20 diciembre 2012

O Rio de Janeiro continua lindo


Heme aquí en Rio de Janeiro, casi cinco años después de mi última visita.

Aunque la gente dice que la ciudad ha cambiado mucho, hay una parte importante de su carácter que permanece inalterada. Solo faltaría.

Esta vez me he instalado en Copacabana, cuyos precios son algo más razonables que los de Ipanema, por ejemplo, sin dejar por ello de ser céntrico y de estar cerca de las playas.

Estoy aquí con Germán, con el que precisamente nos conocimos en el Carnaval de Rio de 2007 (nos conocíamos de Barcelona, pero no habíamos hecho el gamberro juntos).

Nuestra idea era pasearnos un poco por algunas playas del estado de Rio de Janeiro, pero las previsiones meteorológicas nos han hecho quedarnos en la capital.

Rio es una ciudad maravillosa pero, para disfrutarla de verdad, hay que estar dispuesto a arremangarse un poco, pasar unos días, mezclarse con la gente local y salir de los circuitos turísticos. Sin duda debe existir un Rio "de luxe" (que no debe estar mal), pero el espíritu de la ciudad está más en los clubes de samba, en la música en la calle, en las playas donde se mezcla todo tipo de gente y en los conciertos que tienen lugar en los lugares más insospechados.
In my opinion.

Hemos tenido un calor y una humedad notables durante todos estos días, a menudo coronados con un poco de lluvia -y a veces un auténtico chaparrón- a última hora de la tarde. Mi 'shock térmico' fue más moderado que el de Germán, que sin pasar por México se plantó en Rio dejando atrás los diciembres barceloneses.

Nuestro último día en Rio lo dedicamos, en parte, a dar una vuelta por la famosa favela da Rocinha, algo que yo tenía pendiente desde mis otras visitas a la ciudad pero que no quería hacer en plan turístico. Hay tours organizados que te llevan a ver favelas, pero siempre he pensado que esa no es la idea. Creo que meterse en Rocinha no hubiera sido demasiado peligroso en 2007-2008, como sin duda no lo fue ayer. Al fin y al cabo, una favela no es más que un lugar donde viven personas y donde -cada vez más en el caso de Rio- la vida se puede asemejar bastante a la vida en un barrio humilde del resto de la ciudad: servicios básicos de luz y agua, presencia policial, etc. Nos paseamos un poco a nuestras anchas por las calles principales y nos sentimos en todo momento muy tranquilos. Fuimos y volvimos en transporte público.

La idea que se tiene a veces de las favelas guarda escasa relación con la realidad y está quizás contaminada por aquellas que no han sido 'pacificadas' o que, quizás, no tienen los servicios mínimos de higiene. Sin duda en Rocinha debe vivir gente realmente humilde que tiene dificultades para comer cada día, pero también hay muchas personas que tienen un trabajo de lo más común en la propia favela o en algún otro barrio de la ciudad. Y es que, al fin y al cabo, muchas de las personas con las que uno trata al cabo del día y que le atienden a uno en determinados comercios deben vivir en alguna favela.

Tampoco es que los precios que vimos en las tiendas de Rocinha nos pareciesen tan distintos de los que se ven en el resto de la ciudad.

Sin duda hay otras favelas -algunas que quizás ni siquiera han sido pacificadas y donde algunos maleantes campan a sus anchas- y muchas realidades que no vimos pero, como siempre, hay que profundizar un poco en las cosas: si os ofrecen una parcelita en una favela, no la descartéis sin haber preguntado cuál es el precio por metro cuadrado.

Lo peor de nuestro paseo fueron el calor sofocante y la humedad que, dado lo accidentado del terreno -aquí las favelas, por definición, se hacen en "morros", que son pequeñas montañas-, nos acabaron obligando a alquilar sendos moto-taxis, que es el equivalente a los taxis normales, dado lo estrecho de las calles.
Los moto-taxis mariposean un poco pasando por espacios pequeños (por ejemplo, entre sendos autobuses), pero el nivel de emoción es muy pobre si lo comparamos con un buen rickshaw de Delhi o con el clásico peatón suicida del Cairo.

