuelta de Valledupar (con un par)

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(simpáticas piloneras de Valledupar)


Gentes de bien,


El título del mensaje hace alusión al valor que hay que tener para plantarse en el festival de vallenato de Valledupar, así, a bote pronto, sin más preparación. Hoy puedo deciros que he sobrevivido al reto.


Mi persona se encuentra ahora mismo en Bogotá, un poco desmotivada ante la idea de tenerse que meter mañana diez horas en un avión, que la tengan después esperando en Madrid, para después meterse en otro avión, llegar a Barcelona, enterarse de que son 7 horas más tarde...y acabar viendo -con sueño- un apasionante partido de fútbol que no pinta tan bien como hubiera esperado hace unas semanas.


Dicho esto, la idea de estar en Barcelona no me desagrada en absoluto...una vez descontada la inmensa pereza del trayecto en yes.



(escenario principal de los concursos, plaza Alfonso López)



Volviendo a lo que nos ocupa, creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que Valledupar me ha gustado. Ojo: no vayáis todos en masa antes de seguir leyendo. Cuando digo que me ha gustado, me refiero a que es un sitio agradable, simpático, con una gente encantadora y, en definitiva, donde se respira un cierto buen rollete. Tiene una cultura bastante rica, con sus indígenas, su vallenato y sus cosas, de las cuales están muy orgullosos. Es un buen destino para conocer algo bastante auténtico de Colombia, para alguien que vaya con tiempo. En cambio, no diría yo que sea un sitio a incluir en una ruta de 10 ó 12 días para alguien que visita Colombia por primera vez. De la buena impresión que me ha dejado Valledupar habría que descontar el Festival de la Leyenda Vallenata. Es decir: el que vaya a Valledupar fuera de la época del festival se encontrará -imagino- una ciudad agradable y muy tranquila, quizás demasiado tranquila.


(a Colombia también ha llegado el boom inmobiliario)


Por situaros un poco, decir que Valledupar es una ciudad pequeñita, al noreste de Colombia, cerca de la frontera con Venezuela y muy cerca también de la costa del caribe (Cartagena, Santa Marta...), de la cual está apenas a 4 horas en bus. Tiene muy cerca unas montañas (la Sierra Nevada de Santa Marta) que la separan precisamente de la costa. La "identidad cultural" de los vallenatos -habitantes de Valledupar- es un pupurri de conceptos muy simpáticos como son el río Guatapurí, el calor infernal que hace en la ciudad, los indígenas que pueblan la zona y ese curioso género musical llamado también vallenato que acaba de darle a la ciudad una innegable personalidad y que uno NO PUEDE dejar de oir. Ah, ¡y los árboles!: la gente de la ciudad está muy orgullosa de que toda la ciudad esté llena de árboles. Lo dicen como si fuera un elemento decorativo, pero no lo es: sin árboles, no habría manera de soportar el calor. Otro aspecto a destacar de Valledupar -que no es poca cosa en los tiempos que corren- es la escasísima presencia de turistas extranjeros, algo muy notable si tenemos en cuenta que he estado allí durante uno de los festivales de música más importantes del país.



(chavalín vallenato que participaba en los concursos, futura estrella,

rodeado de toda su familia y su cuadrilla de amigos)


Ya que hablamos del festival, decir que hay un montón de actividades y que la gente de la ciudad está totalmente volcada con el acontecimiento...y eso que no habré estado allí los días 'fuertes', que son el viernes y el sábado. El vallenato es un estilo musical sublime, auténtica música celestial se mire como se mire. En su versión más tradicional (la que se toca en los concursos), sólo hacen falta tres individuos -hombres, para más señas- para ejecutarlo: el del acordeón, el de la caja y el que toca un instrumento muy curioso llamado guacharaca. La caja sería la percusión y la guacharaca un instrumento muy simplón que hace sólo raca-raca o tris-tris, pero que le da colorido al tema. Así pues, en la mítica plaza Alfonso López podía oirse, durante casi todo el día, a los participantes en los diversos concursos. Como siempre, a todo volumen.



(indígenas de la zona simulando una escena de guerra/caza durante

una procesión, casi se me llevan por delante)



Otra parte del festival, la que vuelve locos y sobre todo locas a los más jóvenes, es la de los conciertos, en que los artistas más de moda (normalmente, duetos masculinos en plan guaperillas pero buena gente) interpretan todos sus éxitos. Algunos, son artistas muy famosos, particularmente en la zona pero también en el resto de Colombia, donde uno se encuentra vallenato hasta en la sopa. Fui a uno de estos conciertos el miércoles y me lo pasé la mar de bien, previa ingesta de un poco de aguardiente. Acabé bailando vallenato y salsa –siempre en la medida de mis posibilidades- con la mitad de la concurrencia (el hecho de que sonara algo de salsa y merengue fue todo un alivio). Hay un cierto buen rollo asociado al vallenato y estoy seguro de que a la mayoría de las madres de Valledupar le encantaría ver a su hija casada con un artista vallenato. Lo sean o no, dan la imagen de gente sanota: campechanos, gorditos, románticos, siempre con su acordeón y así muy de campo. No tienen nada que ver con la imagen kinki/chunga de choricillo de barrio de algunos de los artistas de reggaeton, por ejemplo…otro de los géneros que triunfan en la zona y en el resto del país.


Una tercera actividad del festival a la que asistí fueron los desfiles de las piloneras, en que unas señoras y señores en trajes regionales muy vistosos van recorriendo media ciudad bailando al son de una musiquilla repetitiva pero agradable.



(portaestandarte de un grupo de piloneras)






(pues eso: bailarines)






(pilonera de buen ver)

La gente del Hostal La Provincia, donde me alojé –amabilísimos ellos y muy recomendable y bien situado su hostal- me dieron el primer día un programa de actividades del festival. Cual no fue mi sorpresa cuando vi que, además de los festejos folklórico-musicales, también estaban programadas peleas de gallos. Aunque me parece una salvajada, siempre había tenido curiosidad por ver alguna, más por la parte sociológica que por los animalitos en sí, así que fui uno de los días con una chica americana. Las peleas empezaban a las 4 de la tarde y solían acabar a las 3 de la mañana. Apenas estuvimos allí un par de horas, pero me quedó claro que es un espectáculo que va in crescendo, a medida que la gente se anima a apostar cada vez más dinero: los que van ganando se van envalentonando, los que van perdiendo deben querer recuperar su dinero, los apostantes cada vez van más borrachos y la gente se va familiarizando con los gallos y empieza a tomarles cariño (a aquellos que siguen vivos, principalmente). Cuando digo “la gente”, estoy hablando aproximadamente de un 95% de hombres. Si a todo este ambientillo le añadimos el hecho de que las apuestas se cruzan de viva voz y en medio de cierta confusión, no es de extrañar que de vez en cuando haya discusiones y peleas entre los apostantes.
Desgraciadamente, es un evento poco fotogénico por la escasez de luz.


(a las 5 ya estaba a tope la gallera)


(hagan sus apuestas)



(por una razón o por otra, el gallo siempre acaba pringando)



Debido al calor que hace por la zona, es habitual que la gente vaya al río a refrescarse, cosa que decidí hacer un día acercándome a la zona conocida como La Sirena. Mi visita al río fue todo un shock: esperaba encontrarme un riachuelo tranquilo y, en cambio, me encontré con un tramo de unos 50 metros de río ocupado por unas 500 personas, con sus chiringuitos literalmente sobre el agua, con gente que se había metido en el río con sus sillas de plástico y, cómo no, con el vallenato sonando a todo trapo. Es como si juntásemos a la gente de todas las playas de Sitges y les metiésemos en un tramito de algún río de los Pirineos.


(imaginaos 500 personas en este tramito de río

-imagen robada de internet-)


Como bien me decía mi señora madre por email, el nombre de Valledupar suena un poco a indio de la India. Si a esto le añadimos que el río se llama Guatapurí y omitimos este último acento, uno podría estar en el país del cricket y los dioses multicolores.

Aparte de las actividades del propio festival, no puedo dejar de comentar las dos visitas que hice al restaurante cubano Varadero, donde comí excelente pescado acompañado de una buena piña colada o mojito. Una de las veces, iba acompañado de un señor alemán bastante reservado y algo especial, de estos que se fueron hace unos años de su país y van viviendo un tiempo en cada sitio. Todo un personaje.


No me gustaría acabar este artículo sin colar una de las generalizaciones que tanto me gustan y que ayudan a generar los prejuicios que simplifican las relaciones humanas (y nos ahorran tiempo a todos): los vallenatos son muy simpáticos, por lo general mucho más simpáticos que sus compañeros costeños de Santa Marta o Cartagena de Indias. Debo especificar que esta generalización excluye –también de forma explícita- a un montón de gente amable y simpatiquísima que he conocido, como la familia de mi amiga Tatiana. Dicho esto, debo añadir además que el estándar de simpatía de Colombia está muy por encima de la media mundial...da gusto pasearse por estas tierras.


Aprovecho para recomendaros un hotelito en Bogotá: La Casona del Patio. Sencillo, limpio, con un personal muy amable, bien situado cerca de la Zona Rosa y -a pesar de ello- con precios muy razonables.

That's all, a falta de un artículo resumen, casi monográfico sobre la música colombiana, que me gustaría escribir desde Barcelona.

Abrazos!

Hugo


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