Lo mejor que tienen las favelas, por lo menos las de Rio, son las espectaculares vistas de la ciudad, infinitamente mejores que las que se pueden tener en los barrios ricos o de clase media.

Entre las cosas que más nos llamaron la atención de nuestro paseo estuvo una cola de unas veinte personas para 'echar la primitiva', lo improvisado y caótico del tendido eléctrico (jamás había visto nada igual) y el guarrerío imperante, en particular en todo aquello que tiene que ver con las basuras. La gente tira las basuras en plena calle y parte de la recogida de basuras la hacen una especie de tractores con pala excavadora.

Este problema basuril no es exclusivo de Rocinha y también lo vimos en otros barrios de la ciudad (empezando por las propias Copacabana e Ipanema), si bien allí la recogían con medios más tradicionales. Tanta basura suelta y tanto calor generan un tufillo que a los humanoides nos resulta desagradable, pero que es un deleite para las ratas y las cucarachas, tal como pudimos comprobar en múltiples ocasiones. Las cosas han mejorado mucho, pero es justo decir que con esto siguen teniendo un problema.

El día que llegué al hotel, justo una semana antes de esta visita que aquí relataba, me encontré a una señora venezolana en la salita de estar del hotel -un espacio donde los que llegan demasiado pronto esperan a que les den habitación-. La señora, bastante amable, me explicaba que -en el trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel- lo había visto todo muy sucio y que mucho se temía que Rio le iba a decepcionar. Muy probablemente estaba en lo cierto. Señora, no se pierda usted Singapur.

La semana que pasamos en Rio fue fantástica: por la mañana -si el día acompañaba un poco- íbamos a la playa. Antes nos habíamos tomado un zumo de frutas o un açaí y un sandwich de pollo o similar, todo ello culminado con alguna fuente de cafeína, que en Rio suele ser el mate (como el argentino, pero se toma frío) o alguna bebida a base de guaraná.

Después de la playa comíamos algo, hacíamos una siestecilla, algún recado del tipo internete o lavandería...y salíamos a cenar y disfrutar de la noche carioca ("carioca", para todos aquellos periodistas deportivos españoles que me estén leyendo, no es el gentilicio del brasileño, si no del que vive en Rio de Janeiro).

Tuvimos la suerte de, aparte de lo ya conocido, poder seguir las recomendaciones de mi hermana Clara, que había estado en la ciudad casi cinco meses este mismo año. Su muy simpática amiga Carol nos llevó al Rio Scenarium, del que yo había oído hablar bastante pero donde nunca había estado: es un pub/bar/restaurante/sala de conciertos espectacular, en un magnífico edificio antiguo -decorado con gusto- en la zona de Lapa. Como casi siempre en Brasil, muy buenos músicos tocando canciones que el público conoce: a veces no hace falta reinventar la rueda. Un lugar bonito, buena bebida, buena comida, gente bailando: no se puede pedir mucho más.

En la misma Lapa también estuvimos, por nuestra cuenta, en una sesión de samba en el mítico Carioca da Gema, que estuvo muy bien, si bien solo pillamos el final. Igual que sucedería un par de días más tarde en la Casa Rosa, en el Carioca da Gema se puede vivir un tipo de noche muy típica de Brasil, donde un grupo de buenos músicos toca en directo canciones que todo el mundo conoce y gente de diversas edades baila (o no). Chavalines de 20 años pueden estar bailando mientras un abuelete toca la guitarra o el cavaquinho y una chica joven toca la flauta como parte del mismo conjunto. No existe la necesidad de compartimentarlo todo por rígidas franjas de edad, ni de separar el rock del jazz o de la samba, ni de separar la hora de comer de la hora de beber, ni el bailar del no bailar pues aquí todo se baila. Tampoco está la imperiosa necesidad de escuchar o bailar al son de 'algo nuevo', cuando hay tanta música brillante que disfrutar. Y es que la capacidad del ser humano para escribir malas canciones es infinita.

Es un poco como las fiestas mayores de los pueblos, pero algo menos pachanguero y -opino- con mejor música.

Creo que ya lo expliqué una vez en este mismo blog y esta vez ha sido Germán quien, por su cuenta, ha llegado a una conclusión casi idéntica.

Así pues, da gusto salir de noche por Rio de Janeiro si uno tiene una idea de adónde dirigirse. La recomendación de la Casa Rosa en el barrio de Laranjeiras -qué bonito plan para los domingos- fue de lo más acertada: empezó con una 'roda de samba', después nos comimos una feijoada, volvimos a la samba y acabamos con un concertillo más tipo jazz-pop-rock, pero también con algún samba, todo ello regado con alguna cerveza Germán y alguna caipirinha un servidor.

Tal como decimos con Germán, si supiéramos sacar a las chicas a bailar esto ya sería la bomba. Hem de reaccionar.

No quisiera dejar fuera de este post sobre Rio de Janeiro las terrazas de Ipanema o Copacabana donde tomar unas cañas (choppes), las fantásticas limonadas que sirven los vendedores de mate gelado que van por las playas, nuestra visita al clásico Nick Sushi o la degustación que hicimos de tres picanhas -carne típica por estos lares-, además de los no menos míticos zumos de frutas que aquí preparan como nadie: a menudo hay más de 25 frutas entre las que escoger.

Os he pegado un rollo como en los viejos tiempos, pero sabed que gracias a ello el trayecto en bus desde Fortaleza a Jericoacoara se me ha hecho mucho más corto. Viva la tecnología. Y viva los dulces sueños de Germán, porque cuando él está despierto no hay quien escriba.

De Fortaleza no contaré nada porque no me parece un lugar demasiado digno de mención, como ya me pareció en 2006.

Aprovecho la oportunidad que me brindáis los que os habéis leído este bonito articulo hasta el final para desearos unas Felices Navidades y una muy buena entrada en 2013. Comeos la parte de turrones que nos tocaría a Germán y a mi, pues nosotros tiraremos más de dulces locales.

Abrazos!

Hugo

PD: las fotos, por orden...

1. En el Carioca da Gema

2. La calle del tatarabuelo en Copacabana

3. En Ipanema

4. Vista de Rio desde un mirador de Rocinha

5. Vista de Rocinha

6. Tendido eléctrico rocinante

7. Una de las calles principales de Rocinha

8. Germán y su proyecto de ingeniería en la playa de Arpoador

9. Esperando una caipirinha en un puesto callejero de Lapa

10. Germán en el bar Blue Agave donde mi hermanita Clara se había ganado el pan




















17 diciembre 2012

Ese casamiento mexicano



 
México DF: el zócalo desde la terraza del Holiday Inn

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México es un país padrísimo. No es que lo conozca tanto, pero mi visita de un mes en 2010 fue una buena toma de contacto, al haber estado en cuatro regiones bastante distintas -México DF, Oaxaca, Chiapas y Yucatán-. También estuve hará unos diez años en la boda del Indio Blázquez con Liliana, pero la brevedad de la visita y los 45 oC a la sombra que había en el desierto de Sonora no me permitieron enterarme de gran cosa.


Tras un vuelo -diurno- muy pesadito, una espera de más de una hora en inmigración y otra espera de más de una hora para conseguir un taxi (!), me planté en el barrio de Condesa en apenas 20 minutos. Me costó lo mío que Manuel, un hombre amable pero parco en palabras, oyese el timbre y se decidiese a abrirme las puertas del modesto pero más que correcto hostal que gestiona.
 
En el DF las distancias son colosales y el concepto de "cerca" habitualmente no contempla la posibilidad de cubrir el trayecto a pie. Tampoco es que la mayor parte de los paisajes urbanos hagan demasiado interesante caminar por la ciudad. Afortunadamente, los precios de los taxis (y de casi todo) son todavía muy razonables para los que estamos sometidos a la tiranía del euro.

Mis 36 horas en el DF las tenía reservadas básicamente para dos tareas:
1. Encargar el chaqué para la boda,
2. Recoger el chaqué para la boda.


Entre una y otra cosa, me ha sobrado tiempo, así que lo he dedicado a pasear un poco por la capital con Jaume 'Houdini' Ferrando, el hombre que aparece cuando menos se le espera y -sobre todo- que desaparece cuando más se le espera. Me lo encontré en el aeropuerto de Barcelona y ya no nos separamos en cuatro días.

Uno de los highlights de Puebla fue nuestra comida en el San Angel Inn, recomendación del novio -Josep-, un restaurante en una casa/hacienda preciosa, con grandes jardines y un patio interior maravilloso.

Jaume sospecha que el hecho de que nos dieran una mesa en la terraza -y no en el elegante patio- se debió a nuestra vestimenta inadecuada, más que al hecho de no tener reserva que arguyeron los camareros: de hecho, todos los que estábamos en la terraza vestíamos de modo informal, por ser generosos. Para bien o para mal, está claro que el relajamiento en determinadas costumbres no ha llegado todavía a América Latina, especialmente en todo aquello que tiene que ver con lo que marca una diferencia entre clases sociales.


 
El patio del San Angel Inn donde no comimos 


Junto al restaurante estaba una casita donde Frida Kahlo y Diego Rivera estuvieron unos años: fue una visita agradable; los artistas, cuando quieren, también saben vivir bien.

México DF (al igual que Puebla) está a algo más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, lo que puede contribuir a explicar -a posteriori- nuestro cansancio de los primeros días, más allá del palizón del vuelo, del cambio de hora y del 'sprint' de última hora en Barcelona consistente en hacer dos jornadas laborales en un mismo dia. Cuando sea mayor viajaré en bisnes.

El DF es cualquier cosa menos una ciudad coqueta y/o bonita y para situarse bien en ella sospecho que tienes que pasar 10 años allí, pero ya voy conociendo algunos lugares, como la terraza del Holiday Inn que tiene vistas sobre el zócalo, que es la plaza que constituye el centro de la ciudad. Un buen sitio para comer o tomar algo.

Y del DF a Puebla, que está a un par de horas en bus.

En Puebla estuvimos en un hotel en el centro (Camino Real), lo cual constituyó todo un acierto. También es una casa/palacete, con grandes habitaciones a la antigua y donde se sirve un desayuno fantástico. En el patio principal, adonde daban muchas de las habitaciones, siempre había algún tipo de celebración de empresa, lo cual a partir de según qué horas de la noche resultaba un poco molesto.



En saliendo de una iglesia de Puebla 
durante nuestro tour de la ciudad


Como parte de la memoreibol organización de la boda se nos propuso una visita guiada a los lugares más destacados de la ciudad. El tour estuvo bien y resultó bonito, si bien el guía me pareció muy flojo: aparte de incorporar la palabra "importante" en cada frase (íbamos contándolas), no entendía que es importante dar alguna información general (Dónde está Puebla? Fue/es una ciudad relevante para México? Ha pasado algo en sus últimos 400 años de historia? Fueron muy malos los españoles? Había indios? Quién inventó el mole poblano? Hay equipo de fútbol?), más allá de explicarnos que esta imagen representa a la Virgen María o que las piedras que se trajeron para hacer la Catedral venían de una cantera que está a tres kilómetros (todos nos alegramos de que no estuviera a séis). 

Además, tenía el síndrome del "somos lo más del mundo mundial", que consiste en decir que esta torre era la más alta, que esta campana es la mejor (por cierto: las campanas las subieron unos ángeles, porque pesaban demasiado para ser subidas por seres humanos), and so on. 


 
La Catedral de Puebla, by night


La mayor joya de toda su conferencia fue cuando, señalando cuatro estatuillas que hay en la fachada de la catedral, se refirió a ellas de la siguiente manera: "y estos son los cuatro, los cuatro...(no le venía la palabra)...los cuatro, los cuatro figuritas importantes". Sospecho que debía tratarse de los Beatles o quizás de los cuatro evangelistas (porque no nombró a Ringo), pero lo cierto es que el guía consideró que no engañaba a nadie diciendo que eran las cuatro figuritas importantes.

Al final del paseo hablé con una de los guías (que estaba aprendiendo) y le expliqué lo que me parecía que nos explicasen cómo se llamaba el arquitecto inglés que diseñó el Ayuntamiento cuando no nos habían explicado nada relevante de la historia de la ciudad, de su geografía, de su papel en el México actual, de su gastronomía, de sus personajes ilustres... Mi opinión era compartida por otros asistentes a la boda.

El centro de Puebla me recuerda mucho al de Oaxaca, si bien a una escala un poco mayor, con más tráfico, menos calles peatonales y más polución. La zona del zócalo es quizás la que más similitudes guarda. Oaxaca tiene quizás un aire más provinciano y ruraloide, cosa que veo como una ventaja.


 
La boda: momento Champions


La boda fue muy bonita y también lo fue la celebración, en una Hacienda espectacular en las afueras de Puebla. Los novios y sus ayudantes habían cuidado todos los detalles y fue todo fantástico. Los mexicanos de la boda -que a pesar de la amplia presencia internacional eran mayoría- se dedicaron a emborracharnos a todos (empezando por ellos mismos) y puedo dar fe de que lo consiguieron. Un servidor acabó bastante malamente, con lo cual puedo decir con orgullo que ya llevo un 100% (2 de 2) en mis bodas mexicanas. Y es que los mexicanos son gente muy simpática.


Al día siguiente, por la manyana (la boda había sido por la tarde), tomé un autobús hasta el aeropuerto de México DF, donde tenía un vuelo a Rio de Janeiro con escala en Bogotá. Colombia, qué gran país.



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07 diciembre 2012

Un post incompleto de mi escapada a Bélgica


Lo que a continuación encontraréis es un resumen muy incompleto (faltan Gante, Bruselas y Noel Gallagher, por ejemplo) de mi escapada a Bélgica del reciente verano de 2012.

He querido publicarlo para retomar el contacto con mi blog, ahora que voy a pasar seis semanas viajando (México y Brasil, Navidades 2012-13).

Gracias a todos los que, de vez en cuando, me echáis la bronca por no escribir.

Hugo

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Bélgica es un país como Dios manda, vaya esto por delante.

Aunque este blog ya no se dirija a las multitudinarias audiencias de
antaño -cuando recorría el mundo con una mochila a la espalda- me he
decidido a escribir después de mucho tiempo y así contaros mi pequeña
escapada a tierras flamencas.

El hecho de que hayan quedado en el tintero mi viaje a China, mi
escapada a las islas del Caribe y mi gran boda india (todos ellos en
2011) no guarda necesariamente relación con ninguna jerarquía en
particular.

A finales de 2011, mi amigo Javi 'El Sevillano' Gancedo me propuso que
le acompañase al festival de música Rock Werchter, que tenía lugar del
último jueves de junio hasta el siguiente lunes. Debido a la larga
amistad con Javi y a lo bien que me vendió la moto (me lo pintó como
algo tranquilo y recogidito, con muy buenos grupos pero sin excesivos
agobios), decidí acompañarle. Así que aquí estamos.

El festival es en Werchter, un pueblecito a escasos quince minutillos
de Lovaina, famosa población universitaria belga donde se encuentra
también nuestro hotel.

El festival ha resultado ser un evento con más de 60.000 espectadores,
bastante más tranquilo que un Festival de Benicassim, por ejemplo,
pero menos que la bucólica reunión de abueletes que yo me había
imaginado con lo que me había contado Javi.

En no estando yo preparado para escuchar 12 horas de pop-rock cada día
y en no conociendo más de 5 grupos de los casi 100 que tocan, he
decidido que mis apariciones en el festival se limiten cada día a los
dos o tres grupos que más me llamen la atención, dejando siempre a mis
fans con ganas de más. De esta forma, me han quedado las mañanas y las
tardes libres para pasearme un poco.

Bélgica es un país como Dios manda: la gente es muy amable, lo tienen
todo muy organizado y limpito, quien más quien menos habla el francés
y/o el inglés y parecen bastante abiertos. Se les ve una gente
aparentemente equilibrada y educada, como lo prueba el hecho de que no
hay revueltas populares porque a uno le hagan pagar medio euro por
usar un lavabo en el restaurante mismo donde uno está comiendo. Son
gente visiblemente tranquila que vive feliz con su cerveza, sus gofres
y sus chocolates. En cuanto al resto de su gastronomía, creo que el
hecho de que el plato nacional sean las patatas fritas con mejillones
no deja demasiado espacio para el debate.

La cultura aquí es interesante y se les ve bastante sofisticados,
hasta el punto de que a nadie le escandaliza que hayan usado la
Catedral de Gante como parte de una exposición de arte contemporáneo.
Ver una alfombra de rezo musulmana (orientada a la Meca) en una de las
capillas de la catedral, una pantalla con un video guasón en medio del
altar mayor o un video que intercala imágenes de una fabrica de
hostias con la matanza del cerdo parece que aquí es de lo más normal.

La gente me parece de una belleza media (con un poco de todo, como es
menester) lo cual me resulta muy agradable y me permite centrarme en
los conciertos y las visitas, que es a lo que hemos venido. No quiero
imaginarme un show como éste rodeado de 30.000 rusas o un similar
número de eslovacas. La belleza de los hombres me es más difícil de
calibrar, pero el hecho de que algunos de ellos me recuerden al gran
Jacques Brel no hace presagiar nada bueno.

La gente aquí habla muy raro, así con muchas jotas como los holandeses.

El tiempo está bastante loco pero, viniendo mínimamente avisado, uno
puede lidiar con las adversidades.

Para mi, hasta hoy sábado no incluido, el Rock Werchter se ha
compuesto básicamente de las actuaciones de The Cure, Garbage y Pearl
Jam: los tres estuvieron realmente bien, por encima de cualquier
expectativa que pudiese tener, sonando muy bien y con mucha energía.
Cuando tienes buenas canciones y las tocas bien, has hecho gran parte
del camino. Los demás grupos que he escuchado hasta ahora (Bombay
Bicycle Club, Elbow y dEUS), sin estar mal, tampoco me han marcado
demasiado.

Una de las ventajas de estar en un país pequeñito como este es que uno
se puede pasear alegremente de una punta a la otra, como quien va del
Prat de Llobregat a Badalona (pero con más glamour).

Hace años que por diversos ámbitos circula el persistente rumor de que
Brujas merece ser visto, así que esa fue la primera parada de mis
escapadas matutinas, ayer viernes. El centro de la ciudad vendría a
ser un liliputiense núcleo de casitas y canales que parece más un
museo al aire libre que un lugar donde viva gente. De hecho, un señor
de Gante un poco malévolo me vino a decir que en Brujas no vive nadie
o casi nadie. Hay una tienda de chocolates en casi cada esquina, lo
cual también le añade cierto atractivo. Dediqué mi visita a Brujas a
callejear mucho, pasear por un parque, subir los 366 escalones de la
torre y visitar una antigua "casa de beatas", que es donde vivía una
rica heredera que decidió dedicar su vida a la oración, para regocijo
de todos nosotros. La casa tenía de todo, pero debía ser una vida un
poco tristona.

En el tren a Brujas, por cierto, entablé conversación con un señor de
Gante, que me dio a entender que su ciudad era lo más de lo más y que
no podía irme sin verla.

Y hasta aquí el post incomple...

Abrazos,

Hugo


Post Data: por cierto, como bien me ha recordado Javi, en Lovaina vimos la final del Campeonato de Europa de fútbol, donde Espanya ganó la final 4-0 contra Italia. No parecía que a los belgas les importase demasiado quién ganase, pero sus simpatías no parecían demasiado favorables a los espanyoles: Italia siempre se ha vendido mejor que nadie, como demuestra el hecho (gravísimo) de que medio mundo conozca el jamón de parma y que el jamón de jabugo sea casi un desconocido.


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